29 Abril 2013
La vida de María Magdalena Andrada, de 40 años, ingresó hace poco más de un año en un oscuro túnel de desgracias. Fue cuando, en una calle de La Plata, Buenos Aires, la atropelló un camión mientras iba en moto a su trabajo, en un geriátrico. Sufrió fracturas expuestas en su pierna izquierda y otras lesiones que la mantuvieron postrada durante meses. Tras varias operaciones, los médicos lograron salvar el miembro herido, pero quedó desvalida, sin trabajo, en un desamparo casi total: como si fuera poco, se había separado de su marido algunos meses antes del accidente y ahora está a cargo de sus cuatro hijos, a los que debe alimentar.
Su hermano Juan Carlos la ayudó a regresar a su ciudad natal, Aguilares, de la que se había ido cuando tenía 18 años. Ahora vive ahí en una precaria casa que le prestaron unos parientes y que está en el barrio Santa Bárbara, a la orilla de la ruta 38. Todo lo que posee María Magdalena es prestado. Y lo único que les permite subsistir a ella y a los chicos, son los $ 30 que su hermano limonero le alcanza día por medio. Sí, eso: apenas tres billetes de $ 10.
A la única asistencia del Estado la recibió hace unas semanas, cuando en el hospital le dieron $ 60 para que comprara algunos alimentos. "Quisiera poder salir de aquí a hacer cualquier cosa para ganarme unos pesos y poder alimentar y vestir como corresponde a mis chicos. Pero esta pierna me tiene tirada", se lamentó. La mujer, rodeada por Lautaro, de siete, y por Micaela, de cinco, explicó que, en ese momento, sus otros hijos (Dylan, de 15, y Emiliano, de 10), se habían ido hasta un vaciadero a buscar algunas ropas y otras cosas que "ellos dicen que están buenas y la gente tira".
"Todo se me vino encima: el accidente, la separación y la pérdida del trabajo, con el que me mantenía sin problemas. Ahora lo único que me queda es luchar para conseguir un ingreso, recuperar el salario para mis hijos que van a la escuela y poder, además, hacerme curar la pierna. Me tienen que operar otra vez", agregó.
María Magdalena, casi como una anécdota pasajera, aclaró que en realidad sus desdichas se avecinaron cuando hace un par de años, víctima de un drama pasional, la acuchillaron en el pecho. Desprendió su camisa y mostró una lesión cicatrizada. "Me salvé de milagro. Sufrí la quebradura de una costilla", dijo sin entrar en más detalles. La madre explicó que ya inició hace tiempo diligencias con el fin de acceder a una pensión, pero que hasta ahora no tuvo novedades. En la Anses trató de recuperar la asignación de sus hijos, pero le dijeron que actualmente la cobra su ex esposo. Le explicaron que se lo debe reclamar a él o iniciar una demanda judicial. "Los hijos son los que me dan fuerza para no perder la esperanza. De mi marido no se nada. Si no fuera por mi hermano -admitió-, no sé qué hubiera sido de nosotros. Nos ayuda con lo poco que gana". La precaria casa de ladrillos que habita estuvo abandonada un tiempo. "Las chapas del techo están casi sueltas. Le pusimos unos alambres para que no se vuelen cuando corra viento o llueva. Pero no logramos evitar que deje de caer agua adentro. La última vez se nos mojó todo. Por eso me hice un pequeño techito sobre la cama", contó. María Magdalena, finalmente, confesó ser religiosa y confiar que, si el Estado no la ayuda, Dios seguro le dará una mano.
Su hermano Juan Carlos la ayudó a regresar a su ciudad natal, Aguilares, de la que se había ido cuando tenía 18 años. Ahora vive ahí en una precaria casa que le prestaron unos parientes y que está en el barrio Santa Bárbara, a la orilla de la ruta 38. Todo lo que posee María Magdalena es prestado. Y lo único que les permite subsistir a ella y a los chicos, son los $ 30 que su hermano limonero le alcanza día por medio. Sí, eso: apenas tres billetes de $ 10.
A la única asistencia del Estado la recibió hace unas semanas, cuando en el hospital le dieron $ 60 para que comprara algunos alimentos. "Quisiera poder salir de aquí a hacer cualquier cosa para ganarme unos pesos y poder alimentar y vestir como corresponde a mis chicos. Pero esta pierna me tiene tirada", se lamentó. La mujer, rodeada por Lautaro, de siete, y por Micaela, de cinco, explicó que, en ese momento, sus otros hijos (Dylan, de 15, y Emiliano, de 10), se habían ido hasta un vaciadero a buscar algunas ropas y otras cosas que "ellos dicen que están buenas y la gente tira".
"Todo se me vino encima: el accidente, la separación y la pérdida del trabajo, con el que me mantenía sin problemas. Ahora lo único que me queda es luchar para conseguir un ingreso, recuperar el salario para mis hijos que van a la escuela y poder, además, hacerme curar la pierna. Me tienen que operar otra vez", agregó.
María Magdalena, casi como una anécdota pasajera, aclaró que en realidad sus desdichas se avecinaron cuando hace un par de años, víctima de un drama pasional, la acuchillaron en el pecho. Desprendió su camisa y mostró una lesión cicatrizada. "Me salvé de milagro. Sufrí la quebradura de una costilla", dijo sin entrar en más detalles. La madre explicó que ya inició hace tiempo diligencias con el fin de acceder a una pensión, pero que hasta ahora no tuvo novedades. En la Anses trató de recuperar la asignación de sus hijos, pero le dijeron que actualmente la cobra su ex esposo. Le explicaron que se lo debe reclamar a él o iniciar una demanda judicial. "Los hijos son los que me dan fuerza para no perder la esperanza. De mi marido no se nada. Si no fuera por mi hermano -admitió-, no sé qué hubiera sido de nosotros. Nos ayuda con lo poco que gana". La precaria casa de ladrillos que habita estuvo abandonada un tiempo. "Las chapas del techo están casi sueltas. Le pusimos unos alambres para que no se vuelen cuando corra viento o llueva. Pero no logramos evitar que deje de caer agua adentro. La última vez se nos mojó todo. Por eso me hice un pequeño techito sobre la cama", contó. María Magdalena, finalmente, confesó ser religiosa y confiar que, si el Estado no la ayuda, Dios seguro le dará una mano.
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