Un volante de galera y bastón

Un volante de galera y bastón

El ex jugador de Tucumán Central recuerda cada paso de su carrera,.

Eduardo Bacas formó parte de esos excelsos futbolistas que durante dos décadas regaron los campos de juego del continente dejando bien en alto el prestigio del fútbol tucumano. Qué lejano parecen haber quedado aquellos tiempos, donde correteaba en el campo Tucumán Central, ilusionado por dar el gran salto.

Hoy a los 59 años, "Lalo", que desde hace 18 años se encuentra radicado en México, vino a visitar a su familia. "Siempre es una satisfacción volver a mi provincia. Aunque más de la mitad de mi vida la pasé lejos de ella, nunca me voy a olvidar de mis orígenes", señaló el talentoso ex volante que se deleitó con los asados que compartió en familia, algo que no es habitual en tierras aztecas.

- ¿Qué estás haciendo en México, seguís vinculado al fútbol?

- Estoy trabajando como panelista de un programa deportivo que se emite por la televisión mexicana. Nunca pensé dedicarme al periodismo, pero cuando hace dos años dejé de trabajar como entrenador, un amigo me ofreció esto de la TV. Primero lo dudé, pero ahora sé que hice lo correcto. Me gusta tanto lo que estoy haciendo que ya empecé a estudiar la carrera. Quiero el título de periodista.

- Contame algo de tus comienzos, los mejores recuerdos que tengas.

- Lo que poco saben es que estuve cerca de fichar para Atlético (en ese tiempo, el técnico era don Manuel Giúdicce), club del que soy hincha. Recuerdo que cuando tenía 16 años citaron a mi papá para que firmara mi pase. Estuvo durante tres horas esperando la llegada de los directivos, pero nadie apareció. Por eso mi papá decidió llevarme a jugar a Tucumán Central.

- ¿Y qué significó el "rojo" de Villa Alem en tu carrera?

- Es lo más grande. Es el club que me marcó para toda la vida. Tuve la dicha de jugar en tantos clubes de prestigio enorme, pero a los "rojos" no lo cambio por nada ni nadie. En estos momentos, me gustaría mencionar a una persona que hizo mucho por mí y por el fútbol tucumano: el "Maestro" Luna. Además, en Tucumán Central tuve a gente como el "Pila" Mansilla, el "Turco" Jalil, el "Chivo" Jiménez, Manuel Horacio Santillán, Jorge Augier y el "Sapo" López, entre otros. ¡Qué jugadores, por favor!

- Sigamos adelante. Y de Altos Hornos Zapla...

- Llegué la mejor época, de la mano de José "Piojo" Yudica. Fue un club que me dio la posibilidad de empezar a hacerme conocido a nivel nacional. Allí también había jugadores de una enorme categoría, como Cristofanelli, José Miguel Meija y Arsenio Muñiz. El otro día, un amigo que dejé allí, que se enteró de que había regresado al país, me ofreció ser el técnico del club (milita en el Argentino B). Le agradecí que haya pensado en mí, pero yo estoy en México y es imposible que por ahora pueda regresar a la Argentina.

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- El que sigue... Atlético Ledesma.

- Allí encontré a una de las mejores personas que conocí en el fútbol: Ángel Tulio Zoff. Jugar en esa época en Ledesma era no envidiarle nada a los clubes de Buenos Aires. Tenía un poder adquisitivo tremendo y, por ende, había formado un equipo tremendo. Era un equipazo. Allí jugué con Pedro Farías, un crack con todas las letras. Compartir una cancha de fútbol a su lado, era un lujo que pocos pudieron disfrutar.

- Vamos a la "Chicago" criolla, hablame de Rosario Central.

- Llegué junto a Héctor "Diablo" Chazarreta en un momento muy complicado. Ya se había ido Carlos Griguol. Nos llevó don Ángel (Tulio Zoff) que había arreglado con ese club. Se formó un buen equipo que nos permitió ser campeones del Nacional del 82 (le ganó la final a Racing de Córdoba). Pero a los dos meses de obtener el título, fuimos transferidos todos. Me fui a México.

- ¿Y qué tal el cambio?

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- A México llegué el 3 de agosto del 81. A partir de allí, cambió mi panorama, mi forma de ser. De mi partida de Tucumán a ese salto inmenso, que significó estar en una ciudad de 60 millones de habitantes, fue algo formidable. En los primeros tiempos de mi llegada a América, me daba miedo salir. Había llegado a una entidad con una estructura deportiva e institucional que no había conocido en mi vida. Eso, en cierto modo, me asustó... Lo que es la vida. En aquel entonces me dio miedo irme a México, pero ahora no me quiero volver (risas).

- ¿Te quedó algún objetivo por cumplir?

- Desde chico, por ser hincha y vivir cerca del Monumental, me hubiera gustado jugar en Atlético.

- Y casi tuviste revancha...

- En al final de la temporada 1990/91 me desvinculo de Tigres de Guadalajara y regreso a Tucumán. Un día, charlando con Mariano Cangemi, que era el presidente del club, le comenté que mi sueño sería retirarme del fútbol vistiendo de Atlético. Me dio el OK y empecé a entrenarme. Todo iba bien hasta que en una práctica me lesioné los gemelos. En ese mismo instante, me fui a hablar con Cangemi y le dije que no iba a poder cumplir ese sueño porque esa lesión no me iba a posibilitar tener la continuidad que pretendía. Fue un trago amargo que me costó olvidar.

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