14 Febrero 2013
Complicidades y caricias entre sabores
La comida, sin dudas una fuente de placer para el ser humano, está fuertemente vinculada con el erotismo y la pasión. Una sexóloga y dos matrimonios te cuentan por qué preparar la cena de San Valentín se encuentra entre una de las mejores opciones. Una "aventura" en la cocina les despertará el deseo y el buen humor, y gozarán cada minuto hasta la hora del postre.
AIRES DE IGUALDAD. La cocina ya no es territorio exclusivo de las mujeres. Se convirtió en un espacio nuevo para los juegos compartidos de la pareja.
"Sexualidad y gastronomía son actos esenciales de nuestra vida. Como decía Levi-Strauss, 'copular y comer son dos formas de conjunción por complementariedad', en muchas civilizaciones; la acción de cocinar y copular tienen idéntico significado, que en la realidad se escenifican en responsabilidades repartidas. Tanto el sexo como la alimentación pueden ser fuentes de placer, anteponiendo desde ese momento y, en muchas ocasiones, la búsqueda del disfrute", sostiene la sexóloga Amelia del Sueldo Padilla. De allí que una de las opciones para pasar un Día de San Valentín diferente bien puede ser preparar en conjunto la cena, ya sea para los dos o para compartir con amigos.
Avance masculino
Según la especialista, cocinar juntos permite a la pareja divertirse y resulta muy reconfortante. "Tanto cuando el sentimiento amoroso es mágico en su estado natural o cuando la rutina invade la pareja", sostiene.
Amelia observa en su consultorio que el número de varones que cocinan va en aumento: "ellos también hacen de la preparación de la comida una ceremonia para el encuentro de la pareja, algo que hasta no hace mucho tiempo era territorio sólo de la mujer". La consecuencia de este cambio es que la relación se ve enriquecida por estos nuevos aires de igualdad y, además, que se abrió un espacio nuevo para los juegos compartidos de la pareja.
Sabores y aromas
Ese nuevo espacio, la cocina, también puede despertar el más intenso de los deseos. "Actúan todas las leyes del magnetismo: las miradas pícaras, cómplices, las caricias que provocan, la palabra que invita...", destaca Amelia.
Y como si eso fuera poco, cuando se está cocinando, el ambiente se ve invadido por aromas y sabores que convocan al placer.
"Podemos imaginarnos un escenario donde predomina el perfume de la canela, que se mezcla con el jazmín o el clavo de olor y el de las rosas; como fondo, una música suave, voluptuosa, y allí es posible desplegar todo un juego de deseo y de seducción", añade la especialista. Propone: "jugar con un trozo de chocolate, que con su característico sabor, aroma y textura, despierta al saborearlo las numerosas terminaciones nerviosas de los labios, la nariz y la lengua, y que genera la producción de hormonas, como las endorfinas, que actúan potenciando la euforia y el bienestar, y generando sensaciones que van desde la más dulce ternura a la pasión más violenta".
Amelia es contundente: "todo influye en la sensual experiencia de una comida".
En la vida real
Lo que la sexóloga explica es plenamente ratificado con el testimonio de dos parejas que acostumbrar prolongar su amor en el ámbito donde se preparan los alimentos.
"Cuando en casa nos da ganas de hacer algo en la cocina, en el momento en que uno de los dos lo propone, el otro enseguida se entusiasma", cuenta Jaime Radusky. "Dulce o salado. Frío o caliente. No importa mucho lo que vayamos a hacer. Pasar tardes enteras en nuestra pequeña cocinilla es algo que hacemos muy frecuentemente y, sinceramente, lejos de cansarnos, nos deja siempre con ganas de hacer algo más al día siguiente", subraya. Él y su esposa, Petru, ya decidieron: esta noche prepararán un tiramisú (ver la receta). Anabella Maudet -casada con Juan Pablo- arriesga: "muchas veces sospecho que la gastronomía, la cocina propiamente dicha, es uno de los cimientos de nuestra relación. Porque no sólo nos gusta comer rico, sino que nos apasiona cocinar. Hay fines de semana que empiezan en el verdulero, siguen en la pescadería o la carnicería, y cuando llegamos a casa ponemos música, nos atamos los grandes delantales, y arrancamos".
Avance masculino
Según la especialista, cocinar juntos permite a la pareja divertirse y resulta muy reconfortante. "Tanto cuando el sentimiento amoroso es mágico en su estado natural o cuando la rutina invade la pareja", sostiene.
Amelia observa en su consultorio que el número de varones que cocinan va en aumento: "ellos también hacen de la preparación de la comida una ceremonia para el encuentro de la pareja, algo que hasta no hace mucho tiempo era territorio sólo de la mujer". La consecuencia de este cambio es que la relación se ve enriquecida por estos nuevos aires de igualdad y, además, que se abrió un espacio nuevo para los juegos compartidos de la pareja.
Sabores y aromas
Ese nuevo espacio, la cocina, también puede despertar el más intenso de los deseos. "Actúan todas las leyes del magnetismo: las miradas pícaras, cómplices, las caricias que provocan, la palabra que invita...", destaca Amelia.
Y como si eso fuera poco, cuando se está cocinando, el ambiente se ve invadido por aromas y sabores que convocan al placer.
"Podemos imaginarnos un escenario donde predomina el perfume de la canela, que se mezcla con el jazmín o el clavo de olor y el de las rosas; como fondo, una música suave, voluptuosa, y allí es posible desplegar todo un juego de deseo y de seducción", añade la especialista. Propone: "jugar con un trozo de chocolate, que con su característico sabor, aroma y textura, despierta al saborearlo las numerosas terminaciones nerviosas de los labios, la nariz y la lengua, y que genera la producción de hormonas, como las endorfinas, que actúan potenciando la euforia y el bienestar, y generando sensaciones que van desde la más dulce ternura a la pasión más violenta".
Amelia es contundente: "todo influye en la sensual experiencia de una comida".
En la vida real
Lo que la sexóloga explica es plenamente ratificado con el testimonio de dos parejas que acostumbrar prolongar su amor en el ámbito donde se preparan los alimentos.
"Cuando en casa nos da ganas de hacer algo en la cocina, en el momento en que uno de los dos lo propone, el otro enseguida se entusiasma", cuenta Jaime Radusky. "Dulce o salado. Frío o caliente. No importa mucho lo que vayamos a hacer. Pasar tardes enteras en nuestra pequeña cocinilla es algo que hacemos muy frecuentemente y, sinceramente, lejos de cansarnos, nos deja siempre con ganas de hacer algo más al día siguiente", subraya. Él y su esposa, Petru, ya decidieron: esta noche prepararán un tiramisú (ver la receta). Anabella Maudet -casada con Juan Pablo- arriesga: "muchas veces sospecho que la gastronomía, la cocina propiamente dicha, es uno de los cimientos de nuestra relación. Porque no sólo nos gusta comer rico, sino que nos apasiona cocinar. Hay fines de semana que empiezan en el verdulero, siguen en la pescadería o la carnicería, y cuando llegamos a casa ponemos música, nos atamos los grandes delantales, y arrancamos".
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