10 Febrero 2013
En Garmendia madrugan para conseguir agua
Los pueblos de Gobernador Garmendia y La Ramada, al igual que en otras zonas de la provincia, padecen por el mal suministro de agua potable. La falta de fuentes de trabajo obliga a que muchos habitantes se vean forzados a emigrar. Planteo de empleados en el Hospital de Garmendia.
SIN OPCIONES. Los pobladores del barrio Las Palmeras deben juntar agua en tachos para poder cocinar y bañarse.
Madrugar o madrugar. Esa es la única opción que, según los vecinos del barrio Las Palmeras, tienen para recolectar agua potable. "Todos los días te tenés que levantar a las dos o tres de la mañana para llenar los tachos. Ese es el único horario en el que sale agua", afirma José Chávez, que vive en esta barriada situada en la comuna de Gobernador Garmendia, en el departamento Burruyacú.
En Las Palmeras las calles son de tierra y predominan las casas de madera. Sobre las veredas y de una vivienda a otra sobresalen mangueras de color negro. "A las conexiones de agua las tuvimos que hacer nosotros", explica Chávez. El panorama devela la precariedad del servicio. Incluso hay canillas comunitarias donde los vecinos se agolpan para tratar de llenar los bidones y baldes que utilizan para conservar el agua.
Chávez también cuenta que muchos vecinos fueron a quejarse en la comuna buscando una respuesta para su problema. Volvieron inclusive con la promesa de las autoridades, que se comprometieron a perforar un pozo para resolver la falta de agua. Pero nada de eso ocurrió. "Vivo hace seis años en este barrio y siempre fue lo mismo. Además, las cosas empeoran en el verano", agrega. Aurora Toledo, por su parte, señala que el servicio depende de la comuna y que periódicamente pagan las boletas. Es madre de siete hijos y en el patio de su casa hay dos tachos de unos 200 litros en los que conserva el agua que junta todas las mañanas con la ayuda de su familia. "En este barrio tampoco hay alumbrado público", denuncia. Pero la falta de trabajo es lo que más preocupa al resto de los habitantes de Garmendia. Carlos Barrera, como la mayoría que vive en este pueblo, trabaja en la comuna. "Hace más de 20 años que trabajo recolectando basura. Estoy por jubilarme y trataré de dejarle mi puesto a mi hijo", confía Barrera, que además afirma que ese tipo de situaciones es muy común entre los trabajadores comunales. Ramón Nieto también es empleado comunal y reconoce: "acá no hay muchas otras opciones de trabajo".
En general, los pobladores buscan empleo en las fincas que hay en la zona para la cosecha. Pero, a pesar que la temporada más importante es la del limón -que dura entre tres y cuatro meses-, la mayoría busca trabajo en otras localidades. En enero de 2012, un grupo de unos 30 desocupados quemó cubiertas y se encadenó a las puertas de la comuna reclamando por la falta de trabajo; problema que, al parecer, no encuentra solución.
En Las Palmeras las calles son de tierra y predominan las casas de madera. Sobre las veredas y de una vivienda a otra sobresalen mangueras de color negro. "A las conexiones de agua las tuvimos que hacer nosotros", explica Chávez. El panorama devela la precariedad del servicio. Incluso hay canillas comunitarias donde los vecinos se agolpan para tratar de llenar los bidones y baldes que utilizan para conservar el agua.
Chávez también cuenta que muchos vecinos fueron a quejarse en la comuna buscando una respuesta para su problema. Volvieron inclusive con la promesa de las autoridades, que se comprometieron a perforar un pozo para resolver la falta de agua. Pero nada de eso ocurrió. "Vivo hace seis años en este barrio y siempre fue lo mismo. Además, las cosas empeoran en el verano", agrega. Aurora Toledo, por su parte, señala que el servicio depende de la comuna y que periódicamente pagan las boletas. Es madre de siete hijos y en el patio de su casa hay dos tachos de unos 200 litros en los que conserva el agua que junta todas las mañanas con la ayuda de su familia. "En este barrio tampoco hay alumbrado público", denuncia. Pero la falta de trabajo es lo que más preocupa al resto de los habitantes de Garmendia. Carlos Barrera, como la mayoría que vive en este pueblo, trabaja en la comuna. "Hace más de 20 años que trabajo recolectando basura. Estoy por jubilarme y trataré de dejarle mi puesto a mi hijo", confía Barrera, que además afirma que ese tipo de situaciones es muy común entre los trabajadores comunales. Ramón Nieto también es empleado comunal y reconoce: "acá no hay muchas otras opciones de trabajo".
En general, los pobladores buscan empleo en las fincas que hay en la zona para la cosecha. Pero, a pesar que la temporada más importante es la del limón -que dura entre tres y cuatro meses-, la mayoría busca trabajo en otras localidades. En enero de 2012, un grupo de unos 30 desocupados quemó cubiertas y se encadenó a las puertas de la comuna reclamando por la falta de trabajo; problema que, al parecer, no encuentra solución.
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