18 Enero 2013
NO QUEDA OTRA. Algunos vecinos se armaron de coraje y atravesaron la calle anegada. Otros se quedaron en sus casas. El ritmo vehicular se detuvo. LA GACETA / FOTOS DE ANALIA JARAMILLO
Pasean en ojotas y visten trajes de baño. Se vieron obligados a practicar natación extrema. No manejan en lancha, todavía. Tampoco son los bañeros de una pileta pública. No precisamente. Los vecinos que viven en la avenida Jujuy, entre el 2000 y el 4500, aprendieron a convivir frente a un río, literalmente. Después de cada lluvia fuerte, la calle se inunda hasta tapar las veredas y ni los automovilistas se animan a cruzar. La tormenta de ayer volvió a anegar ese tramo de la arteria y, pese a que todavía no se llevaron a cabo las obras hidráulicas pertinentes, una de las principales causas de este problema es la basura acumulada en los canales que impide la fluidez de los desagües.
"Mucha gente tira porquerías en el canal y después, cuando hay tormentas, el agua rebalsa por todos lados. Tuve que construir una rampa en la puerta de mi casa para que no entrara el agua", explicó enfadado César Balboa, de 25 años, que un día se hartó de que le "flotaran los muebles". Cuando llueve y se producen los anegamientos en la calle, no puede ir a trabajar. "Mi moto no puede meterse en ese río. Los colectivos dejan de hacer su recorrido habitual y los taxistas quedan fuera de servicio", agregó.
El mar cerca
Se anima. Junta coraje, se arremanga el pantalón y se sumerge. Paola Suárez, de 29 años, también aprendió a nadar en la Jujuy al 4000. "A veces cruzo el 'río' con la beba en brazos. A veces no salgo de casa", contó despreocupada, quitándole mérito a la hazaña de trasladarse de una orilla a otra con su hija Rocío a cuestas. Luis Medina trabaja en una pollería y tiene tres hijos a los que les prohibe jugar en la vereda cuando llueve.
"El agua por poco se mete al negocio y me deja desperdicios cloacales en la puerta. Esta calle se inunda hace 20 años", recordó el vecino. Marcela Sosa trabaja en una estación de servicio y asegura, mientras observa a través del ventanal que da a la Jujuy, que no le hace falta irse de vacaciones "porque tiene el mar cerca". "Toda la suciedad desemboca aquí. El barrio se paraliza cuando la calle se inunda. Los colectiveros y los taxistas se amontonan en la playa de estacionamiento hasta que para de llover", explicó.
El estado calamitoso del pavimento, producto de los constantes anegamientos, tampoco deja de ser un serio problema. "Apenas se larga la tormenta busco un lugar para estacionar. Como los desagües viven trancados por la cantidad de desechos, todo empieza a sumergirse. Hasta el auto", ironizó el taxista Luis Alberto Serrizuela, de 59 años. Él y sus compañeros no pueden creer que la avenida siga convirtiéndose en un charco gigante. "La basura, los robos y ahora esto. ¿Qué ejemplo le damos a nuestros hijos? Hay que ponerse las pilas de una vez por todas", añadió mientras esperaba que el agua que impedía circular a algunos vehículos se escurriera.
"Patas arriba"
Durante varias cuadras se concentraron en no perder el equilibrio. Una simple maniobra podría terminar en tragedia. La superficie del camino permanecía invisible y el oleaje del agua que se arremolinaba a los costados mareaba la vista. Los motociclistas saben que no es tarea fácil sortear los obstáculos que presenta la avenida Jujuy cuando llueve, pero son ciudadanos corrientes que deben ir o volver a sus hogares y a sus trabajos. Entonces se largan: levantan los pies, los acomodan en el guarda barro de la rueda delantera y aceleran.
"Me da vértigo manejar por la calle. Ahora no se ve porque está llena de agua, pero hay miles de pozos hondos. Conozco el barrio y sé por dónde manejar. Si esto sigue igual, algún día alguien se va a partir la cabeza", se quejó Cristian González, que trabaja en una verdulería. Al rato se sumó a esa particular caravana de motociclistas que levantaban los pies para no mojarse mientras conducían.
Entre las 6 y las 10 de ayer llovieron unos 35 milímetros, según indicó el subsecretario de Obras Públicas de la Municipalidad Atilio Belloni. Cantidad suficiente para generar el caos en ese tramo de la avenida Jujuy. El vecindario sufre cada tormenta desde ya hace varios años y, a pesar de los reclamos, no hay soluciones inmediatas.
"Mucha gente tira porquerías en el canal y después, cuando hay tormentas, el agua rebalsa por todos lados. Tuve que construir una rampa en la puerta de mi casa para que no entrara el agua", explicó enfadado César Balboa, de 25 años, que un día se hartó de que le "flotaran los muebles". Cuando llueve y se producen los anegamientos en la calle, no puede ir a trabajar. "Mi moto no puede meterse en ese río. Los colectivos dejan de hacer su recorrido habitual y los taxistas quedan fuera de servicio", agregó.
El mar cerca
Se anima. Junta coraje, se arremanga el pantalón y se sumerge. Paola Suárez, de 29 años, también aprendió a nadar en la Jujuy al 4000. "A veces cruzo el 'río' con la beba en brazos. A veces no salgo de casa", contó despreocupada, quitándole mérito a la hazaña de trasladarse de una orilla a otra con su hija Rocío a cuestas. Luis Medina trabaja en una pollería y tiene tres hijos a los que les prohibe jugar en la vereda cuando llueve.
"El agua por poco se mete al negocio y me deja desperdicios cloacales en la puerta. Esta calle se inunda hace 20 años", recordó el vecino. Marcela Sosa trabaja en una estación de servicio y asegura, mientras observa a través del ventanal que da a la Jujuy, que no le hace falta irse de vacaciones "porque tiene el mar cerca". "Toda la suciedad desemboca aquí. El barrio se paraliza cuando la calle se inunda. Los colectiveros y los taxistas se amontonan en la playa de estacionamiento hasta que para de llover", explicó.
El estado calamitoso del pavimento, producto de los constantes anegamientos, tampoco deja de ser un serio problema. "Apenas se larga la tormenta busco un lugar para estacionar. Como los desagües viven trancados por la cantidad de desechos, todo empieza a sumergirse. Hasta el auto", ironizó el taxista Luis Alberto Serrizuela, de 59 años. Él y sus compañeros no pueden creer que la avenida siga convirtiéndose en un charco gigante. "La basura, los robos y ahora esto. ¿Qué ejemplo le damos a nuestros hijos? Hay que ponerse las pilas de una vez por todas", añadió mientras esperaba que el agua que impedía circular a algunos vehículos se escurriera.
"Patas arriba"
Durante varias cuadras se concentraron en no perder el equilibrio. Una simple maniobra podría terminar en tragedia. La superficie del camino permanecía invisible y el oleaje del agua que se arremolinaba a los costados mareaba la vista. Los motociclistas saben que no es tarea fácil sortear los obstáculos que presenta la avenida Jujuy cuando llueve, pero son ciudadanos corrientes que deben ir o volver a sus hogares y a sus trabajos. Entonces se largan: levantan los pies, los acomodan en el guarda barro de la rueda delantera y aceleran.
"Me da vértigo manejar por la calle. Ahora no se ve porque está llena de agua, pero hay miles de pozos hondos. Conozco el barrio y sé por dónde manejar. Si esto sigue igual, algún día alguien se va a partir la cabeza", se quejó Cristian González, que trabaja en una verdulería. Al rato se sumó a esa particular caravana de motociclistas que levantaban los pies para no mojarse mientras conducían.
Entre las 6 y las 10 de ayer llovieron unos 35 milímetros, según indicó el subsecretario de Obras Públicas de la Municipalidad Atilio Belloni. Cantidad suficiente para generar el caos en ese tramo de la avenida Jujuy. El vecindario sufre cada tormenta desde ya hace varios años y, a pesar de los reclamos, no hay soluciones inmediatas.
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