El caso Pistorius

El caso Pistorius

Ezequiel Fernández Moores | Especial para LA GACETA

17 Febrero 2013
"Soy la bala en la recámara". Nike, que ya tuvo problemas con sus promociones sobre el hoy caído en desgracia Lance Armstrong, ahora tuvo que sacar de su web oficial la publicidad de Oscar Pistorius. El símbolo del atletismo paralímpico, modelo de superación por sus logros deportivos, héroe en Sudáfrica, afronta hoy la posibilidad de sufrir cadena perpetua acusado de asesinar con cuatro disparos a su novia, la modelo Reeva Steenkam, el jueves pasado en su elegante casa de Pretoria, en el Día de San Valentín. Piers Morgan, famoso periodista basura de la prensa amarilla de Rupert Murdoch, reprodujo en las últimas horas una entrevista que había hecho en diciembre pasado al atleta sudafricano en la CNN. "En el deporte -dice allí Pistorius- no se trata de ser el mejor, sino de dar lo mejor". Y añade: "ser considerado un modelo implica una enorme responsabilidad". La Gazzetta dello Sport, una Biblia del deporte, el diario italiano que lideró la campaña para que Pistorius, sin piernas casi desde su nacimiento, fuera autorizado a competir en los Juegos Olímpicos, pese a sus prótesis polémicas, habla ahora del "lado oscuro" del campeón y recuerda episodios de violencia que nadie había contado antes. A Pistorius, el atleta biónico, Blade Runner, como le decían, más de uno le recuerda hoy el final de la célebre película homónima protagonizada por Harrison Ford. El héroe es salvado por el replicante Roy Batti (personificado por Rutger Hauer) en Los Angeles en el año 2019. "Yo -alcanza a decir Batty antes de morir- he visto cosas que vosotros no creeríais".

Nadie, efectivamente, habría creído que Pistorius, de 26 años, terminaría siendo comparado con Carlos Monzón, condenado en su momento por el homicidio de su pareja, Alicia Muñiz. Ahora que no hay más remedio, la prensa mundial nos cuenta que apenas concluida su hazaña en los Juegos de Londres 2012, Pistorius amenazó con "cortarle las piernas" al millonario productor de TV Quinton van der Burgh, en pleno circuito de Kyalami, ante numerosos testigos, furioso porque éste, supuestamente, tuvo relaciones con una ex pareja del atleta. Y nos cuentan también sólo ahora que, en realidad, ya en 2009, Pistorius había pasado una noche en la cárcel acusado de golpear de un portazo a la joven Cassidy Taylor. Y que aquella vez que fue salvado de morir en una barca, por un extraño accidente, la policía encontró numerosas botellas de alcohol vacías, pero que decidió no hacerle los exámenes de rigor al atleta. Y que en plena autopista de Sudáfrica, amenazó a fotógrafos que tomaban imágenes de un accidente protagonizado por un amigo, en el que murió atropellada una persona. Cuando los fotógrafos le preguntaron por qué no podían tomar las imágenes, el atleta, que siempre pidió ser tratado "como uno más", sin mirar a sus prótesis, respondió: "Porque yo soy Oscar Pistorius". Se sabe, el periodismo se confunde desde hace tiempo con el marketing. Y la enorme maquinaria de propaganda en torno del atleta modelo, inspirador para miles de niños con discapacidades, sólo mostraba su cara amable. La de una de las frases que lo hizo famoso: "no eres un discapacitado por la discapacidad que tienes, eres capaz por las capacidades que tienes".

Ni la policía ni el marketing pudieron esta vez cubrir al atleta, que seguirá preso al menos hasta el martes próximo, cuando el juez Desmond Nair decida si le concede la libertad bajo fianza, a la espera del juicio. Ganador de ocho medallas paralímpicas (6 oros, 1 plata y 1 bronce), Pistorius sintió llegar a la cumbre cuando logró primero convertirse en el primer atleta sin piernas autorizado a correr en el circuito principal y luego cuando en 2011 ganó plata en el Mundial de Daegu, en el relevo 4x400, la misma especialidad con la que también casi sube al podio en los Juegos de Londres 2012, donde fue tan estrella como Usain Bolt y Michael Phelps. Recuerdo haberme encontrado hace tres años, acaso inesperadamente, con muchas reservas acerca de Pistorius entre atletas paralímpicos, enojados ellos, no celosos, por la insistencia del sudafricano por competir en el circuito principal. "Me gustaría -dijo antes de Londres 2012 la atleta británica Tanni Grey-Thompson- que los medios cubran a verdaderos atletas corajudos que no son inspiradores por su discapacidad, sino con su discapacidad". Un equipo de especialistas dictaminó, en su momento, que las prótesis en forma de J de Pistorius, de algo más de 2 kilos de peso y de un costo de 35.000 dólares, terminaban, paradójicamente, dándole ventajas competitivas al sudafricano, porque el elemento mecánico daba impulsos extras en los 200 metros finales de las pruebas de 400, cuando los músculos del resto de los competidores, en cambio, sufrían fatiga.

Basada en un muy exhaustivo informe de los especialistas, liderados por el médico alemán Gert-Peter Bruggermann y que determinó que Pistorius tenía un 25 % de ventaja respecto de los demás atletas, la Federación Internacional de Atletismo prohibió en su momento al sudafricano competir en el circuito principal. "Página infame para el deporte, la ética y la humanidad", editorializó al día siguiente Candido Cannavó, director de La Gazzetta dello Sport. Pistorius y su equipo de marketing insistieron y terminaron ganando ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). La prensa mundial aplaudió la decisión. Recuerdo que un atleta ironizó entonces con el nombre de Cheetah (guepardo) con el que la fábrica islandesa Ossur bautizó a las prótesis de fibras de carbono de Pistorius. El guepardo es el animal terrestre más rápido del planeta, pero este atleta decía que las prótesis no eran Cheetah, sino Cheater (tramposo). No se animó a decirlo públicamente. No hubiese sido políticamente correcto. Sudáfrica llegó así a los Juegos de Londres con dos atletas de enorme impacto mediático. El primero, por supuesto, fue Pistorius, blanco, buen mozo, carismático y lleno de sponsors y de frases inspiradoras ante cada micrófono. El segundo fue Caster Semenya, la campeona de los 800m en el Mundial de Berlín 2009, luego impedida de seguir corriendo entre las mujeres, acusada de ser un hombre. Negra y pobre, Semenya no tiene ovarios ni úteros, sí testículos internos que le permiten triplicar el nivel de testosterona que suele registrar el organismo femenino, lo que le daría ventaja potencial sobre sus rivales. Los médicos deportivos tuvieron que entender que, en materia de cromosomas femeninos y masculinos, no siempre todo es blanco y negro y Semenya, después de una larga batalla, fue reautorizada a seguir compitiendo con las mujeres. De discurso corto, hombruna, Semenya fue casi ocultada a la prensa, lo opuesto de Pistorius. Con o sin prótesis, la diversidad nunca fue algo fácil de aceptar. El deporte, enorme caja de resonancia, simplifica a veces en exceso. Y la vida, en realidad, suele ser algo más complejo que ganar o perder.

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