Por Patricia Vega
24 Marzo 2013
BUENOS AIRES - A tono con la onda de armonía vaticana y por ahora desde las palabras, la Presidenta ha retornado abruptamente a las fuentes e ideológicamente volvió a mirar de cerca la raíz social-cristiana del movimiento peronista, para comenzar a estructurar un relato político opuesto a la matriz divisionista que venía ejecutando su gobierno. Por decirlo de otra forma, en este primer round de los nuevos tiempos, papa Francisco mediante, el peso histórico del Juan Perón de sus últimos días le ha pegado una fuerte trompada en el mentón a Ernesto Laclau, de quien se viene nutriendo el kirchnerismo para darle justificativo teórico a sus propias acciones.
Aquel cinismo de la "apropiación" por conveniencia de la figura del Papa para que no se adueñe de él la oposición, más allá de lo desafortunado de la analogía, cuesta ponerlo en alguna categoría de análisis. El papel de los opositores, por ahora está demasiado difuso como para saber si la situación los ayuda y el hecho de que el Papa haya dicho que no vendrá antes de las elecciones los deja un poco más a la intemperie, sobre todo si no pueden articular un discurso que atempere el giro cristinista.
Fue esta semana que pasó y no antes, que ella habló de "dejar de lado lo malo, lo feo y el odio". También dijo que la "clave" está en que "no peleemos, que nos entendamos, porque hay algunos que quieren que nos peleemos; no les voy a dar el gusto, no nos vamos a pelear, nos vamos a entender los argentinos de una buena vez por todas", advirtió.
Y seguramente encarismada por Francisco añadió: "Dios nos hizo a su imagen y semejanza, pero a todos diferentes, para que tengamos la opción de elegir qué queremos ser. Esto es la condición humana, la diversidad, la pluralidad y la aceptación de esa diversidad".
Hasta ahora, el diálogo fue sólo con los que piensan igual, mientras que por consenso el kirchnerismo entiende de modo sui generis que es producto de las mayorías conseguidas en una elección y no de la síntesis que surge del cotejo de posiciones. Por eso, la Presidenta también sorprendió cuando dijo: "Yo creo que en estos días, en los próximos, vamos a discutir, vamos a hablar, vamos a debatir, vamos a acordar...".
Habrá tiempo para considerar si la maniobra es sincera o fruto del encandilamiento con el Papa o si se hace porque lo ordenan las encuestas que han indicado que el predicamento de Francisco atraviesa todas las clases sociales, pero es aun más pleno entre los humildes, la base electoral de CFK.
También habrá que prestarle atención a los reacomodamientos de la tropa interna y periférica dentro del propio Gobierno, sobre todo cuánto peso pueden dejar de tener los ideólogos de la última década si Cristina decide avanzar en la nueva línea y cómo se van a reacomodar los sectores internos tradicionalmente más peronistas.
Que la onda de paz y amor es totalmente nueva, lo certifica que en estos años de kirchnerismo, ni Néstor ni Cristina dejaron sector por cruzar. Si de leyes religiosas se habla, como nunca es tarde para el arrepentimiento y el propósito de enmienda que pregona la fe católica, aún puede haber cierta esperanza, en temas más terrenales, que la Presidenta evalúe si es verdad que el modelo económico y social es tan "maravilloso" como ella dice. Como una revisión de ese tipo no vendría mal y como tampoco nunca antes la Presidenta habló de la inflación y del dólar "blue", bien podría empezar por reconocer el problema, al menos diciendo públicamente que le preocupa la disparada de precios y la brecha cambiaria.
Sin embargo, como a su alrededor Cristina no tiene los médicos adecuados para atender al enfermo y mucho menos un equipo homogéneo, ya que Mercedes Marcó del Pont, Axel Kicillof y Guillermo Moreno son hijos de tres concepciones distintas de la economía que se rozan pero que no se complementan, ése es otro de sus problemas, también fruto de la cerrazón ideológica pre-Francisco.
Dicen economistas que el aumento de la emisión ha sido fundamental como alimento de la inflación y para la disparada del dólar, sobre todo la del mes de febrero, ya que diciembre y enero suelen compensarse estacionalmente.
Esa fue la nafta y la decisión de la AFIP de elevar a 20 % el plus sobre el precio del dólar para liquidar compras en el exterior, pero también paquetes turísticos y pasajes al exterior, el viento que necesitaba el fuego para propagarse. El resultado puso al dólar marginal al borde de los 9 pesos.
Luego, está la incidencia de la brecha cambiaria (65 %) sobre la economía real. Esa prevención frena inversiones y resiente la generación de empleo. Sin embargo, desde el Gobierno se bajó la línea equivocada: decir que el del dólar es un mercado "chico" y de especuladores y que "no pasa nada".
Los economistas difieren sobre si hay avidez por dólares y euros o si en realidad lo que se plantea es una huída del peso.
La comparación del deterioro puede hacerse con el dólar comercial del BCRA: a $ 5,10 hay que tener un poco menos de U$S 0,20 para lo mismo. Detrás de esta preferencia por la moneda extranjera, que es cosa de todos los que tienen un peso en el bolsillo y no únicamente cuestión "de grupos concentrados que buscan un golpe de mercado", como ha comenzado a decir el Gobierno repitiendo la letanía de quienes lo antecedieron en otros momentos aciagos de la Argentina, están los rendimientos de los plazos fijos que pierden por KO contra la inflación.
Por otro lado, una brecha de este calibre hace que quienes tienen que vender al exterior se retraigan y que las compras se aceleren, con lo cual se distorsiona la balanza comercial, mientras se promueve la fuga de capitales a partir de las operaciones ilegales de subfacturación de exportaciones o de sobrefacturación de importaciones.
Ahora que ha sido atraída por lo celestial, la Presidenta tiene la posibilidad de ponerle una pizca de sentido común a estas cuestiones del día a día y a virar también en materia económica, aunque ya se habla de reflotar los viejos pactos sociales que sirven para un rato, tanto como los congelamientos de precios.
Cuando se dio cuenta que Dios es más poderoso, ella comenzó a mover sus piezas para cooptar a su representante en la Tierra. Ahora, alguien debería anoticiarla que el mercado no es un dios, pero que contra él tampoco se puede.
Aquel cinismo de la "apropiación" por conveniencia de la figura del Papa para que no se adueñe de él la oposición, más allá de lo desafortunado de la analogía, cuesta ponerlo en alguna categoría de análisis. El papel de los opositores, por ahora está demasiado difuso como para saber si la situación los ayuda y el hecho de que el Papa haya dicho que no vendrá antes de las elecciones los deja un poco más a la intemperie, sobre todo si no pueden articular un discurso que atempere el giro cristinista.
Fue esta semana que pasó y no antes, que ella habló de "dejar de lado lo malo, lo feo y el odio". También dijo que la "clave" está en que "no peleemos, que nos entendamos, porque hay algunos que quieren que nos peleemos; no les voy a dar el gusto, no nos vamos a pelear, nos vamos a entender los argentinos de una buena vez por todas", advirtió.
Y seguramente encarismada por Francisco añadió: "Dios nos hizo a su imagen y semejanza, pero a todos diferentes, para que tengamos la opción de elegir qué queremos ser. Esto es la condición humana, la diversidad, la pluralidad y la aceptación de esa diversidad".
Hasta ahora, el diálogo fue sólo con los que piensan igual, mientras que por consenso el kirchnerismo entiende de modo sui generis que es producto de las mayorías conseguidas en una elección y no de la síntesis que surge del cotejo de posiciones. Por eso, la Presidenta también sorprendió cuando dijo: "Yo creo que en estos días, en los próximos, vamos a discutir, vamos a hablar, vamos a debatir, vamos a acordar...".
Habrá tiempo para considerar si la maniobra es sincera o fruto del encandilamiento con el Papa o si se hace porque lo ordenan las encuestas que han indicado que el predicamento de Francisco atraviesa todas las clases sociales, pero es aun más pleno entre los humildes, la base electoral de CFK.
También habrá que prestarle atención a los reacomodamientos de la tropa interna y periférica dentro del propio Gobierno, sobre todo cuánto peso pueden dejar de tener los ideólogos de la última década si Cristina decide avanzar en la nueva línea y cómo se van a reacomodar los sectores internos tradicionalmente más peronistas.
Que la onda de paz y amor es totalmente nueva, lo certifica que en estos años de kirchnerismo, ni Néstor ni Cristina dejaron sector por cruzar. Si de leyes religiosas se habla, como nunca es tarde para el arrepentimiento y el propósito de enmienda que pregona la fe católica, aún puede haber cierta esperanza, en temas más terrenales, que la Presidenta evalúe si es verdad que el modelo económico y social es tan "maravilloso" como ella dice. Como una revisión de ese tipo no vendría mal y como tampoco nunca antes la Presidenta habló de la inflación y del dólar "blue", bien podría empezar por reconocer el problema, al menos diciendo públicamente que le preocupa la disparada de precios y la brecha cambiaria.
Sin embargo, como a su alrededor Cristina no tiene los médicos adecuados para atender al enfermo y mucho menos un equipo homogéneo, ya que Mercedes Marcó del Pont, Axel Kicillof y Guillermo Moreno son hijos de tres concepciones distintas de la economía que se rozan pero que no se complementan, ése es otro de sus problemas, también fruto de la cerrazón ideológica pre-Francisco.
Dicen economistas que el aumento de la emisión ha sido fundamental como alimento de la inflación y para la disparada del dólar, sobre todo la del mes de febrero, ya que diciembre y enero suelen compensarse estacionalmente.
Esa fue la nafta y la decisión de la AFIP de elevar a 20 % el plus sobre el precio del dólar para liquidar compras en el exterior, pero también paquetes turísticos y pasajes al exterior, el viento que necesitaba el fuego para propagarse. El resultado puso al dólar marginal al borde de los 9 pesos.
Luego, está la incidencia de la brecha cambiaria (65 %) sobre la economía real. Esa prevención frena inversiones y resiente la generación de empleo. Sin embargo, desde el Gobierno se bajó la línea equivocada: decir que el del dólar es un mercado "chico" y de especuladores y que "no pasa nada".
Los economistas difieren sobre si hay avidez por dólares y euros o si en realidad lo que se plantea es una huída del peso.
La comparación del deterioro puede hacerse con el dólar comercial del BCRA: a $ 5,10 hay que tener un poco menos de U$S 0,20 para lo mismo. Detrás de esta preferencia por la moneda extranjera, que es cosa de todos los que tienen un peso en el bolsillo y no únicamente cuestión "de grupos concentrados que buscan un golpe de mercado", como ha comenzado a decir el Gobierno repitiendo la letanía de quienes lo antecedieron en otros momentos aciagos de la Argentina, están los rendimientos de los plazos fijos que pierden por KO contra la inflación.
Por otro lado, una brecha de este calibre hace que quienes tienen que vender al exterior se retraigan y que las compras se aceleren, con lo cual se distorsiona la balanza comercial, mientras se promueve la fuga de capitales a partir de las operaciones ilegales de subfacturación de exportaciones o de sobrefacturación de importaciones.
Ahora que ha sido atraída por lo celestial, la Presidenta tiene la posibilidad de ponerle una pizca de sentido común a estas cuestiones del día a día y a virar también en materia económica, aunque ya se habla de reflotar los viejos pactos sociales que sirven para un rato, tanto como los congelamientos de precios.
Cuando se dio cuenta que Dios es más poderoso, ella comenzó a mover sus piezas para cooptar a su representante en la Tierra. Ahora, alguien debería anoticiarla que el mercado no es un dios, pero que contra él tampoco se puede.
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