Almorzando con el Sr. Nasser

Almorzando con el Sr. Nasser

Tres ganadores del Dakar -Al Attiyah, Chagin y De Villiers- compartieron un delicioso encuentro.

LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA LA GACETA / FOTO DE FRANCO VERA
¿Misión de un periodista, acompañado por un compañero fotógrafo, en un día de descanso en un vivac del Rally Dakar? Atrapar historias y permanecer con todos los sentidos en alerta. Sin carrera, aparentemente todo parece estar condenado a una pasividad absoluta. Error. Siga leyendo.

Cerca de las 13, bajo el sol infernal tucumano, hubo que buscar resguardo bajo alguna de las carpas de los equipos. A la vista, la del Buggy del qatarí Nasser Al Attiyah. Rodeado por un enjambre de periodistas, el piloto atendía a todos, como siempre, con una sonrisa. "El mal trago del sábado todavía me dura. Pero falta mucho, así que seguiré para adelante a la caza de Peterhansel" dijo el carismático corredor, con su típico inglés con acento árabe.

Por un costado del predio del equipo, surgió la figura del sudafricano Giniel de Villiers, interesado en charlar con Nasser y cotejar datos de la carrera. Dos campeones del Dakar, frente a frente, a sonrisa pura.

Charla y más charla. Hasta allí, nada que saliera de lo "normal". Hasta que se vio cómo un grupo de hombres vestidos con camisa azul llegaron al lugar. A la cabeza, el insigne Vladimir Chagin, siete veces triunfador en la carrera a bordo de un camión Kamaz.

Al Attiyah recibió al ruso con elegancia. Cruzaron elogios en inglés, hasta que el qatarí invitó a Chagin a subirse al habitáculo del Buggy. Dos, tres preguntas, y el europeo bajó del coche con una sonrisa de chico que subió a dar una vuelta en kart. "Se ve un vehículo poderoso, te deseo todo el éxito" dijo Chagin. La prensa quiso saber: ¿Vladimir, te subirías a uno? Se encogió de hombros. Ni sí ni no, solo una fría sonrisa. De pronto apareció una miniatura de un Kamaz, que el ruso autografió. El qatarí abrió grande sus ojos. "¡Pero mira que yo no tengo uno para regalarte!", exclamó.

Bajo la carpa de Red Bull, las estrellas dakarianas siguieron hablando. Hasta que Chagin formuló la invitación "¿Me acompañan a lo de mi equipo?" lanzó. Nasser y Giniel asintieron, curiosos. En el medio, el ruso rompió el hielo: tomó una cámara de video, y en inglés presentó al qatarí: "señores, con ustedes mi amigo Al Attiyah, diga usted unas palabras". "Hola a todos, sí soy yo", dijo.

Segundos después de la curiosa escena, las tres celebridades emprendieron una caminata al bunker del equipo Kamaz. Fila de guardia de mecánicos rusos (casi todos una mole de serio aspecto) y devolución de gentilezas: Chagin invitó a Al Attiyah (también a De Villiers) a subirse a un Kamaz. "¡Qué nave poderosa! ¿Este es el asiento? Se mueve. ¿Y este es un ventilador personal? ¿Funciona bien? ¿Cómo frena? ¿Y la suspensión?". La batería de preguntas de Nasser no tenía fin. Vladimir contestó todo. Al menos lo intentó.

Fotos y más fotos. Sonrisas por doquier. Apareció en escena Eduard Nikolaev, líder actual de Kamaz, 2° en la carrera, tímido, mameluco azul, cero inglés. "Nunca vi a Nasser de tan cerca, es emocionante, una gran persona" dijo traductora mediante, sin olvidar decir su "spasibo" (gracias en ruso) al final de la corta charla.

Y llegó la frutilla del postre. "No se van a ir sin comer algo", lanzó Chagin. Los invitados accedieron. Se sentaron a una mesa de campamento y charlaron como viejos amigos. Una postal al más estilo Dakar. A los lejos, los cerros tucumanos de fondo.

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