Por Carlos Páez de la Torre H
15 Abril 2013
ÁNGEL VICENTE PEÑALOZA. "El Chacho" fue derrotado por los "liberales" del gobernador tucumano José María del Campo en 1862. LA GACETA / ARCHIVO
Don Nabor Córdoba, testigo y actor, en un artículo de 1863 de "El Liberal" narró el combate del 10 de febrero de 1862 entre los "liberales" del gobernador José María del Campo y los "federales" que mandaban el ex gobernador Celedonio Gutiérrez y Ángel Vicente "Chacho" Peñaloza.
"El 10 llegamos a las inmediaciones del memorable campo de Río Colorado. Allí, en presencia de las tristes reminiscencias del pasado, manifestó el señor gobernador Campo deseos de encontrar al enemigo en el mismo sitio donde fueron desgraciados el bravo Lavalle y el valiente Espinosa", escribe Córdoba.
Rato después, un parte de vanguardia les avisaba la proximidad de los federales: entre la polvareda, ya se distinguían "los chiripás y camisetas coloradas de los mamelucos de Los Llanos", que eran "más de dos mil". Al primer cañonazo, "se desataron las furias del combate. Las caballerías riojanas se arrojaron sobre nuestros flancos", que fueron arrollados "en esa intrépida y briosa carga". Entonces Del Campo, "con su serenidad inmutable y con el valor espartano que lo caracteriza", arengó a la infantería. Con sus palabras, "revivió nuevo ardor en los corazones y cuatro horas después éramos dueños del campo".
Córdoba nombraba a los jefes que obedecían a Del Campo: "el antiguo veterano coronel (Juan) Elías, el viejo patriota coronel D. Domingo Aráoz, el digno coronel D. Julián Murga, el valiente coronel D. Lucas Ibiri, el intrépido teniente coronel D. Octavio Luna, los bravos comandantes D. Bernabé Aráoz, D. Amadeo Alurralde, D. José Gabriel Paz, Arismendi, el capitán Bulacio, y a más un grupo de oficiales de las tres armas, todos acreedores, como el gallardo capitán (David) Zavalía, a los laureles del triunfo".
"El 10 llegamos a las inmediaciones del memorable campo de Río Colorado. Allí, en presencia de las tristes reminiscencias del pasado, manifestó el señor gobernador Campo deseos de encontrar al enemigo en el mismo sitio donde fueron desgraciados el bravo Lavalle y el valiente Espinosa", escribe Córdoba.
Rato después, un parte de vanguardia les avisaba la proximidad de los federales: entre la polvareda, ya se distinguían "los chiripás y camisetas coloradas de los mamelucos de Los Llanos", que eran "más de dos mil". Al primer cañonazo, "se desataron las furias del combate. Las caballerías riojanas se arrojaron sobre nuestros flancos", que fueron arrollados "en esa intrépida y briosa carga". Entonces Del Campo, "con su serenidad inmutable y con el valor espartano que lo caracteriza", arengó a la infantería. Con sus palabras, "revivió nuevo ardor en los corazones y cuatro horas después éramos dueños del campo".
Córdoba nombraba a los jefes que obedecían a Del Campo: "el antiguo veterano coronel (Juan) Elías, el viejo patriota coronel D. Domingo Aráoz, el digno coronel D. Julián Murga, el valiente coronel D. Lucas Ibiri, el intrépido teniente coronel D. Octavio Luna, los bravos comandantes D. Bernabé Aráoz, D. Amadeo Alurralde, D. José Gabriel Paz, Arismendi, el capitán Bulacio, y a más un grupo de oficiales de las tres armas, todos acreedores, como el gallardo capitán (David) Zavalía, a los laureles del triunfo".