
Carlos Duguech - Analista internacional
"I have a dream" (Yo tengo un sueño). No hay referencia alguna a Martin Luther King que no incluya esa conmovedora expresión de confianza en sí mismo y en su causa por los derechos civiles y políticos de los negros en los Estados Unidos. Frase que repitió con voz profunda y potente ante la multitud en su marcha a Washington, "por la libertad y el trabajo", en 1963, desde el monumento a Lincoln.
No en vano eligió ese lugar (Lincoln Memorial Center) desde donde dos flechas yuxtapuestas eran lanzadas desde un profundo humanismo. La de Abraham Lincoln, hacia la liberación de la esclavitud y la de Martin Luther King en procura de los derechos civiles y políticos de los de su raza. Sus vivencias y su muerte misma, asesinado como lo fue Lincoln, son el ejemplo más diáfano de que su causa era asumida en plenitud, sin titubeos ni temores. Iluminó conciencias y derribó prejuicios y mitos que enlodaban la condición humana. Puso en alto los valores del espíritu, de la conciencia civil y de la naturaleza gregaria del hombre.
Cuando por el transcurso del tiempo se percibe la evolución de las sociedades para alcanzar estándares de convivencia acordes con la naturaleza humana y la dignidad de las personas podemos hallar signos que en otras épocas eran impensados. Salvo para líderes como King que sí suponían que su lucha y su entrega a la causa que animaban eran necesarias y producirían cambios. Y absorbiendo las enseñanzas de Gandhi por la gestión no violenta- que le marcaron en su viaje a la India para encontrarse con el padre de la independencia del país asiático del imperio inglés, el pastor Martin Luther King, emprendió una gigantesca tarea para llevar el entusiasmo y la visión de un futuro digno para los afectados por el profundo racismo en su país. No le fue fácil.
Debió esmerarse en hallar modos para contener a los movimientos que sí elegían la violencia para alcanzar sus metas reivindicativas, tales como "Poder negro", "Musulmanes negros" y "Panteras negras". Las concentraciones neoyorquinas, entre otras, de grupos nacionalistas negros no eran sino vallas en propia trinchera que erosionaban su modo gandhiano de lucha, inclaudicable. No le fue fácil, tampoco, desarrollar su cruzada en favor de los derechos del sector negro y afroamericano de su país, perseguido casi todo el tiempo por el FBI (Oficina Federal de Investigaciones de los EEUU) del mítico Edgar Hoover, su director. Por más 45 años al frente del FBI, poderoso señor de intimidades y vidas privadas de encumbrados hombres de la política y de los movimientos sociales de EEUU, utilizó todo tipo de artimañas ilegales -tal su poder- para involucrar al líder negro con el comunismo, obsesionado en esa caza más que macartiana.
Eran tiempos de la guerra de Vietnam a la que King se oponía convencido y convenciendo a sus seguidores. El asesinato, el 4 de abril de 1968 en Memphis, adjudicado a una persona, James Early Ray que confesó y luego se retractó, significó que el crimen quedara en el misterio aunque se sospecha que hubo un complot. El asesinato de John F. Kennedy, que había recibido a Martin Luther King (1963) prometiéndole medidas oficiales favorables a sus peticiones, también se internó en esa nebulosa de las comisiones (Warren, del Senado) que finalmente se esmeró en desmontar la idea de que el asesinato fue una conspiración (interna o externa). El caso de King ha ingresado en esa misma nebulosa.
La propia familia del líder reclamó una investigación sobre las posibilidades de una conspiración sin descartar que haya sido urdida desde algún sector del poder. Cuando Barack Obama asume por segunda vez la presidencia de los Estados Unidos, elige para su juramento posar la mano sobre sendas biblias: la de Lincoln y la de King. Todo un gesto concreto, más contundente que las palabras.
Del líder asesinado hace 45 años puede decirse que fue el premio Nobel de la Paz (1964) más joven y que su obra ha generado que se declare en EEUU el "Día de Martin Luther King" los terceros lunes de enero de cada año en conmemoración de su natalicio en Atlanta. Son muy pocos los feriados nacionales en EEUU. Éste es uno de ellos, sin embargo. Es el tributo a un hombre singular asesinado a los 39 años por la potencia que sus singularidades habían generado entre los sectores ultra racistas de EEUU que todavía existen, pese a todo.
