14 Marzo 2013
Ayer a las 16.10 cambió la vida de la Argentina y de los argentinos. Católicos y no católicos. Para nuestro joven país y su cuerpo social de apenas 200 años, la elección del Papa albiceleste es un hecho histórico de dimensiones abrumadoras. Nunca un argentino alcanzó la trascendencia que en cuestión de horas logró Jorge Bergoglio. Sí, todo es y será diferente. No por una cuestión de conjeturas o un ejercicio de futurología; se trata apenas de una mirada a la realidad.
Bergoglio es en estos momentos uno de los hombres más poderosos e influyentes del mundo. Jamás un argentino había llegado a tanto. Habrá que ver si también es un líder, un pastor. Millones y millones de cristianos rezan por él. Se necesita un hombre muy especial para afrontar tantos desafíos. Nació aquí, es nuestro conciudadano.
Desde ayer la comunidad internacional nos mira de una manera diferente. Nos analizan, nos estudian. Necesitan entendernos para entender a Francisco. En infinidad de lugares se tomaron el trabajo de ubicar a la Argentina en el mapa. No implica que vayan a cambiar de golpe las condiciones sociales, políticas y económicas que nos rodean. Es, ni más ni menos, que el salto a otro grado de consideración.
El 13 de marzo es un punto de quiebre, para los creyentes y los no creyentes, para los optimistas y los escépticos, para apologistas y críticos. La elección de Francisco provoca de todo menos indiferencia. Independientemente de un hombre -Bergoglio- y sus circunstancias, hay un país que dio a luz el primer Papa americano. Eso dice mucho de nosotros como sociedad. Pero hay demasiadas lecturas que escapan al impacto de la noticia y que, inevitablemente, irán develándose. Porque nada será igual.
Bergoglio es en estos momentos uno de los hombres más poderosos e influyentes del mundo. Jamás un argentino había llegado a tanto. Habrá que ver si también es un líder, un pastor. Millones y millones de cristianos rezan por él. Se necesita un hombre muy especial para afrontar tantos desafíos. Nació aquí, es nuestro conciudadano.
Desde ayer la comunidad internacional nos mira de una manera diferente. Nos analizan, nos estudian. Necesitan entendernos para entender a Francisco. En infinidad de lugares se tomaron el trabajo de ubicar a la Argentina en el mapa. No implica que vayan a cambiar de golpe las condiciones sociales, políticas y económicas que nos rodean. Es, ni más ni menos, que el salto a otro grado de consideración.
El 13 de marzo es un punto de quiebre, para los creyentes y los no creyentes, para los optimistas y los escépticos, para apologistas y críticos. La elección de Francisco provoca de todo menos indiferencia. Independientemente de un hombre -Bergoglio- y sus circunstancias, hay un país que dio a luz el primer Papa americano. Eso dice mucho de nosotros como sociedad. Pero hay demasiadas lecturas que escapan al impacto de la noticia y que, inevitablemente, irán develándose. Porque nada será igual.
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