Por Juan José Concha Martinez
06 Marzo 2013
La vida social y política de Venezuela vive bajo conmoción desde hace varios meses: tras una dura y larga campaña electoral por las presidenciales que ganó Hugo Chávez y luego ante el anuncio del agravamiento de su enfermedad.
En diciembre, los ministros del área económica anunciaron una devaluación de la moneda en torno a un 40%, una muestra de las dificultades en la que está inmersa Venezuela. Así, en un clima de tensión y debate continuo -los cruces entre el oficialismo y la oposición han sido durísimos, a raíz de los magros informes sobre la condición del presidente- los venezolanos conocieron por la propia voz del vicepresidente y delfín político del líder bolivariano, Nicolás Maduro, que Chávez había muerto. La constitución venezolana prevé que ante el fallecimiento del presidente, el titular de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, asuma interinamente el cargo hasta las elecciones que se llamarán en 30 días.
Es un golpe muy duro para muchos que lo consideraron como un verdadero revolucionario (una suerte de Fidel Castro del siglo XXI), especialmente los sectores más empobrecidos de la sociedad venezolana, a quienes las políticas sociales y una serie de decisiones políticas del chavismo les permitió un notorio cambio de situación.
Pero también su desaparición física impactará en muchos gobiernos de América Latina. Es que la venezuela chavista mantiene alianzas estratégicas, políticas y de solidaridades con los gobiernos de Nicaragua, Cuba, Bolivia y Ecuador, no sólo desde la cuadratura ideológica (comparten una misma visión política, en términos generales) sino porque los petrodólares de Venezuela han ido a parar a esos países en forma de subsidios y programas de cooperación; las exportaciones hidrocarburíferas las hace a precios por fuera del mercado. Cuba le paga el petróleo que importa con el servicio de sus médicos.
Con la Argentina, tanto Néstor como Cristina Kirchner, lo han tenido como un aliado central en su posicionamiento internacional. La Argentina apoyó totalmente el reclamo de Chávez para constituir el bloque sudamericano Unasur, el ingreso al Mercosur y también adhirió a la prédica antiimperialista, inflamada que portaba el coronel venezolano. En la Cumbre de las América (2005) que se realizó en Mar del Plata y a la que asistió el presidente George W. Bush el gran promotor hasta ese entonces del ALCA (una suerte de asociación de libre comercio del continente), una alianza venezolana-argentina, encabezó el bloqueo a ese proyecto, en un episodio político que retroalimentó el posicionamiento de Kirchner y Chávez, como líderes de una región que buscaba abrirse camino por su cuenta fuera de la hegemonía que históricamente impuso Estados Unidos. Y en un momento crítico para nuestro país, cuando la soledad internacional pegaba fuerte, el gobierno chavista compró títulos argentinos que le significaron a Kirchner un balón de oxígeno financiero. En una primera reacción no puede asegurarse que con la muerte de Chávez vaya a modificar sustancialmente el panorama interno de Venezuela y de la región, en tanto y en cuanto Maduro consiga imponerse en las elecciones a Henrique Capriles. Una victoria del líder de la oposición venezolana, eso sí, provocaría un cambio radical en el país y lo sufriría América Latina.
En diciembre, los ministros del área económica anunciaron una devaluación de la moneda en torno a un 40%, una muestra de las dificultades en la que está inmersa Venezuela. Así, en un clima de tensión y debate continuo -los cruces entre el oficialismo y la oposición han sido durísimos, a raíz de los magros informes sobre la condición del presidente- los venezolanos conocieron por la propia voz del vicepresidente y delfín político del líder bolivariano, Nicolás Maduro, que Chávez había muerto. La constitución venezolana prevé que ante el fallecimiento del presidente, el titular de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, asuma interinamente el cargo hasta las elecciones que se llamarán en 30 días.
Es un golpe muy duro para muchos que lo consideraron como un verdadero revolucionario (una suerte de Fidel Castro del siglo XXI), especialmente los sectores más empobrecidos de la sociedad venezolana, a quienes las políticas sociales y una serie de decisiones políticas del chavismo les permitió un notorio cambio de situación.
Pero también su desaparición física impactará en muchos gobiernos de América Latina. Es que la venezuela chavista mantiene alianzas estratégicas, políticas y de solidaridades con los gobiernos de Nicaragua, Cuba, Bolivia y Ecuador, no sólo desde la cuadratura ideológica (comparten una misma visión política, en términos generales) sino porque los petrodólares de Venezuela han ido a parar a esos países en forma de subsidios y programas de cooperación; las exportaciones hidrocarburíferas las hace a precios por fuera del mercado. Cuba le paga el petróleo que importa con el servicio de sus médicos.
Con la Argentina, tanto Néstor como Cristina Kirchner, lo han tenido como un aliado central en su posicionamiento internacional. La Argentina apoyó totalmente el reclamo de Chávez para constituir el bloque sudamericano Unasur, el ingreso al Mercosur y también adhirió a la prédica antiimperialista, inflamada que portaba el coronel venezolano. En la Cumbre de las América (2005) que se realizó en Mar del Plata y a la que asistió el presidente George W. Bush el gran promotor hasta ese entonces del ALCA (una suerte de asociación de libre comercio del continente), una alianza venezolana-argentina, encabezó el bloqueo a ese proyecto, en un episodio político que retroalimentó el posicionamiento de Kirchner y Chávez, como líderes de una región que buscaba abrirse camino por su cuenta fuera de la hegemonía que históricamente impuso Estados Unidos. Y en un momento crítico para nuestro país, cuando la soledad internacional pegaba fuerte, el gobierno chavista compró títulos argentinos que le significaron a Kirchner un balón de oxígeno financiero. En una primera reacción no puede asegurarse que con la muerte de Chávez vaya a modificar sustancialmente el panorama interno de Venezuela y de la región, en tanto y en cuanto Maduro consiga imponerse en las elecciones a Henrique Capriles. Una victoria del líder de la oposición venezolana, eso sí, provocaría un cambio radical en el país y lo sufriría América Latina.
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