Jesucristo, luz y paz para el hombre

Jesucristo, luz y paz para el hombre

Monseñor Alfredo Zecca, arzobispo de Tucumán.

Jesucristo,  luz y paz para  el hombre
24 Diciembre 2012
La Navidad nos ofrece una gran oportunidad: dejar que Cristo nazca en cada uno de nosotros. Como la Virgen María en la Anunciación, debemos estar abiertos a la Palabra de Dios que viene a nuestro corazón para que ella se haga también vida en nosotros. Además, esta Navidad tiene lugar en un momento muy especial. Estamos celebrando el Año de la Fe, al que nos ha convocado el Santo Padre Benedicto XVI.

"Alegrémonos todos en el Señor, porque ha nacido nuestro Salvador. Hoy descendió del cielo para nosotros la paz verdadera" (Antífona de la Misa de la Noche). "Hoy no puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad y nos infunde la alegría de la eternidad prometida" (San León Magno).

Esta Navidad nos encuentra en un año muy especial. Desde el 11 de octubre pasado la Iglesia entera abrió, junto a Su Santidad Benedicto XVI, la "Puerta de la fe". Una fe que sólo es posible vivir en el encuentro verdadero con Cristo. El Año de la Fe que estamos celebrando tiene que ser de conversión, de renovación, de reconciliación y de paz. Quisiera que esta Navidad cada tucumano abra la puerta de su corazón a Cristo. Que a todos el Señor nos encuentre esperándolo y preparados.

¿Y cómo prepararnos?
En primer lugar, reconciliándonos. Es tiempo especial de perdón. ¡Cuántos llevan en su corazón el enojo, el rencor, acaso el odio! Es tiempo de dar el paso, el paso del valiente, de quien toma la delantera y se acerca a pedir perdón; y también del que, con la misma valentía y generosidad, está dispuesto a ofrecerlo al hermano que se acerca.

Me preocupa mucho la anomia que lleva años; la conciencia del "todo vale", de la impunidad ante el delito; la creciente violencia verbal que acaba, tarde o temprano, en violencia física; la intolerancia; el ver como enemigo a quien piensa distinto.

Argentina tiene una gran necesidad de reconciliación, de dejar atrás antiguos enfrentamientos. Los argentinos debemos ser capaces de redescubrirnos como hermanos llamados a construir un destino histórico común, expresado en un amor cada día más intenso a la Patria que nos vio nacer o que con generosidad nos albergó. La amistad social ha de ser la base de una convivencia pacífica fundada en la justicia y en el amor.

Que esta Navidad nos encuentre realmente unidos. Los amigos, los vecinos, la familia. Sobre esto quisiera detenerme. El Santo Padre, en su Discurso a la Curia Romana del pasado 21 de diciembre, ha puesto de relieve el drama del rechazo a la naturaleza humana y a la ley natural que repercute, de modo directo, sobre la familia: "en la actualidad -afirma el Papa-, existe sólo el hombre abstracto, que después elige para sí mismo, autónomamente, una u otra cosa como naturaleza suya. Se niega a hombres y mujeres su exigencia creacional de ser formas de la persona humana que se integran mutuamente".

Con ello se desnaturaliza la familia y los vínculos esenciales de esponsalidad, paternidad y maternidad, filiación, fraternidad. La concepción de "género" se presenta como una nueva filosofía de la sexualidad. Pero no se advierte que, con ello, no sólo hay una errónea concepción de la libertad, sino que, lo que está en juego, "es la visión del ser mismo, de lo que significa ser hombres".

A celebrar la vida
La Navidad es tiempo, también, de celebrar la vida. La vida por nacer y la vida que se apaga despacito, la vida que, por simple regalo de Dios, cada uno de nosotros ha recibido generosamente como un don que implica una grave responsabilidad. Por ello mismo hay que reiterar con firmeza el rechazo absoluto al crimen del aborto y de la eutanasia. Nadie es dueño de su vida. Es el derecho humano fundamental, base de cualquier otro.

Dios, en su Hijo Jesús, ha sido capaz de hacerse pequeño, embrión humano, para hacernos partícipes de un destino de gloria. Por ello mismo hay que estar, también, atentos a los proyectos de fertilización asistida que, para lograr éxito, provocan en ocasiones numerosos abortos. De esto no hay demasiada conciencia. No podemos dejar de conmovernos ante un matrimonio que busca tener un hijo. Pero hay que recordar que la paternidad o la maternidad no son un derecho absoluto. Cuando hay una vida de por medio esa vida, en el embrión que es persona humana, tiene una absoluta preeminencia.

Respecto del gran don de la vida -y pasando a otro plano- quisiera compartir una experiencia hermosa. Visité hace poco el Hospital Padilla. Allí conversé con los médicos y recorrí la espléndida sala de trasplantes renales dotada de la más actualizada tecnología. También me hablaron del proyecto de comenzar, en breve, con trasplantes hepáticos. Recordemos que una manera excelente de honrar la vida es la donación de órganos. Esta es una exquisita forma de caridad que todos deberíamos estar dispuestos a practicar. Lo digo para que lo pensemos en profundidad.

Unidos y en oración
En fin, como Arzobispo, quisiera desear a todos los tucumanos, sin excepción, una feliz y santa Navidad. Quiera Dios que Jesús al nacer nos encuentre unidos y en oración. Reconciliados con Dios y con los hermanos y dispuestos a vivir a fondo la fraternidad. "Gloria a Dios y en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor" (Lc 2,14). Que estas palabras de los ángeles a los pastores se haga realidad una vez más. Le pedimos a María, nuestra madre, que nos enseñe a esperar con amor, humildad y alegría la llegada del Señor. Con mi bendición pastoral.

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