Volvieron a la sala de torturas en la ex Jefatura
Cinco testigos-víctima de la causa por delitos de lesa humanidad participaron de una inspección en el centro clandestino de detención. Los participantes recordaron cómo estaba organizado físicamente el espacio donde fueron torturados e interrogados y donde permanecieron detenidos
Donde antes había calabozos ínfimos, ahora se estacionan vehículos. Justo donde estaba la "parrilla" -ese camastro metálico pergeñado para aplicar la picana eléctrica- se ubican hoy un par de escritorios. El despacho de Roberto "El Tuerto" Albornoz estuvo primero por aquí y luego, un poco más allá. En el suelo sobre el que hay estantes cargados con biblioratos y pequeñas oficinas, se acomodaban hace más de 30 años los cuerpos todavía temblorosos por las torturas.
El edificio de la ex Jefatura de Policía (Junín y Santa Fe) albergó el centro clandestino de detención urbano más grande de la provincia durante el terrorismo de estado. Ayer, cinco testigos-víctimas de la megacausa "Arsenales II-Jefatura II", que intenta dilucidar los crímenes de lesa humanidad cometidos allí, recorrieron el lugar. Acompañados de los jueces (Carlos Jiménez Montilla, Gabriel Casas, Juan Carlos Reynaga y Hugo Cataldi), de los fiscales (Leopoldo Peralta Palma, Patricio Rovira y Pablo Camuña) y de los abogados querellantes y defensores, participaron de una inspección ocular que será una prueba clave en el juicio. Los ex policías y ex militares imputados, en tanto, no quisieron concurrir.
Juan Fote, Raúl Elías, Carlos Soldati, Oscar Conte y Luis Gallardo recorrieron las instalaciones donde hoy funcionan dependencias del Ministerio de Educación. Revivieron el horror, pero eso nos les impidió coincidir en detalles precisos de cómo era físicamente y cómo estaba organizado el sitio. Fote fue secuestrado en 1975; Elías y Soldati en 1976 y Conte y Gallardo en 1977.
El sector donde había más de una docena de celdas individuales (sobre calle Santa Fe) fue demolido, pero en el piso aún pueden verse los esqueletos del pasillo que las separaba y de las paredes que las dividían. Rovira confirmó que en la parte que sigue en pie, los declarantes reconocieron la entrada, un salón que funcionaba como calabozo comunitario, la sala de tortura, un baño del que los captores sacaban agua para mojarlos y luego aplicarles descargas eléctricas y la oficina de Albornoz. "Uno ve un expediente, pero cuando las partes del proceso vienen y hacen vivo el recuerdo y reconocen los espacios es una prueba irrefutable y convincente", valoró.
La querellante Laura Figueroa recordó que la última vez que se había hecho el procedimiento en el lugar fue en el marco de la causa "Jefatura I" (2010). Lamentó que el edificio o parte de él no se preserve como un sitio para la memoria.
El secretario del Tribunal, Mariano García Zavalía, por su parte, adelantó que la semana que viene se tomarían los primeros testimonios de los casos del centro de exterminio del Arsenal y que luego allí también se hará una inspección ocular.
"Transporte de carne"
"Me torturaron aquí". "Me golpearon tanto que no podía caminar. Por ese patio me llevaban entre dos agentes". "Me acuerdo de estos escalones, estaba vendado y me tropecé con ellos". "Me subí al hombro de mi compañero de celda y por un ventiluz vi la calle Santa Fe". Las frases de los testigos formaron imágenes y generaron escalofríos. Contaron que los operativos tras los que llegaban o se llevaban detenidos se hacían bajo el amparo de la oscuridad de la noche. También las torturas. Coincidieron en que los alaridos y llantos de hombres y mujeres cortaban el silencio.
"¿Que si me torturaron? En la espalda tengo cicatrices de 19 quemaduras". Gallardo era presidente de la Juventud Peronista y sufrió cuatro detenciones. "Me responsabilizaban de cuanto ocurría. Primero, de la voladura del avión Hércules y después, de los crímenes más inverosímiles. En la mesa de conducción había dos dirigentes cercanos a Montoneros, debe ser por eso", consignó luego de que terminó la medida. Aún no se explica cómo está vivo. Sucede que la última vez que lo "chuparon" estuvo un día en el lugar. "A los que nos consideraban más 'peligrosos' los dueños de la vida y la muerte nos llevaban al Arsenal. Irónicamente, me trasladaron en un camión que decía 'Transporte de Carnes'. Había dos vehículos y dos filas de detenidos. Luego, supe que uno era para los que irían a DF (Destino Final) y los otros, serían liberados. Yo tenía el número 9. Estaba en la primera cola. Por error, me cambiaron a la segunda", recordó. Afirmo que al otro día allanaron su casa, pero él ya había escapado. Su derrotero -y los de otros testigos- dan cuenta de las características del circuito represivo y de la interacción entre centros clandestinos. Para los acusadores, la Jefatura fue un espacio de tránsito en el que las personas eran torturadas para obtener información que serviría para generar nuevas detenciones. Luego, un organismo de inteligencia decidía el destino. Si bien no era un sitio de exterminio, allí se habrían producido muertes por los castigos físicos.
Soldati permaneció 10 días en la Jefatura. Sus hermanos Berta y Luis Alberto están desaparecidos. Con la voz quebrada, concluyó: "volver implica una serie de sacudones y estremecimientos en el alma. Siempre me llamó la atención que estuviera tan cerca del microcentro. Por la ventana me llegaban las voces de la gente que caminaba por la vereda. Ahí estaba la vida, nosotros estábamos del otro lado".
El CCD, según la Justicia
Desde principio de la década del 70', la Jefatura de Policía funcionó como un centro urbano clandestino de detenciones.
De acuerdo con la investigación judicial, el centro estaba entonces controlado por mandos del Ejército y de la Policía provincial.
Había unas 50 personas, miembros del Servicio de Información Confidencial (SIC). Una estructura (no formal) de inteligencia.
El SIC e inteligencia de otras fuerzas decidían detenciones. También era responsable de las "patotas" que secuestraban.
Según los testimonios, la Jefatura tenía dos grandes áreas: una de interrogatorios y torturas y otra, donde estaban los de calabozos.
Dentro del circuito represivo, era un lugar de paso. De allí, se trasladaba a los detenidos a otros centros.