Por Guillermo Monti
08 Febrero 2013
La tecnología -un iPhone disimulado en una mochila- se puso al servicio de la sociedad y ofreció pruebas demoledoras sobre un fenómeno al que muchos remitían al cajón de las leyendas urbanas. ¿Que a los chicos en los maternales se los seda, se los maltrata, se los insulta? Imposible. Peor aún: en el macabro "Tribilín" se torturaba a los niños con el "submarino". ¿Y qué hay de las denuncias acumuladas durante años? Un grupo de docentes entrevistados por LA GACETA (TUcumanos de hoy, página 2) sacó a la luz casos que fueron oportunamente expuestos y se perdieron en algún agujero negro de la burocracia. O del desinterés.
Recién en 2011 se encuadró bajo la órbita del Ministerio de Educación el funcionamiento de los jardines maternales. Hasta entonces funcionaron como drugstores, con luz verde del área de Comercio y de Higiene de los municipios. Chicos equiparados a golosinas. Ese año se reglamentó el decreto 255 y Educación empezó a regular la actividad.
Pero una cosa es dibujar un marco legal y otra muy distinta conseguir que se cumplan las normas. La directora de Nivel Inicial, Patricia Tauber, informó a LA GACETA que sólo hay cuatro jardines en regla, en un universo de cientos. No hay datos precisos acerca de la cantidad de maternales regados por la capital, el Gran San Miguel de Tucumán y el interior. Los expedientes elevados son alrededor de 200, pero -según las autoridades de Educación- no es fácil para los inspectores acceder a los locales para comprobar que todo funcione bien. Dependen de la actitud de los dueños: recordemos que los maternales son un negocio privado, no se trata de instituciones estatales.
"Tribilín" gambeteó los controles durante 17 años. Al intendente de San Isidro, el radical Gustavo Posse, se le escapó una de esas declaraciones destinadas a la sección perlitas de los archivos audiovisuales. Hablando de "Tribilín" reconoció: "era un lugar pequeño en una zona alejada de la zona céntrica donde está la mayoría". ¡Con razón no llegaban los inspectores!
Ironías al margen, "Tribilín" desnudó la precariedad con la que trabajan numerosas reparticiones. La asociación docente Ademys habló de la grave situación que vive el nivel educativo inicial en territorio bonaerense; en la capital del país, la ONG Defendamos Buenos Aires subraya que el ente que controla los jardines está colapsado. ¿Qué podemos esperar entonces de Tucumán, teniendo en cuenta que hace sólo 24 meses el Ministerio de Educación asumió la responsabilidad de habilitar y evaluar los maternales?
Autoridades de Sadop llevan dos años estudiando la situación de los jardincitos. Encontraron irregularidades y remitieron los casos a la Dirección de Nivel Inicial. El sindicato docente -lógicamente- pone la lupa en los planteles de trabajadores y sostiene que a cargo de los chicos suelen quedar empleados sin capacitación. Y en negro, por supuesto.
En pocos días el efecto "Tribilín" se diluirá, en la medida que otros temas conquisten la agenda informativa. La pelota está en la cancha del Estado, que no puede seguir poniendo excusas. Lo positivo -dentro de lo espantoso del caso- es que ahora las denuncias se tomarán con la seriedad necesaria. ¿O no?
Mientras tanto, vale que los padres se mantengan en alerta permanente. Muchos de ellos también son responsables: ¿concurren a los maternales en horarios improvisados para ejercer sus propios controles? ¿Cruzan datos con otros padres? ¿Charlan a fondo con el personal? ¿Están atentos a los síntomas que presentan los chicos? La violencia doméstica tiene muchas caras, y desentenderse de todas estas señales es una de ellas.
Recién en 2011 se encuadró bajo la órbita del Ministerio de Educación el funcionamiento de los jardines maternales. Hasta entonces funcionaron como drugstores, con luz verde del área de Comercio y de Higiene de los municipios. Chicos equiparados a golosinas. Ese año se reglamentó el decreto 255 y Educación empezó a regular la actividad.
Pero una cosa es dibujar un marco legal y otra muy distinta conseguir que se cumplan las normas. La directora de Nivel Inicial, Patricia Tauber, informó a LA GACETA que sólo hay cuatro jardines en regla, en un universo de cientos. No hay datos precisos acerca de la cantidad de maternales regados por la capital, el Gran San Miguel de Tucumán y el interior. Los expedientes elevados son alrededor de 200, pero -según las autoridades de Educación- no es fácil para los inspectores acceder a los locales para comprobar que todo funcione bien. Dependen de la actitud de los dueños: recordemos que los maternales son un negocio privado, no se trata de instituciones estatales.
"Tribilín" gambeteó los controles durante 17 años. Al intendente de San Isidro, el radical Gustavo Posse, se le escapó una de esas declaraciones destinadas a la sección perlitas de los archivos audiovisuales. Hablando de "Tribilín" reconoció: "era un lugar pequeño en una zona alejada de la zona céntrica donde está la mayoría". ¡Con razón no llegaban los inspectores!
Ironías al margen, "Tribilín" desnudó la precariedad con la que trabajan numerosas reparticiones. La asociación docente Ademys habló de la grave situación que vive el nivel educativo inicial en territorio bonaerense; en la capital del país, la ONG Defendamos Buenos Aires subraya que el ente que controla los jardines está colapsado. ¿Qué podemos esperar entonces de Tucumán, teniendo en cuenta que hace sólo 24 meses el Ministerio de Educación asumió la responsabilidad de habilitar y evaluar los maternales?
Autoridades de Sadop llevan dos años estudiando la situación de los jardincitos. Encontraron irregularidades y remitieron los casos a la Dirección de Nivel Inicial. El sindicato docente -lógicamente- pone la lupa en los planteles de trabajadores y sostiene que a cargo de los chicos suelen quedar empleados sin capacitación. Y en negro, por supuesto.
En pocos días el efecto "Tribilín" se diluirá, en la medida que otros temas conquisten la agenda informativa. La pelota está en la cancha del Estado, que no puede seguir poniendo excusas. Lo positivo -dentro de lo espantoso del caso- es que ahora las denuncias se tomarán con la seriedad necesaria. ¿O no?
Mientras tanto, vale que los padres se mantengan en alerta permanente. Muchos de ellos también son responsables: ¿concurren a los maternales en horarios improvisados para ejercer sus propios controles? ¿Cruzan datos con otros padres? ¿Charlan a fondo con el personal? ¿Están atentos a los síntomas que presentan los chicos? La violencia doméstica tiene muchas caras, y desentenderse de todas estas señales es una de ellas.
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