21 Marzo 2013
En la canción de un tucumano, la luna vuelve a alumbrar aquel paisaje de montañas. Sus dedos largos caminan sobre el teclado. Canta: “La verdad como la muerte / quién sabe dónde andarán / Una se vive buscando / la otra se encuentra nomás”. El aire de huayno que compuso Diego Ferronato quedó grabado en su disco “Mago lunar”, donde lo acompaña la voz y la guitarra de Raúl Carnota, un maestro que suele reconocer y celebrar el talento de los nuevos creadores.
Al igual que otros jóvenes de su generación, Diego abrazó la vocación en el taller de Carlos Podazza, y después se fue a estudiar en La Plata. Hoy sigue viviendo allí, donde mantiene viva la llama del encuentro íntimo del arte con la gente, en una casona llamada El Mondongo Cultural. Durante una de sus recientes visitas a esta provincia (ofreció un recital en Casa Managua), comentó en diálogo con LA GACETA que casi siempre toca temas propios, y que su principal motor de inspiración fue la nostalgia. En su tema “San Javier” dice que sube la Mate de Luna camino al cerro: “...llevo el color de la zafra / el sol del invierno en el corazón...”
Pero más que hablar de sí mismo, el músico prefiere decir cuánto le gusta el arte de otros comprovincianos. “Lo fui a escuchar al Mono Villafañe y me parece muy grosso. Más allá de los grandes referentes, creo que él representa el canto, la voz tucumana, hoy -dijo-. Lo invitó al gran poeta Néstor Soria a recitar. Me encantó estar en Tucumán y poder ver eso. Hay gente que todavía no valora a esos artistas como se lo merecen”.
Amigos y referentes
Ferronato mencionó que en Tucumán también hay una fuerte movida rockera, que él vivió con intensidad en su adolescencia. “Me acuerdo de El Negrex y los Almirantes, y después he tenido la suerte de tocar con él. Como esa, hay gente que ha hecho cosas muy buenas. En La Plata me encontré con artistas increíbles, como el “Mono” Fontana, o el pianista Quique Roca, o con Mario Herrerías, un compositor que hace una mezcla de tango y jazz. Paquito de Rivera toca temas de él”.
Fundador de un espacio alternativo
Después de ganar un premio con su primer disco (“Despierta”, 2005), que le permitió grabar en el sello Melopea, de Litto Nebbia, Diego se afirmó en su natural tendencia a fusionar ritmos y texturas musicales, con total libertad. Así como reúne diversos colores musicales en el teclado o la guitarra, junta a amigos talentosos para actuar y grabar. O cuenta con ellos para llenar el espacio que fundó en La Plata, El Mondongo Cultural, donde un caudal de músicos alimenta con creces el circuito -todavía limitado- de peñas y pubs.
“Estamos muy contentos, porque arrancamos hace dos años y no paramos ningún fin de semana. Es un lugar para músicos que no pertenecen a un ámbito masivo, que son numerosos y muy buenos -afirmó-. Por eso resulta reconfortante que se abran espacios alternativos, como aquí lo hacen el taller Nonino, Managua y muchos otros. Siempre necesitamos más de esos lugares”.
En El Mondongo Cultural se hacen talleres de música, de teatro y de literatura, y a la noche recitales. La sala es pequeña, y eso le confiere una intimidad que atrae al público.
“Estábamos en un barrio parecido a los de Tucumán, y ahora nos cambiamos un poco más cerca del centro. Yo siempre me imagino que estoy en mi provincia, donde también existe un auge de los centros culturales de ese tipo, en casas recicladas -contó el pianista-. Es un espacio abierto a todos los músicos y a veces van a tocar algunos importantes. El trabajo que hacemos es de mucho cuidado por la gente y por el artista. La gente va no solamente a disfrutar del espectáculo sino también a encontrarse, a mirarse de cerca, a comer y charlar. Incluso el artista está ahí a un metro, así que se da un intercambio muy intenso”.
El músico prepara un nuevo material, con un cuarteto, para la grabacion de su próximo disco. “Es un disco eléctrico: folclore con batería, viola eléctrica , teclados y bajo -describió-. Curiosamente, más folclórico que nunca”. LA GACETA
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