18 Abril 2013
Trasladan en carros a muertos y enfermos porque los caminos están arruinados
Las redes de caminos bajo el control de la provincia tienen 2.400 kilómetros. La mitad están pavimentados y un gran porcentaje se encuentra deteriorado. Los habitantes del interior y los productores agropecuarios son los principales afectados, entre ellos, los que viven en La Brea y Chañar Muyo, que la pasan muy mal.
DA PENA. Así está el camino vecinal que va a La Brea y a Chañar Muyo.
Si no fuera por el sulky y por el tractor... A pesar de que La Brea y Chañar Muyo son nombres que suenan a campo y tradición, la cuestión no pasa por el criollismo ni por lo pintoresco. En estos dos pueblos (en realidad, poco más de una decena de casas desperdigadas entre monte, caña y soja) el vehículo de motor potente y el que es tirado por el caballo voluntarioso sirven, entre muchas otras cosas, para llevar a los muertos al cementerio y para arrimar hasta la ambulancia a las personas que necesitan diálisis. No, no es lejos: están unos 20 kilómetros al sur de Villa de Leales. Pero a la distancia la multiplica la alfombra de tierra de la ruta 306 que se vuelve río de barro cuando llueve. Y la vergüenza de los caminos vecinales a los que el monte se está tragando.
La casa de Adelaida Ardiles está formada por cuatro estructuras: la principal, levantada con bloques grises; las otras tres son habitaciones con paredes de palos y cañas, y de ellas cuelgan toallas de colores y espejitos con marcos de plástico. El piso es de tierra apisonada y barrida. Al fondo se ve el suelo arado. Sentada en una silla de plástico blanca y con las manos cruzadas sobre el abdomen, ella aguantó una lágrima. "La tuve a mi madre dos años postrada en esta casa", recordó. El calvario de la enfermedad duró hasta que Adelaida Argañaráz murió en mayo de 2012, a los 75 años. Había llovido y el camino era un desastre. "La carroza fúnebre no pudo llegar hasta acá ¡Y la tuvimos que sacar en un carro tirado por un tractor!", se indignó. No puede ocultar la humillación que siente por no haber despedido a su mamá como hubiese querido.
La Brea y Chañar Muyo son dos de los tantos pueblos en los que las rutas funcionan al revés: en vez de acercar, alejan. Las redes primarias y secundarias de caminos que están bajo la tutela de la Provincia se extienden cerca de 2.400 kilómetros. De todos ellos, 1.200 están pavimentados, según datos de la Dirección Provincial de Vialidad (DPV). Pero el deterioro se está devorando a un gran porcentaje.
La semana pasada, taxistas rurales y vecinos cortaron la 302 a la altura de Ranchillos; la rotonda de la 306 y la 321, en Los Bulacio, y el cruce de la 306 y la 9, cerca de San Andrés. Entre otras cosas, se quejaron por el mal estado de los caminos. No es la primera vez que lo hacen; es una protesta que se renueva año tras año. Por eso, LA GACETA salió a recoger las historias de aquellos que están agobiados por baches, pavimento viejo, tierra y barro a lo largo de la 306, de la 321, de la 302, de la 304 y de la 305, entre otras rutas olvidadas.
Para llegar a La Brea y a Chañar Muyo hay que recorrer la 306 hacia el sur. El pavimento es más o menos digno hasta Villa de Leales. Ahí se termina y arranca el polvaredal que se extiende casi hasta el dique El Frontal. Patricia Chipolari y Jorge Musmesi oficiaron de guías. A la casa de ella es cada vez más difícil acceder, porque el monte está avanzando sobre el camino vecinal que la comuna de Los Gómez debería mantener; él debe ensillar un caballo todos los días para buscar el pan que vende en su quiosco, porque los proveedores no pueden acercárselo. "Estamos doblemente aislados. Por un lado, la ruta 306 está en pésimas condiciones. Por el otro, la comuna no se hace cargo de los caminos que van hasta las casas de los vecinos", se quejó Jorge.
Monte de por medio está la casa de José Roberto Zelaya y de Adelaida Arrieta (sí, otra Adelaida). Ella tiene 82 años, debe someterse a diálisis y cuando el camino se vuelve intransitable, a su familia no le queda otra opción que subirla al sulky y acercarla hasta donde las ambulancias logren llegar. "Pero ahora está tan mal de las piernas que ni al sulky puede subir", se preocupa su marido.
El este, castigado
Los caminos de la zona este de la provincia son los más deteriorados, denunció el legislador Alberto Colombres Garmendia. El parlamentario del PRO integra la comisión de Economía y Producción y es el presidente de la Asociación Braford Argentina (nuclea a los productores de esta raza bovina). "El Gobierno hace obras con las encuestas en la mano. Por eso, las rutas en peor estado están en las zonas menos pobladas, entre ellas, las del este. Lo que no se tiene en cuenta son las vidas que se pierden", reclamó Colombres Garmendia.
Es que una vuelta por Leales, por Cruz Alta y por Burruyacu deja en claro que las consecuencias de los caminos en mal estado van más allá de las incomodidades que pueden causar un bache o la aspereza del ripio.
"Siéntese, que le voy a explicar", le dijo al cronista Pastora Andrada mientras señalaba una silla negra de plástico. Inmediatamente, la encargada del Museo Sanmartiniano de la Ramada de Abajo empezó a sacar notas con reclamos que presentó en la DPV. "La ruta 304 está tan mal que cuando los automovilistas se desvían por la que pasa por acá (en referencia a la 317) aceleran a fondo. Es que el pavimento es relativamente bueno. Pero hay otros problemas que son consecuencia de la falta de mantenimiento. Por ejemplo, como no hay banquinas, los chicos de la escuela 313 (está detrás del museo) van y vienen por el pavimento. No hay iluminación y hasta ahora no desmalezaron. Ojo: el año pasado hubo dos muertos", enumeró Pastora.
"En el museo esta situación repercute. Porque los colegios de la ciudad prefieren no mandar a los chicos", agregó el guía David Torres. Instantes después, los alumnos de la escuela ramadeña salieron de clases. Y casi todos enfilaron hacia la ruta. Arrancaba el lento y peligroso regreso a casa de todos los días.
La casa de Adelaida Ardiles está formada por cuatro estructuras: la principal, levantada con bloques grises; las otras tres son habitaciones con paredes de palos y cañas, y de ellas cuelgan toallas de colores y espejitos con marcos de plástico. El piso es de tierra apisonada y barrida. Al fondo se ve el suelo arado. Sentada en una silla de plástico blanca y con las manos cruzadas sobre el abdomen, ella aguantó una lágrima. "La tuve a mi madre dos años postrada en esta casa", recordó. El calvario de la enfermedad duró hasta que Adelaida Argañaráz murió en mayo de 2012, a los 75 años. Había llovido y el camino era un desastre. "La carroza fúnebre no pudo llegar hasta acá ¡Y la tuvimos que sacar en un carro tirado por un tractor!", se indignó. No puede ocultar la humillación que siente por no haber despedido a su mamá como hubiese querido.
La Brea y Chañar Muyo son dos de los tantos pueblos en los que las rutas funcionan al revés: en vez de acercar, alejan. Las redes primarias y secundarias de caminos que están bajo la tutela de la Provincia se extienden cerca de 2.400 kilómetros. De todos ellos, 1.200 están pavimentados, según datos de la Dirección Provincial de Vialidad (DPV). Pero el deterioro se está devorando a un gran porcentaje.
La semana pasada, taxistas rurales y vecinos cortaron la 302 a la altura de Ranchillos; la rotonda de la 306 y la 321, en Los Bulacio, y el cruce de la 306 y la 9, cerca de San Andrés. Entre otras cosas, se quejaron por el mal estado de los caminos. No es la primera vez que lo hacen; es una protesta que se renueva año tras año. Por eso, LA GACETA salió a recoger las historias de aquellos que están agobiados por baches, pavimento viejo, tierra y barro a lo largo de la 306, de la 321, de la 302, de la 304 y de la 305, entre otras rutas olvidadas.
Para llegar a La Brea y a Chañar Muyo hay que recorrer la 306 hacia el sur. El pavimento es más o menos digno hasta Villa de Leales. Ahí se termina y arranca el polvaredal que se extiende casi hasta el dique El Frontal. Patricia Chipolari y Jorge Musmesi oficiaron de guías. A la casa de ella es cada vez más difícil acceder, porque el monte está avanzando sobre el camino vecinal que la comuna de Los Gómez debería mantener; él debe ensillar un caballo todos los días para buscar el pan que vende en su quiosco, porque los proveedores no pueden acercárselo. "Estamos doblemente aislados. Por un lado, la ruta 306 está en pésimas condiciones. Por el otro, la comuna no se hace cargo de los caminos que van hasta las casas de los vecinos", se quejó Jorge.
Monte de por medio está la casa de José Roberto Zelaya y de Adelaida Arrieta (sí, otra Adelaida). Ella tiene 82 años, debe someterse a diálisis y cuando el camino se vuelve intransitable, a su familia no le queda otra opción que subirla al sulky y acercarla hasta donde las ambulancias logren llegar. "Pero ahora está tan mal de las piernas que ni al sulky puede subir", se preocupa su marido.
El este, castigado
Los caminos de la zona este de la provincia son los más deteriorados, denunció el legislador Alberto Colombres Garmendia. El parlamentario del PRO integra la comisión de Economía y Producción y es el presidente de la Asociación Braford Argentina (nuclea a los productores de esta raza bovina). "El Gobierno hace obras con las encuestas en la mano. Por eso, las rutas en peor estado están en las zonas menos pobladas, entre ellas, las del este. Lo que no se tiene en cuenta son las vidas que se pierden", reclamó Colombres Garmendia.
Es que una vuelta por Leales, por Cruz Alta y por Burruyacu deja en claro que las consecuencias de los caminos en mal estado van más allá de las incomodidades que pueden causar un bache o la aspereza del ripio.
"Siéntese, que le voy a explicar", le dijo al cronista Pastora Andrada mientras señalaba una silla negra de plástico. Inmediatamente, la encargada del Museo Sanmartiniano de la Ramada de Abajo empezó a sacar notas con reclamos que presentó en la DPV. "La ruta 304 está tan mal que cuando los automovilistas se desvían por la que pasa por acá (en referencia a la 317) aceleran a fondo. Es que el pavimento es relativamente bueno. Pero hay otros problemas que son consecuencia de la falta de mantenimiento. Por ejemplo, como no hay banquinas, los chicos de la escuela 313 (está detrás del museo) van y vienen por el pavimento. No hay iluminación y hasta ahora no desmalezaron. Ojo: el año pasado hubo dos muertos", enumeró Pastora.
"En el museo esta situación repercute. Porque los colegios de la ciudad prefieren no mandar a los chicos", agregó el guía David Torres. Instantes después, los alumnos de la escuela ramadeña salieron de clases. Y casi todos enfilaron hacia la ruta. Arrancaba el lento y peligroso regreso a casa de todos los días.
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