11 Marzo 2013
TERCIOPELO ROJO. Bomberos decoran el balcón central de la Basílica de San Pedro. EFE
CIUDAD DEL VATICANO.- El sucesor de Benedicto XVI tendrá que afrontar importantes retos dentro de la Iglesia, como son una mayor colegialidad, la reforma de la curia, para hacerla más transparente, y potenciar la nueva evangelización en un mundo cada vez secularizado. Deberá afrontar, asimismo, los casos de clérigos pederastas, la escasez de vocaciones, el celibato sacerdotal, una mayor presencia de la mujer en las instituciones de la Iglesia y la mejora de las relaciones con el Islam y, sobre todo, con los judíos.
La descristianización de Occidente, sobre todo de Europa, llevó a Benedicto XVI a crear un dicasterio para la Nueva Evangelización y para ello convocó un sínodo de obispos. El próximo papa tendrá que canalizar las propuestas de los prelados, entre ellas una catequesis adecuada y el uso de nuevos lenguajes para mostrar a Cristo.
La Iglesia que se encontrará tiene pendiente el tema de la colegialidad, es decir la relación entre la Curia y los episcopados nacionales, uno de los puntos que quedaron sin resolver en el papado de Joseph Ratzinger.
Numerosos obispos consideran que hay que potenciar el gobierno común de la Iglesia y aumentar las atribuciones de las conferencias episcopales, mientras que en la curia vaticana son muchos los que piensan que debe prevalecer el Gobierno central de la Iglesia, fuerte, absolutista, que reúne en sus manos los poderes legislativos, ejecutivos y judicial.
Otro punto es la escasez de vocaciones y la consiguiente disminución de sacerdotes. Cada día hay más parroquias sin sacerdotes y éstos tienen que cubrir varios pueblos.
Ante este problema, vuelve a surgir el tema del celibato, que Benedicto XVI defendió a capa y espada. Además, mantuvo cerradas las puertas del sacerdocio a los homosexuales, aunque concedió más dispensas que su predecesor a clérigos para que se casasen.
El papel de la mujer en la Iglesia es otro tema pendiente. Benedicto XVI, como Juan Pablo II, insistió en que no puede ser ordenada sacerdote. Visto que no parece que los tiempos estén maduros para el sacerdocio femenino, las mujeres exigen- al menos- una mayor participación en las tareas de la parroquia, al igual que los laicos.
Otro problema pendiente es la admisión a los sacramentos de los católicos divorciados y vueltos a casar. Según el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos esa prohibición es "ley divina", es decir que ni siquiera la Iglesia puede modificar.
La moral sexual es otro punto candente. La Iglesia es contraria a las relaciones prematrimoniales y el uso de anticonceptivos, rechaza el uso de preservativos para prevenir el contagio del virus que produce el sida y considera la homosexualidad como una desviación.
Las relaciones con el islam sufrieron un retroceso con Benedicto XVI, tras recoger en un discurso la cita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo "Mahoma no había traído nada novedoso excepto la orden de extender la fe mediante la espada".
Con los judíos las relaciones se deterioraron tras la decisión de Benedicto XVI de revocar la excomunión al obispo que niega el Holocausto judío, tras declarar "Venerable" -primer paso a la santidad- a Pío XII, al que acusan de haber callado ante el Holocausto, y la recuperación de la plegaria del Viernes Santo en la que se pedía, antes del Concilio Vaticano, la "conversión" de los judíos.
El próximo papa tendrá que proseguir, por expreso deseo de Benedicto XVI, las negociaciones con los lefebvrianos, que desataron un cisma en 1988, al ordenar a cuatro obispos sin el permiso de papa y que no reconocen el Concilio Vaticano II. (EFE)
La descristianización de Occidente, sobre todo de Europa, llevó a Benedicto XVI a crear un dicasterio para la Nueva Evangelización y para ello convocó un sínodo de obispos. El próximo papa tendrá que canalizar las propuestas de los prelados, entre ellas una catequesis adecuada y el uso de nuevos lenguajes para mostrar a Cristo.
La Iglesia que se encontrará tiene pendiente el tema de la colegialidad, es decir la relación entre la Curia y los episcopados nacionales, uno de los puntos que quedaron sin resolver en el papado de Joseph Ratzinger.
Numerosos obispos consideran que hay que potenciar el gobierno común de la Iglesia y aumentar las atribuciones de las conferencias episcopales, mientras que en la curia vaticana son muchos los que piensan que debe prevalecer el Gobierno central de la Iglesia, fuerte, absolutista, que reúne en sus manos los poderes legislativos, ejecutivos y judicial.
Otro punto es la escasez de vocaciones y la consiguiente disminución de sacerdotes. Cada día hay más parroquias sin sacerdotes y éstos tienen que cubrir varios pueblos.
Ante este problema, vuelve a surgir el tema del celibato, que Benedicto XVI defendió a capa y espada. Además, mantuvo cerradas las puertas del sacerdocio a los homosexuales, aunque concedió más dispensas que su predecesor a clérigos para que se casasen.
El papel de la mujer en la Iglesia es otro tema pendiente. Benedicto XVI, como Juan Pablo II, insistió en que no puede ser ordenada sacerdote. Visto que no parece que los tiempos estén maduros para el sacerdocio femenino, las mujeres exigen- al menos- una mayor participación en las tareas de la parroquia, al igual que los laicos.
Otro problema pendiente es la admisión a los sacramentos de los católicos divorciados y vueltos a casar. Según el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos esa prohibición es "ley divina", es decir que ni siquiera la Iglesia puede modificar.
La moral sexual es otro punto candente. La Iglesia es contraria a las relaciones prematrimoniales y el uso de anticonceptivos, rechaza el uso de preservativos para prevenir el contagio del virus que produce el sida y considera la homosexualidad como una desviación.
Las relaciones con el islam sufrieron un retroceso con Benedicto XVI, tras recoger en un discurso la cita del emperador bizantino Manuel II Paleólogo "Mahoma no había traído nada novedoso excepto la orden de extender la fe mediante la espada".
Con los judíos las relaciones se deterioraron tras la decisión de Benedicto XVI de revocar la excomunión al obispo que niega el Holocausto judío, tras declarar "Venerable" -primer paso a la santidad- a Pío XII, al que acusan de haber callado ante el Holocausto, y la recuperación de la plegaria del Viernes Santo en la que se pedía, antes del Concilio Vaticano, la "conversión" de los judíos.
El próximo papa tendrá que proseguir, por expreso deseo de Benedicto XVI, las negociaciones con los lefebvrianos, que desataron un cisma en 1988, al ordenar a cuatro obispos sin el permiso de papa y que no reconocen el Concilio Vaticano II. (EFE)
NOTICIAS RELACIONADAS
Lo más popular