Por Lucía Lozano
20 Marzo 2013
"Imitemos al Papa, que nunca se calló"
Durante la ceremonia de inicio del Ministerio Petrino de Jorge Bergoglio, LA GACETA estuvo con monseñor Melitón Chávez, el sacerdote tucumano que encabeza la misión pastoral en las villas. Emocionado, fue muy crítico con el Gobierno. Denunció que cada vez más jóvenes mueren en la marginalidad por la droga y que el Estado hace muy poco para frenar la venta de sustancias ilegales en los barrios pobres.
UN DESAYUNO DISTINTO. Mate en mano, monseñor Melitón Chávez siguió la ceremonia desde la cocina del departamento en el que vive, en la parroquia El Salvador. LA GACETA / FOTO DE HECTOR PERALTA
"¿Tendrá puestos los zapatos de siempre, esos que están gastados de tanto caminar?", se pregunta. Y enseguida se responde: "seguro, no lo dudo". No puede borrar la sonrisa. Sus ojos no salen del asombro. Descifra los gestos de quien conoció como el padre Jorge Bergoglio y que hoy acapara la atención del mundo entero. Monseñor Melitón Chávez destaca la calma en las palabras del discurso en italiano. Reconoce el mensaje. Se siente identificado con la vida del Sumo Pontífice, que siempre prefirió acercarse a los pobres, a los más necesitados. Emocionado, llama a aprender de Francisco y pide no callar más las duras realidades que se ven en las villas.
Monseñor puso el despertador muy temprano ayer. Estaba fresco. Se dio un baño, se abrigó con un saco de lana negro, preparó el mate y se sentó frente a la pantalla de 29 pulgadas que tiene en un departamento ubicado junto a la capilla de El Salvador, en el barrio Obispo Piedrabuena. Allí se desempeña como párroco desde hace dos semanas. Antes estaba en la Iglesia Cristo Rey, pero pidió trasladarse a un lugar más cercano a los barrios marginales, especialmente La Costanera.
Chávez no se perdió ni un detalle de la misa inaugural del papado de Francisco, que arrancó a las 5.30. Aceptó que LA GACETA lo acompañara, aunque no permitió que ninguna llamada telefónica le interrumpiera ese momento inolvidable, como él lo describió.
Apuntes, mate y palmeritas
Un cuaderno para tomar apuntes y la liturgia en mano fueron esenciales durante los primeros minutos de la transmisión desde Roma. Esos datos eran fundamentales para la misa que tenía que oficiar por la tarde el padre Melitón. Después de escuchar la homilía se distendió. Sin embargo, no se movió de la silla en ningún momento. Tampoco bostezó y mucho menos probó las palmeritas que había preparado para comer mientras tomaba mate amargo (y convidaba, por supuesto).
Eligió la punta de la mesa de la cocina para ver el espectáculo desde un buen ángulo. A la hora de la bendición se persignó. Se emocionó cuando Francisco rompió el protocolo, hizo detener el Papamóvil y se acercó a un parapléjico para darle su bendición. Demostró admiración y emoción. "Miren, está vestido como un cura más, muy simple", comentó, y destacó la espontaneidad del Sumo Pontífice. "Lo que dice, lo que hace es muy parecido a lo que se puede encontrar en cualquier parroquia. Eso es lo que hace grande a Francisco. Sin dudas se viene un cambio en la Iglesia", expresa.
Tiene 55 años. Hace 28 que es cura. Melitón chávez fue nombrado no hace mucho vicario episcopal de la Solidaridad y Asuntos Sociales. Ese cargo no le impide sentirse parte de lo que, en Buenos Aires, Bergoglio bautizó hace unos años como "mercaderes de las tinieblas" (sacerdotes de villas de emergencias). La tarea de monseñor, su compromiso con la recuperación de los chicos adictos al "paco", es reconocida en cada rincón de La Costanera, a la vera del río Salí. Ya hace más de cuatro años que el sacerdote inició un trabajo pastoral en esa tierra gobernada por la pobreza y la droga, una tierra de nadie donde no entran los taxis y muy pocas veces la Policía.
"Recuerdo que todo esto empezó en enero de 2009, cuando comenzaron a conocerse los estragos que estaba haciendo la droga en La Costanera. Me puse a ver todo lo que pasaba allí; había gente muy desatendida, le faltaba de todo, pero además les faltaba la palabra de Dios. Sentí vergüenza como Iglesia, así que propuse trabajar ahí, empecé a ir todos los días, a sumar seminaristas y luego monjas", detalla.
Tratan de integrar a los villeros a una ciudad que los rechaza y les teme. Tratan de devolverles la dignidad. "Uno intenta no perder el aliento, pero es muy duro lo que pasa ahí: cada vez mueren más chicos", dice. Y añade: "realmente uno se desanima. Hay un punto en el que no podemos hacer nada y tiene que ver con la venta de drogas; esto es verdaderamente un clamor. Lo que hace el Estado respecto a esto es mínimo. La palabra inseguridad queda chica para expresar todo el sistema de violencia generalizada que hay en estos lugares, y que va creciendo. A diario nuevas familias ven cómo la droga entra en sus casas; no sabemos cómo manejar esto", denuncia.
No despega la mirada del televisor. Y convierte todos los mensajes del nuevo Papa en un reto: "hay que imitar a Francisco, que nunca se calló. Se necesitan cada vez más sacerdotes como él, que se animen a perder miedos, a acercarse a estas realidades desesperantes y a denunciarlas".
Melitón no se aleja de la calma nunca, ni cuando lanza el llamado de atención al Gobierno. Han pasado unos minutos de las 7.30. Reza. La misa de inicio del Ministerio Petrino termina en Roma y monseñor se levanta.
"Quedé impresionado", confiesa. Camina despacio para despedirse de nosotros. Tiene por delante un largo día, entre misas y recorridas barriales. Está contento por el Papa argentino. Cree que la mejor forma de homenajearlo es en las calles, junto a la gente más necesitada. Sabe que todavía queda mucho camino por recorrer. Ponerse en sus zapatos es el desafío.
Monseñor puso el despertador muy temprano ayer. Estaba fresco. Se dio un baño, se abrigó con un saco de lana negro, preparó el mate y se sentó frente a la pantalla de 29 pulgadas que tiene en un departamento ubicado junto a la capilla de El Salvador, en el barrio Obispo Piedrabuena. Allí se desempeña como párroco desde hace dos semanas. Antes estaba en la Iglesia Cristo Rey, pero pidió trasladarse a un lugar más cercano a los barrios marginales, especialmente La Costanera.
Chávez no se perdió ni un detalle de la misa inaugural del papado de Francisco, que arrancó a las 5.30. Aceptó que LA GACETA lo acompañara, aunque no permitió que ninguna llamada telefónica le interrumpiera ese momento inolvidable, como él lo describió.
Apuntes, mate y palmeritas
Un cuaderno para tomar apuntes y la liturgia en mano fueron esenciales durante los primeros minutos de la transmisión desde Roma. Esos datos eran fundamentales para la misa que tenía que oficiar por la tarde el padre Melitón. Después de escuchar la homilía se distendió. Sin embargo, no se movió de la silla en ningún momento. Tampoco bostezó y mucho menos probó las palmeritas que había preparado para comer mientras tomaba mate amargo (y convidaba, por supuesto).
Eligió la punta de la mesa de la cocina para ver el espectáculo desde un buen ángulo. A la hora de la bendición se persignó. Se emocionó cuando Francisco rompió el protocolo, hizo detener el Papamóvil y se acercó a un parapléjico para darle su bendición. Demostró admiración y emoción. "Miren, está vestido como un cura más, muy simple", comentó, y destacó la espontaneidad del Sumo Pontífice. "Lo que dice, lo que hace es muy parecido a lo que se puede encontrar en cualquier parroquia. Eso es lo que hace grande a Francisco. Sin dudas se viene un cambio en la Iglesia", expresa.
Tiene 55 años. Hace 28 que es cura. Melitón chávez fue nombrado no hace mucho vicario episcopal de la Solidaridad y Asuntos Sociales. Ese cargo no le impide sentirse parte de lo que, en Buenos Aires, Bergoglio bautizó hace unos años como "mercaderes de las tinieblas" (sacerdotes de villas de emergencias). La tarea de monseñor, su compromiso con la recuperación de los chicos adictos al "paco", es reconocida en cada rincón de La Costanera, a la vera del río Salí. Ya hace más de cuatro años que el sacerdote inició un trabajo pastoral en esa tierra gobernada por la pobreza y la droga, una tierra de nadie donde no entran los taxis y muy pocas veces la Policía.
"Recuerdo que todo esto empezó en enero de 2009, cuando comenzaron a conocerse los estragos que estaba haciendo la droga en La Costanera. Me puse a ver todo lo que pasaba allí; había gente muy desatendida, le faltaba de todo, pero además les faltaba la palabra de Dios. Sentí vergüenza como Iglesia, así que propuse trabajar ahí, empecé a ir todos los días, a sumar seminaristas y luego monjas", detalla.
Tratan de integrar a los villeros a una ciudad que los rechaza y les teme. Tratan de devolverles la dignidad. "Uno intenta no perder el aliento, pero es muy duro lo que pasa ahí: cada vez mueren más chicos", dice. Y añade: "realmente uno se desanima. Hay un punto en el que no podemos hacer nada y tiene que ver con la venta de drogas; esto es verdaderamente un clamor. Lo que hace el Estado respecto a esto es mínimo. La palabra inseguridad queda chica para expresar todo el sistema de violencia generalizada que hay en estos lugares, y que va creciendo. A diario nuevas familias ven cómo la droga entra en sus casas; no sabemos cómo manejar esto", denuncia.
No despega la mirada del televisor. Y convierte todos los mensajes del nuevo Papa en un reto: "hay que imitar a Francisco, que nunca se calló. Se necesitan cada vez más sacerdotes como él, que se animen a perder miedos, a acercarse a estas realidades desesperantes y a denunciarlas".
Melitón no se aleja de la calma nunca, ni cuando lanza el llamado de atención al Gobierno. Han pasado unos minutos de las 7.30. Reza. La misa de inicio del Ministerio Petrino termina en Roma y monseñor se levanta.
"Quedé impresionado", confiesa. Camina despacio para despedirse de nosotros. Tiene por delante un largo día, entre misas y recorridas barriales. Está contento por el Papa argentino. Cree que la mejor forma de homenajearlo es en las calles, junto a la gente más necesitada. Sabe que todavía queda mucho camino por recorrer. Ponerse en sus zapatos es el desafío.
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