

Su relación con la escritura nació al lado de una biblioteca que se caía a pedazos en la habitación de un departamento. Entre la antología de cuentos fantásticos de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, "Las 1.001 noches" y las revistas "Muy Interesante".
Diego Erlan es tucumano pero vive en Buenos Aires desde los 10 años, es editor de la revista Ñ y acaba de publicar su primera novela "El amor nos destrozará". El libro está considerado como uno de los mejores que se publicaron durante 2012.
Su protagonista, Agustín, debe lidiar con la muerte de su hermana cuando es apenas un niño. Sus padres nunca van a hablar de eso y esto produce un quiebre que lo deja solo mientras su familia se desarma. Todo el libro es un intento por hilvanar pedazos de su historia. La angustia se respira desde la primera línea. La infancia, la amistad, el sexo, los silencios, las evasivas y el extraño rol que su tío cumple en su propia casa, recrean una tensión constante en el relato.
"Soy consciente de que mi libro genera angustia e incertidumbre. Pero ese es un concepto que me interesa trabajar en la literatura. Hay un vértice que no se termina de cerrar. Las historias que generan preguntas me interesan más que las que te dan un mundo ordenado, posible y esperanzador", explica Erlan.
Para Agustín la vía de escape será descubrir unos cassettes grabados por su hermana con una canción de Joy Division, "Love will tear us apart" (El amor nos destrozará). A Erlan el rock le sirvió para imprimirle ritmo y distorsión al relato. "La metamorfosis es otra línea que se va dando en el texto. El chico no es el mismo antes de que muera la hermana, de que descubra la canción...".
Para el autor la literatura es música que puede trasladarte a universos imaginarios ("Si no pasa eso es una banda que suena mal", define). La experiencia del personaje se entiende mucho más cuando suena de fondo la melodía sombría de Joy Division.
Esta primera novela llegó después de siete años de borradores y correcciones. De hecho, cuenta Erlan, el personaje de Agustín lo persigue desde textos previos y a la banda de rock la venía escuchando desde hacía tiempo. "Ese chico es un alter ego a veces más angustiado, anarquista y punk. Un personaje que conozco mucho y que podría haber sido yo", explica.
- ¿Invertiste mucho tiempo en encontrar las palabras justas?
- Creo que el libro realmente se escribe en la corrección. Quería que esta novela, por momentos, fuera imprecisa. Quería fisuras y que las palabras no fueran cerradas. Tratar de jugar con esas frases comunes y como se las repite, por ejemplo cuando el tío dice "lechón de rosas". Es un proceso lento hasta que escucho a los personajes que me hablan y secuestran mi cabeza.
- Decís que la literatura es un fracaso, ¿por qué?
- Se me ocurre que nunca vamos a poder escribir el texto que tenemos en la cabeza. Escribimos ese fracaso. El escritor chileno Roberto Bolaño tenía una idea sobre lo que era la literatura que me gusta mucho: él decía que la literatura era salir a pelear contra un monstruo sabiendo que vas a perder. Ese gesto me parece interesante: sabés que vas a morir en esa pelea, pero de todos modos salis y peleas. Eso es. Uno sabe que la literatura te va a romper la cabeza (tanto al escribirla como al leerla) y sin embargo estamos dispuestos. La literatura es una experiencia sadomasoquista.
- ¿Cómo entrás a ese maravilloso mundo dela escritura?
- Los primeros textos que escribí eran un plagio de la "Antología Fantástica", de Borges. Me acuerdo que elegí "La pata de mono"; no porque fuera el que más me gustara, sino porque era el que creía que podía escribir yo. Cuando una tía lo leyó la cara fue tan hermosa que me dije: "yo quiero que se genere eso cuando alguien lea algo mío".
Las raíces
Su madre es tucumana, de apellido Cruz Prats, y su padre santiagueño, oriundo de la localidad de Frías.
Allí solía veranear en su infancia. Esa sensación de tensión que se vive en un lugar donde son pocos y todos se conocen, también la llevó y la plasmó en la novela. "Saqué mucho de ahí. Esos lugares donde no podés ser casi libre porque sos juzgado por lo que hacés y por lo que no hacés, me parecen interesantes para explorarlos en la literatura. Ahí, donde todo parece plácido, pero está atravesado por la tensión", reconoce.
De Tucumán dice que le queda poco, de vez en cuando algún "meta" o una erre más marcada, cada vez que habla apurado. A los 10 años el traslado a Buenos Aires le pareció un viaje y el rugby (solía jugar en Lawn Tennis Club) lo ayudó a integrarse en el nuevo colegio porteño en el que se practicaba mucho ese deporte.
Sin embargo, era el adolescente que prefería quedarse el sábado por la noche escribiendo antes que salir. Eso lo convirtió, por momentos, en un incomprendido, al igual que Agustín.
