Por Magena Valentié
19 Marzo 2013
PADRE PEPE. Así lo conocen y así lo llaman los fieles al padre José María Di Paola. LA GACETA / FOTO DE MAGENA VALENTIE (ENVIADA ESPECIAL)
Hombre, mate y termo parecen una sola cosa. Melena alborotada, barba crecida y una sonrisa fresca, adolescente, pincelan la imagen del cura tercermundista de los años 70. Así es el padre José Di Paola, o simplemente el Padre Pepe, como lo conocen todos en las villas porteñas. Es nada menos que el coordinador de los "curas villeros" que conforman el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia. Un grupo alentado por el ex cardenal Jorge Bergoglio, que ahora deberá acostumbrarse a la ausencia de su entusiasta seguidor.
"Para monseñor Bergoglio el centro de Buenos Aires no era la plaza de Mayo, sino las villas. Esa era su opción. Las ha recorrido a todas, aún las más grandes como las 21, 24, 31, Bajo Flores y Ciudad Oculta, que tienen mucha densidad poblacional. Él se iba solo caminando, tomando mate con la gente, hasta que llegaba a la casa parroquial. Los vecinos ya lo conocían y lo acompañaban", cuenta el padre Pepe. Pero el dato no deja de sorprender: en la villas de Buenos Aires, así como en las de Tucumán, a veces ni siquiera la Policía puede entrar sin correr riesgo.
"A nosotros nos gustaba mucho que venga a visitarnos, pero decíamos: 'con todo lo que él tiene que hacer en el Arzobispado de Buenos Aires ¡qué le vamos a decir que venga hasta acá!' Pero él aparecía sin previo aviso", dice el sacerdote, que recibe a LA GACETA en la parroquia del Buen Pastor.
Campera con tres franjas y capucha, bombacha de campo y zapatos abotinados. El padre Pepe parece un joven más, ni por asomo delata los 50 años que delata su documento. No es la ropa lo que lo rejuvenece. Es el entusiasmo que le sale por los poros, la alegría de vivir con los pobres y de trabajar con y para ellos lo que le provoca ese efecto "lifting".
Ejes del mundo Bergoglio
"Yo creo que Bergoglio es más conocido en la villa que en el centro de Buenos Aires, porque era la gente que estaba más habituada a verlo. Eso tiene mucho significado a la hora de trazar los ejes de su pensamiento". La frase le sirve al padre Pepe dibujar los grandes lineamientos del Papa:
"1- El centro no son los barrios acomodados ni la plaza de Mayo, ni el poder; es la periferia, las villas, el pobre. 2- El ejemplo y la coherencia, ante todo: Bergoglio predica la austeridad con su propia vida y vamos a tener que imitarlo. 3- El lugar del pobre: no es alguien al que solamente haya que ayudar, sino de quien también tenemos que aprender porque tiene valores para enseñarnos. 4- Recuperar el sentido de la religiosidad del pueblo. Bergoglio apoyó mucho a los santuarios, como un lugar de encuentro privilegiado, entre el hombre de fe y Dios".
"Ese que viene atrás"
"¿Anécdotas? Tengo miles, pero te cuento una que lo pinta mucho: veníamos de haber celebrado en la Catedral a la Virgen de Caacupé, que es la patrona de nuestra villa, la 21, y de Paraguay. Había una multitud de gente, y Bergoglio nos había recibido y oficiado la misa. Cuando termina, nosotros nos volvemos en procesión con la imagen, a lo largo de unas 50 cuadras más o menos. Y de pronto una señora me dice sorprendida: ¿ese que viene atrás, con poncho, no es el cardenal? Era un día de mucho frío. Miro atrás y ¡era él! ¡No nos había dicho nada!", relata entre risas. "A Bergoglio lo que más le gustaba era rezar con la gente sencilla", remata.
Y un último punto. ¿Qué va a dar Francisco al mundo? No necesita pensar mucho para responder: "espero que logre contagiar su espíritu a todas los extractos del Vaticano y también a la Iglesia en general. Porque si siendo obispo de Buenos Aires prefirió la periferia, como Papa va a llegar hasta los confines del mundo, y va a poner al pobre y al marginado en el centro."
"Para monseñor Bergoglio el centro de Buenos Aires no era la plaza de Mayo, sino las villas. Esa era su opción. Las ha recorrido a todas, aún las más grandes como las 21, 24, 31, Bajo Flores y Ciudad Oculta, que tienen mucha densidad poblacional. Él se iba solo caminando, tomando mate con la gente, hasta que llegaba a la casa parroquial. Los vecinos ya lo conocían y lo acompañaban", cuenta el padre Pepe. Pero el dato no deja de sorprender: en la villas de Buenos Aires, así como en las de Tucumán, a veces ni siquiera la Policía puede entrar sin correr riesgo.
"A nosotros nos gustaba mucho que venga a visitarnos, pero decíamos: 'con todo lo que él tiene que hacer en el Arzobispado de Buenos Aires ¡qué le vamos a decir que venga hasta acá!' Pero él aparecía sin previo aviso", dice el sacerdote, que recibe a LA GACETA en la parroquia del Buen Pastor.
Campera con tres franjas y capucha, bombacha de campo y zapatos abotinados. El padre Pepe parece un joven más, ni por asomo delata los 50 años que delata su documento. No es la ropa lo que lo rejuvenece. Es el entusiasmo que le sale por los poros, la alegría de vivir con los pobres y de trabajar con y para ellos lo que le provoca ese efecto "lifting".
Ejes del mundo Bergoglio
"Yo creo que Bergoglio es más conocido en la villa que en el centro de Buenos Aires, porque era la gente que estaba más habituada a verlo. Eso tiene mucho significado a la hora de trazar los ejes de su pensamiento". La frase le sirve al padre Pepe dibujar los grandes lineamientos del Papa:
"1- El centro no son los barrios acomodados ni la plaza de Mayo, ni el poder; es la periferia, las villas, el pobre. 2- El ejemplo y la coherencia, ante todo: Bergoglio predica la austeridad con su propia vida y vamos a tener que imitarlo. 3- El lugar del pobre: no es alguien al que solamente haya que ayudar, sino de quien también tenemos que aprender porque tiene valores para enseñarnos. 4- Recuperar el sentido de la religiosidad del pueblo. Bergoglio apoyó mucho a los santuarios, como un lugar de encuentro privilegiado, entre el hombre de fe y Dios".
"Ese que viene atrás"
"¿Anécdotas? Tengo miles, pero te cuento una que lo pinta mucho: veníamos de haber celebrado en la Catedral a la Virgen de Caacupé, que es la patrona de nuestra villa, la 21, y de Paraguay. Había una multitud de gente, y Bergoglio nos había recibido y oficiado la misa. Cuando termina, nosotros nos volvemos en procesión con la imagen, a lo largo de unas 50 cuadras más o menos. Y de pronto una señora me dice sorprendida: ¿ese que viene atrás, con poncho, no es el cardenal? Era un día de mucho frío. Miro atrás y ¡era él! ¡No nos había dicho nada!", relata entre risas. "A Bergoglio lo que más le gustaba era rezar con la gente sencilla", remata.
Y un último punto. ¿Qué va a dar Francisco al mundo? No necesita pensar mucho para responder: "espero que logre contagiar su espíritu a todas los extractos del Vaticano y también a la Iglesia en general. Porque si siendo obispo de Buenos Aires prefirió la periferia, como Papa va a llegar hasta los confines del mundo, y va a poner al pobre y al marginado en el centro."
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