Por Miguel Eduardo Décima
30 Diciembre 2012
El domingo 28 de junio de 1992 será recordado por siempre por el hincha de San Martín. Ese día, Francisco Eduardo Guillén se puso el traje de héroe y terminó siendo fundamental para que el "santo" elimine a Atlético de la ronda final del viejo Nacional B, en un histórico encuentro que se jugó en La Ciudadela.
Hace 20 años se abrió una puerta exclusiva para elegidos y el ex arquero, luego de atajarle un penal vital a Domingo Cáceres, entró en la historia grande del club de La Ciudadela.
Esa atajada sobre el arco de la calle Rondeau le posibilitó a los "albirrojos" mantener el 0 a 0 y de este modo eliminar a su eterno rival de la competencia. Con el paso del tiempo, esa maniobra de Guillén cobró mayor importancia, sobre todo teniendo en cuenta que esa acción fue clave en el camino del equipo al ascenso a Primera.
El "Patón", hoy radicado en San Salvador de Jujuy, volvió a nuestra provincia para ser parte del homenaje a Jacinto Eusebio Roldán. "No podía estar ausente. Es un orgullo que Jacinto me haya invitado, aunque sea para vivirlo desde la platea", revela el amigo de 52 años, que recuerda con nostalgia aquel hecho que lo marcó para toda la vida.
"Fue lo mejor que me pasó en mi carrera. Todos saben que en ese tipo de acción mucho tiene que ver la suerte. Cuando el uruguayo (Cáceres) tomó carrera, lo primero que hice fue mirar hacia el cielo y pedirle a Dios que me ayudara a darle una alegría al hincha de San Martín. Me la jugué hacia la izquierda y allí fue la pelota. Ese día, el 'Barbudo' estuvo conmigo, ja, ja, ja", relata el oriundo de La Cocha.
A pesar de que hace 15 años está radicado en "La Tacita del Plata", donde trabaja en una cadena de farmacias, Guillén siente como si nunca se hubiera ido de Tucumán. "Muchas veces, cuando charlo con mis compañeros de trabajo, les digo que cuando están conmigo sólo se trata de una ilusión óptica. Me miran como si estuviera loco pero la verdad es que siento como si jamás me hubiera ido de La Cocha, mi pueblo. Allí es donde está mi cable a tierra", asegura.
Aunque reconoce que morirá sintiéndose jugador de fútbol, algunos problemas externos obligaron a Guillén emigrar y buscar otro horizonte. "Hay momentos en la vida que tenés que pensar con la cabeza y no con el corazón. Desde el momento que formás una familia, a la que hay que mantener, muchas veces se deben dejar de lado las cosas que te apasionan y buscar un bienestar. Mis hijos, Maximiliano (21 años) y Javier (20), son la razón de mi vida y no me voy arrepentir nunca de haber dejado todo por ellos. Los dos son tucumanos. Nacieron en la Mate de Luna y Pellegrini y son 'cirujas' hasta la muerte", jura "Patón", un hombre que siempre mira la vida en positivo. Descarta lo malo y se aferra a lo bueno. "Lo que pasa es que en esta profesión (la de futbolista) estas expuesto a vivir diferentes situaciones. Pero como soy optimista, siempre voy a rescatar las cosas que me hicieron feliz. San Martín es mi vida, es un sentimiento que llevó en mi corazón desde que dejé a mi familia en La Cocha para venir a jugar en este hermoso club. Sólo quien vivió o vive lo mismo que yo, puede entenderme", dice.
El reconocimiento de la gente lo llena de orgullo. "A pesar de que pasaron tantos años desde que dejé de jugar, cuando vengo a visitar a mi familia, la gente me reconoce y me hace sentir su cariño. Esto es algo que no tiene precio y por lo que estaré eternamente agradecido hasta el último segundo de mi vida", agradece.
Entre los mejores recuerdos, Guillén tiene los dos ascensos que consiguió con San Martín; el haber jugado en el seleccionado argentino el Panamericano de 1983 en Venezuela y, claro, el famoso penal atajado a Cáceres. "Esas fueron cosas que me marcaron. El 'Flaco" Gareca jugó conmigo en ese torneo y luego fue mi técnico en San Martín. El cariño de la gente es el mayor trofeo que me dejó este maravilloso deporte", agrega.
Un duro golpe al corazón
Durante la charla, al momento de hablar de la familia, una mueca de tristeza se dibuja en los labios de Guillén. "Este 2012 es un año que quiero terminar lo más pronto posible. Es que el 1 de marzo pasado Dios me llevó al amor de mi vida, mi esposa Olga. Se fue con 47 años; ella fue un ejemplo de vida, mi ejemplo; y será la luz que alumbrará mi camino por el resto de mis días. Seguramente, Dios le tendrá reservado un lugar especial en el cielo. Eso pienso yo y por eso calmo un poco el dolor que siento por no tenerla acá conmigo", llora de amor Guillén, el hombre que alguna vez hizo felices a miles de "santos" y hoy necesita de ellos. ¡Fuerza!
Hace 20 años se abrió una puerta exclusiva para elegidos y el ex arquero, luego de atajarle un penal vital a Domingo Cáceres, entró en la historia grande del club de La Ciudadela.
Esa atajada sobre el arco de la calle Rondeau le posibilitó a los "albirrojos" mantener el 0 a 0 y de este modo eliminar a su eterno rival de la competencia. Con el paso del tiempo, esa maniobra de Guillén cobró mayor importancia, sobre todo teniendo en cuenta que esa acción fue clave en el camino del equipo al ascenso a Primera.
El "Patón", hoy radicado en San Salvador de Jujuy, volvió a nuestra provincia para ser parte del homenaje a Jacinto Eusebio Roldán. "No podía estar ausente. Es un orgullo que Jacinto me haya invitado, aunque sea para vivirlo desde la platea", revela el amigo de 52 años, que recuerda con nostalgia aquel hecho que lo marcó para toda la vida.
"Fue lo mejor que me pasó en mi carrera. Todos saben que en ese tipo de acción mucho tiene que ver la suerte. Cuando el uruguayo (Cáceres) tomó carrera, lo primero que hice fue mirar hacia el cielo y pedirle a Dios que me ayudara a darle una alegría al hincha de San Martín. Me la jugué hacia la izquierda y allí fue la pelota. Ese día, el 'Barbudo' estuvo conmigo, ja, ja, ja", relata el oriundo de La Cocha.
A pesar de que hace 15 años está radicado en "La Tacita del Plata", donde trabaja en una cadena de farmacias, Guillén siente como si nunca se hubiera ido de Tucumán. "Muchas veces, cuando charlo con mis compañeros de trabajo, les digo que cuando están conmigo sólo se trata de una ilusión óptica. Me miran como si estuviera loco pero la verdad es que siento como si jamás me hubiera ido de La Cocha, mi pueblo. Allí es donde está mi cable a tierra", asegura.
Aunque reconoce que morirá sintiéndose jugador de fútbol, algunos problemas externos obligaron a Guillén emigrar y buscar otro horizonte. "Hay momentos en la vida que tenés que pensar con la cabeza y no con el corazón. Desde el momento que formás una familia, a la que hay que mantener, muchas veces se deben dejar de lado las cosas que te apasionan y buscar un bienestar. Mis hijos, Maximiliano (21 años) y Javier (20), son la razón de mi vida y no me voy arrepentir nunca de haber dejado todo por ellos. Los dos son tucumanos. Nacieron en la Mate de Luna y Pellegrini y son 'cirujas' hasta la muerte", jura "Patón", un hombre que siempre mira la vida en positivo. Descarta lo malo y se aferra a lo bueno. "Lo que pasa es que en esta profesión (la de futbolista) estas expuesto a vivir diferentes situaciones. Pero como soy optimista, siempre voy a rescatar las cosas que me hicieron feliz. San Martín es mi vida, es un sentimiento que llevó en mi corazón desde que dejé a mi familia en La Cocha para venir a jugar en este hermoso club. Sólo quien vivió o vive lo mismo que yo, puede entenderme", dice.
El reconocimiento de la gente lo llena de orgullo. "A pesar de que pasaron tantos años desde que dejé de jugar, cuando vengo a visitar a mi familia, la gente me reconoce y me hace sentir su cariño. Esto es algo que no tiene precio y por lo que estaré eternamente agradecido hasta el último segundo de mi vida", agradece.
Entre los mejores recuerdos, Guillén tiene los dos ascensos que consiguió con San Martín; el haber jugado en el seleccionado argentino el Panamericano de 1983 en Venezuela y, claro, el famoso penal atajado a Cáceres. "Esas fueron cosas que me marcaron. El 'Flaco" Gareca jugó conmigo en ese torneo y luego fue mi técnico en San Martín. El cariño de la gente es el mayor trofeo que me dejó este maravilloso deporte", agrega.
Un duro golpe al corazón
Durante la charla, al momento de hablar de la familia, una mueca de tristeza se dibuja en los labios de Guillén. "Este 2012 es un año que quiero terminar lo más pronto posible. Es que el 1 de marzo pasado Dios me llevó al amor de mi vida, mi esposa Olga. Se fue con 47 años; ella fue un ejemplo de vida, mi ejemplo; y será la luz que alumbrará mi camino por el resto de mis días. Seguramente, Dios le tendrá reservado un lugar especial en el cielo. Eso pienso yo y por eso calmo un poco el dolor que siento por no tenerla acá conmigo", llora de amor Guillén, el hombre que alguna vez hizo felices a miles de "santos" y hoy necesita de ellos. ¡Fuerza!
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Jacinto Eusebio Roldán