02 Octubre 2003
Dos cartas de lectores, aparecidas ambas en la edición de LA GACETA del martes último, pueden relacionarse para hilar una reflexión común. Una de esas misivas estaba suscrita por el titular de la Dirección de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y aspiraba a informar que en Tucumán se está llevando a cabo la primera experiencia público-privada de "producción limpia" en la Argentina. Hasta ahora hay 28 empresas adheridas y se espera a una decena más, para esta iniciativa que apoyan Ambiente de la Nación y el Banco Mundial. Señala, como logros, que un ingenio y un frigorífico ya han reducido en más de un 90 por ciento el vuelco de residuos en ríos y arroyos; que la melaza se usa para levaduras y el bagazo para papel; que se ha comenzado a instalar filtros de chimeneas; que hay dos plantas de tratamiento de residuos urbanos y una tratadora de aceites, etcétera. Sostiene que de ese modo incipiente se ha disminuido la contaminación en un 25%, como lo prueba el hecho de que en los dos últimos inviernos no se produjo la mortandad masiva de peces en el dique Frontal.
En la otra carta, una lectora deplora que en la última campaña electoral se haya utilizado la totalidad de los troncos de plátanos de las calles General Paz, Bernabé Aráoz y aledañas, para pintar leyendas proselitistas. Considera que es un atentado contra la naturaleza y contra la sociedad, que nadie se ha preocupado por enmendar y por el cual nadie ha pedido las disculpas que la población merece.
Las misivas muestran, respectivamente, dos caras de la realidad ambiental. Una de ellas expone que, aunque todavía no en la escala deseable, se empieza a operar en contra de la polución de los cursos de agua y del aire que respiramos los tucumanos. La otra llama la atención sobre ese otro tipo de polución que parece crecer, y que es el desdén por los árboles, cuyo tronco se utiliza irresponsablemente para pintadas partidarias, afectando a la vez a esos ejemplares y al paisaje de la ciudad. Cabría agregar, respecto de esto último, que tal polución no se limita a la ciudad. Varias veces hemos deplorado que las piedras del camino a los Valles se utilicen con el mismo fin, cada vez que se trata de publicitar candidaturas.
Es sabido por todos que el medio ambiente es uno de los rubros de la máxima importancia, en la actualidad, para las comunidades civilizadas. En las naciones más importantes del mundo tienen prioridad acciones concretas para protegerlo, y ello es tema constante de conferencias internacionales y de tratados.
La cuestión, además, está claramente precisada en nuestros máximos estatutos jurídicos. Conocemos que la Constitución Nacional, en el artículo 41, dispone que el Estado proveerá a la protección del ambiente, "a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural", entre otros rubros. Y la Constitución de Tucumán, en el mismo sentido, expresa (artículo 36) que la Provincia "arbitrará los medios legales para proteger la pureza del ambiente, preservando los recursos naturales, culturales y de valores estéticos que hagan a la mejor calidad de vida".
Los árboles forman parte, precisamente, de ese "patrimonio natural y cultural" que la Constitución Nacional ordena preservar, y es uno de los "recursos naturales, culturales y de valores estéticos" que manda proteger la Constitución provincial. Debemos honrar tales disposiciones, que han de estar -como todas las normas constitucionales- incorporadas sin discusión a la conducta de todos. Ellas aspiran, en última instancia, a rodear de un entorno más sano y mejor nuestras existencias.
En la otra carta, una lectora deplora que en la última campaña electoral se haya utilizado la totalidad de los troncos de plátanos de las calles General Paz, Bernabé Aráoz y aledañas, para pintar leyendas proselitistas. Considera que es un atentado contra la naturaleza y contra la sociedad, que nadie se ha preocupado por enmendar y por el cual nadie ha pedido las disculpas que la población merece.
Las misivas muestran, respectivamente, dos caras de la realidad ambiental. Una de ellas expone que, aunque todavía no en la escala deseable, se empieza a operar en contra de la polución de los cursos de agua y del aire que respiramos los tucumanos. La otra llama la atención sobre ese otro tipo de polución que parece crecer, y que es el desdén por los árboles, cuyo tronco se utiliza irresponsablemente para pintadas partidarias, afectando a la vez a esos ejemplares y al paisaje de la ciudad. Cabría agregar, respecto de esto último, que tal polución no se limita a la ciudad. Varias veces hemos deplorado que las piedras del camino a los Valles se utilicen con el mismo fin, cada vez que se trata de publicitar candidaturas.
Es sabido por todos que el medio ambiente es uno de los rubros de la máxima importancia, en la actualidad, para las comunidades civilizadas. En las naciones más importantes del mundo tienen prioridad acciones concretas para protegerlo, y ello es tema constante de conferencias internacionales y de tratados.
La cuestión, además, está claramente precisada en nuestros máximos estatutos jurídicos. Conocemos que la Constitución Nacional, en el artículo 41, dispone que el Estado proveerá a la protección del ambiente, "a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural", entre otros rubros. Y la Constitución de Tucumán, en el mismo sentido, expresa (artículo 36) que la Provincia "arbitrará los medios legales para proteger la pureza del ambiente, preservando los recursos naturales, culturales y de valores estéticos que hagan a la mejor calidad de vida".
Los árboles forman parte, precisamente, de ese "patrimonio natural y cultural" que la Constitución Nacional ordena preservar, y es uno de los "recursos naturales, culturales y de valores estéticos" que manda proteger la Constitución provincial. Debemos honrar tales disposiciones, que han de estar -como todas las normas constitucionales- incorporadas sin discusión a la conducta de todos. Ellas aspiran, en última instancia, a rodear de un entorno más sano y mejor nuestras existencias.
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