Por Carlos Chirino
07 Marzo 2013
LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI - JUN PABLO SANCHEZ NOLI - JORGE OLMOS SGROSSO - OSVALDO RIPOLL - MARIA SILVIA GRANARA - DIEGO ARAOZ - MARIANA SEGURA
Los hinchas le pusieron color y calor al clásico tucumano. Después de siete años, los clubes más grandes de la provincia volvieron a jugar un encuentro oficial con el aliento de ambos simpatizantes. Los colores celeste y blanco, del "decano", y rojo y blanco, del "santo", le brindaron un marco impresionante al estadio Monumental, algo que no ocurría desde febrero de 2006.
Y una vez más quedó demostrado que los hinchas son los que le ponen un condimento especial a los partidos. Son los encargados de darle vida propia. Son los que le dan alegría y lo diferencian de cualquier otro encuentro. El ingreso se habilitó a las 15 y las tribunas no tardaron en colmarse. La espera fue larga hasta que los protagonistas saltaron a la cancha, aunque los simpatizantes jugaron su propio partido. Era golpe por golpe, con cánticos cargando al rival de toda la vida. Cantaban los "decanos" y respondían los "santos". Pegaban los "albirrojos" y contragolpeaban los "albicelestes". Era un espectáculo aparte, con fuegos de artificio y banderas incluidas. A las 17:18 salió Atlético a realizar el "calentamiento" y llegó la ovación de un lado, y los silbidos del otro. Ocurrió lo mismo cuando cinco minutos después saltaron al campo de juego los de Bolívar y Pellegrini.
El clásico "ole, ole, ole, ole" lo aportaban ambos bandos cuando sus jugadores realizaban varios toques sin que el adversario pueda llegar al balón. "Los tucumanos merecíamos poder disfrutar de un clásico en nuestra provincia y con las dos hinchadas. Es una lástima que sobre el final se hayan producido incidentes. Antes y durante el partido, excepto los últimos minutos, se vivió una gran fiesta", comentó Exequiel Ferrer (19 años), que se fue feliz por el triunfo de su equipo.
Cuando el partido estaba 1 a 1 y el final se acercaba, crecía la tensión de ambos lados. En el ambiente había incertidumbre, hasta que llegó el desahogo para el local. "Fue espectacular disfrutar de este clásico. Tuvo un marco impresionante y mucho más lindo todavía porque ganó Atlético", aseguró Verónica Aybar, que resaltó el desempeño de Juan Pablo Pereyra.
En el Monumental hubo color y alegría, pero por sobre todo mucha pasión aportada por las dos hinchadas.
Y una vez más quedó demostrado que los hinchas son los que le ponen un condimento especial a los partidos. Son los encargados de darle vida propia. Son los que le dan alegría y lo diferencian de cualquier otro encuentro. El ingreso se habilitó a las 15 y las tribunas no tardaron en colmarse. La espera fue larga hasta que los protagonistas saltaron a la cancha, aunque los simpatizantes jugaron su propio partido. Era golpe por golpe, con cánticos cargando al rival de toda la vida. Cantaban los "decanos" y respondían los "santos". Pegaban los "albirrojos" y contragolpeaban los "albicelestes". Era un espectáculo aparte, con fuegos de artificio y banderas incluidas. A las 17:18 salió Atlético a realizar el "calentamiento" y llegó la ovación de un lado, y los silbidos del otro. Ocurrió lo mismo cuando cinco minutos después saltaron al campo de juego los de Bolívar y Pellegrini.
El clásico "ole, ole, ole, ole" lo aportaban ambos bandos cuando sus jugadores realizaban varios toques sin que el adversario pueda llegar al balón. "Los tucumanos merecíamos poder disfrutar de un clásico en nuestra provincia y con las dos hinchadas. Es una lástima que sobre el final se hayan producido incidentes. Antes y durante el partido, excepto los últimos minutos, se vivió una gran fiesta", comentó Exequiel Ferrer (19 años), que se fue feliz por el triunfo de su equipo.
Cuando el partido estaba 1 a 1 y el final se acercaba, crecía la tensión de ambos lados. En el ambiente había incertidumbre, hasta que llegó el desahogo para el local. "Fue espectacular disfrutar de este clásico. Tuvo un marco impresionante y mucho más lindo todavía porque ganó Atlético", aseguró Verónica Aybar, que resaltó el desempeño de Juan Pablo Pereyra.
En el Monumental hubo color y alegría, pero por sobre todo mucha pasión aportada por las dos hinchadas.
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