Las especulaciones en torno al regreso de Hugo Chávez a Caracas (sorpresivo como muchas de los hechos de su vida) apuntan a su despedida. Las versiones van desde que falleció en Cuba y que en el vuelo se traía su féretro, más allá de la presencia de un doble para la toma de algunas imágenes, hasta que vuelve a morir en suelo venezolano. Pocas, muy pocas, son las que hablan de que completará su ciclo de recuperación y volverá al poder.
Imposible saber la verdad en este momento, y menos con el secretismo con que manejó el Gobierno de Venezuela todo lo relacionado con la enfermedad de su líder, cuando este tema es un asunto de Estado, que obliga a su máxima transparencia. Pero todo indica que, con el máximo de optimismo, pasará mucho tiempo para que los chavistas vuelvan a ver a su conductor retornando triunfal al Palacio de Miraflores.
Por el contrario, hay muchos datos que indican una "salida a la cubana": el enfermo Chávez renuncia al cargo y se mantiene como referente político e ideológico a la sombra, escribiendo y dando consejos a quienes tienen sobre sus hombros el peso de la gestión. Lo mismo que hizo su amado Fidel Castro con su hermano Raúl Castro, en un reemplazo que primero fue un interinato hasta que después de transformó en una sucesión.
Chávez vivo y conduciendo a la distancia, sin el peso del día a día, permite mantener la mística bolivariana, y fortalece a Nicolás Maduro como el heredero elegido. Chávez de vuelta a la Presidencia puede ser (para su físico) una bomba de tiempo, con el reloj activado. Chávez muerto es el mito heroico, pero no es una construcción constante de poder.
En el contexto internacional, la vuelta a Caracas opacó la contundente (histórica) victoria de Rafael Correa en Ecuador. Ratificado en el poder, el mandatario ecuatoriano (otro país beneficiado por los precios mundiales del petróleo crudo) es el sucesor natural del venezolano para liderar el difícil proceso de unidad latinoamericana.