30 Abril 2013
Guillermo y Máxima son la primera pareja de su generación que se convierten en rey y reina en el siglo XXI: deberán demostrar si la monarquía sigue siendo necesaria en Europa. En estos tiempos importa menos el rígido protocolo de los palacios, en cambio sí cuenta la sólida formación universitaria de los monarcas y la percepción de la realidad de la calle. Son reyes que trabajarán como diplomáticos de alta gama.
Hace rato que Máxima ha conquistado a los holandeses con su carisma, y desde su llegada aportó nuevos aires al entonces deteriorado ambiente de la casa de Orange. Pero no todo es carisma y glamour, y a los 42 años se muestra ambiciosa y dispuesta a servir a la sociedad con gestos y acciones. Ya de entrada, en el acto de hoy compartirá la corona con Guillermo, pero luego retomará su agenda como asesora de Naciones Unidas y como enlace de la organización con el G-20.
Desde un principio aprendió holandés en tiempo récord y cumplió a rajatabla sus obligaciones, entre ellas, recorrer Holanda permanentemente. No se descuida de la formación de sus tres hijas -Amalia, Alexia y Ariadna-, que concurren a un colegio público y manejan en parte el idioma castellano. Máxima contrató a una niñera santiagueña para que las niñas asimilen su lado argentino. Como licenciada en Economía llevó sus conocimientos financieros a las escuelas primarias y secundarias. Ahora vuelve a demostrar su corrección política: sus padres no acudieron a su boda hace 11 años, y ella misma anunció que tampoco asistirían a la entronización.
Más de un súbdito se pregunta si la arrolladora reina no opacará al rey. La historiadora Reinildis van Ditzhuyzen no lo cree así, y asegura que Máxima estará más libre para seguir con sus actividades como patrona de la Cátedra Príncipe Claus, como miembro del Comité Nacional para la Promoción de las Inversiones, en el apoyo a las mujeres inmigrantes y en el Fondo Orange.
"Los reyes se proponen tres consignas esenciales -asegura la experta-: unir a la población en la tolerancia sin crear camarillas y como símbolo de la nación; representar al Estado en el exterior con dignidad, y apoyar a los que trabajan por el país, ya sean deportistas famosos o ciudadanos anónimos".
Hace rato que Máxima ha conquistado a los holandeses con su carisma, y desde su llegada aportó nuevos aires al entonces deteriorado ambiente de la casa de Orange. Pero no todo es carisma y glamour, y a los 42 años se muestra ambiciosa y dispuesta a servir a la sociedad con gestos y acciones. Ya de entrada, en el acto de hoy compartirá la corona con Guillermo, pero luego retomará su agenda como asesora de Naciones Unidas y como enlace de la organización con el G-20.
Desde un principio aprendió holandés en tiempo récord y cumplió a rajatabla sus obligaciones, entre ellas, recorrer Holanda permanentemente. No se descuida de la formación de sus tres hijas -Amalia, Alexia y Ariadna-, que concurren a un colegio público y manejan en parte el idioma castellano. Máxima contrató a una niñera santiagueña para que las niñas asimilen su lado argentino. Como licenciada en Economía llevó sus conocimientos financieros a las escuelas primarias y secundarias. Ahora vuelve a demostrar su corrección política: sus padres no acudieron a su boda hace 11 años, y ella misma anunció que tampoco asistirían a la entronización.
Más de un súbdito se pregunta si la arrolladora reina no opacará al rey. La historiadora Reinildis van Ditzhuyzen no lo cree así, y asegura que Máxima estará más libre para seguir con sus actividades como patrona de la Cátedra Príncipe Claus, como miembro del Comité Nacional para la Promoción de las Inversiones, en el apoyo a las mujeres inmigrantes y en el Fondo Orange.
"Los reyes se proponen tres consignas esenciales -asegura la experta-: unir a la población en la tolerancia sin crear camarillas y como símbolo de la nación; representar al Estado en el exterior con dignidad, y apoyar a los que trabajan por el país, ya sean deportistas famosos o ciudadanos anónimos".
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