Una lucha entre el bien y el mal

Una lucha entre el bien y el mal

Vigente, con viejas marcas y nuevas señas, sigue atrapando a millones de lectores. En este número rastreamos posibles causas de su renovado éxito y les ofrecemos análisis sobre algunos de los más recientes títulos del género, nacionales y extranjeros, que vale la pena leer. Repasamos lo último de Black, Paszkowski, Olguín, Oyola, Malajovich, Connolly y Von Schirach.

07 Abril 2013

"¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces cometiendo una acción estúpida o vil, por la única razón de que 'no debe' cometerla? ¿Acaso no existe en nosotros una eterna inclinación, a despecho de la excelencia de nuestro juicio, a violar 'la ley' simplemente porque reconocemos que es la ley?" (Edgar Allan Poe)

¿Cuánto hace que no escucha o lee la palabra justicia? Y no hablamos de la institución. Lo que acapara nuestra atención en este caso es la falta de ella. Por eso, como mendicantes, la pedimos, la requerimos, la reclamamos, la exigimos. Estamos más acostumbrados a no tenerla que a disfrutarla. Y por eso, recurrimos desde tiempos inmemorables a placebos. Y tal vez los libros sean una de las mejores recetas para suplir su falta. 

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El género policial se ríe de sus detractores. Como a la cigarra, tantas veces lo mataron y tantas veces se murió, sin embargo está aquí, más fuerte que nunca. Y con una legión de seguidores que no tiene pruritos a la hora de defenderlo. ¿Y qué nos hace solazarnos con esta mezcla de sangre, intriga, sexo, acción y muchas veces humor? El morbo, esa atracción hacia lo desagradable de la que todos nos horrorizamos pero que no podemos controlar. Y si hay algo que los autores tienen en claro es justamente que pueden manipular nuestros más bajos sentimientos. Y permitirnos, aunque más no sea mientras estamos tirados en la cama, admirar el metódico trabajo de ese asesino en serie que el héroe de nuestra novela se empeña en identificar.

Rodolfo Walsh advertía que un enigma es tan rico en posibilidades que, tanto aclarándolo como dejándolo insoluble, se puede escribir con él un cuento o una novela. Y lo decía él que, con Operación masacre, inauguró un subgénero en el policial con una novela testimonial, que saltó a la fama mundial nueve años después cuando Truman Capote publicó A sangre fría.

Forenses de los médicos

Entonces, ¿qué une a tipos como Dumas, Conan Doyle, Chandler, Wallace, Leroux, Hammett, o a damas como Agatha Christie, Patricia Highsmith o Ellery Queen que marcaron la historia, con otros más acá en el tiempo, como Mankell, Vázquez Montalbán, Connelly, P.D. James o Stieg Larsson? Ellos dejan pruritos de lado. No pueden, ni deben, ni quieren dejarse llevar por moralinas. Lo suyo es el crimen, el delito, lo peor de la raza humana. Son los forenses de los médicos. Conviven con la muerte. Y lo disfrutan.

Por suerte, en la Argentina el género también tiene quien le escriba. Y si hombres como Borges, Sabato o Bioy Casares se rindieron a sus pies, hoy Leonardo Oyola, Federico Levín, Guillermo Martínez, Claudia Piñeiro o Diego Paszkowki continúan con la tradición y nos aseguran a los amantes del delito que no sólo en Escandinavia podemos encontrar a los mejores criminales, tal como la tendencia está marcando ahora de la mano de K. O. Dhall, Sjöwall y Wahlöö, Karin Fossum o el nuevo genio llegado del frío, Jo Nesbo.

El género policial es nada más y nada menos que una traslación de la histórica lucha entre el bien y el mal. Pero lo mejor que tiene es que le permite a cada lector ubicarse en el lado que más le guste. Y no tener que sentirse mal por ello.

© LA GACETA Juan Manuel Montero - Periodista. Editor senior y exjefe de la sección Policiales de LA GACETA.

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