"Es lógico que la gente celebre, en Venezuela no van a poder porque están reprimidos", dijo María Borque, una venezolana que se lanzó a la calle tras oír la noticia del fallecimiento de quien durante 14 años gobernó su país.
Con todo, esta mujer de 51 años se mostró reticente a mostrar abiertamente su alegría, temerosa, dijo, de que "agentes chavistas" estuvieran infiltrados en Doral. Y temerosa también, agregó, por lo que ocurra en Venezuela.
"Tengo mucho temor, esto no es el final. Me da miedo la reacción, que puedan tomar represalias, los saqueos, lo que pueda venir después de la muerte de este hombre. El que mata a hierro no puede morir a sombrerazos. Vienen días duros", predijo.
Hasta ahora, nada de eso se vio en Caracas, ni en ninguna ciudad venezolana. Sólo dolor entre la gente que se volcó a las calles a llorar al presidente.
En Miami, en cambio, en el restaurante "El Arepazo", se juntaron decenas de venezolanos asentados en Doral, e hicieron sonar las bocinas de los autos y flamearon banderas. Las camisetas "vinotinto" hicieron que algún despistado pensara que se celebraba un título deportivo. "Pero es la muerte de una persona", dijo un taxista haitiano que no comprendía la alegría por un fallecimiento.
"Soy creyente y no me puedo alegrar de la muerte de alguien, pero (Chávez) ha desmembrado tanto a la familia venezolana, sería demasiado hipócrita decir que estoy triste, estoy contentísimo", admitió entre el ruido de las bocinas de los autos que atravesaban las anchas calles de Doral y los cánticos de "Se fue, se fue, se fue, se fue". (DPA)