Carlos Duguech - Analista internacional
Quien esto escribe equivocó el pronóstico cuando la reelección de George W. Bush, el lanzador de la "guerra contra el terrorismo". Terminó convencido, entonces, que el sistema impuesto por el republicano -el temor y hasta un remozado "macartismo" con recorte de derechos ciudadanos y hasta automordaza de la prensa libre le dio la reelección. Esta vez no imaginó que Obama obtuviera tantos votos electorales (33 más que los necesarios 270 para ganar) y hasta arriesgó este columnista imaginar que ninguno de los candidatos -Obama y Romney- obtendrían los guarismos necesarios electorales para acceder a la presidencia estadounidense. Y, en tal caso, la Cámara de Representantes sería la que definiera, tal como lo marca el sistema electoral. Un sistema de Colegio Electoral que viene recibiendo críticas desde hace tiempo pero que no alcanzaron a modificarlo, pese a esas críticas.
Así las cosas, Obama irrumpe en el Colegio Electoral con un caudal de votos electorales que es altamente meritorio por cómo sobrepasa el mínimo en comparación con lo obtenido por su contrincante: 303 frente a 206, aplastante. Pero, cuando entramos a considerar los votos populares, los que emite cada ciudadano en el vasto territorio de 50 Estados norteamericanos, advertimos que a Obama lo apoyan casi 60 millones de votantes; y a Romney, algo más de 57 millones.
La ingeniería electoral puesta en juego con los votos electorales de cada Estado -que por una singularidad propia del sistema van todos al que gana con el voto popular por cualquier diferencia entre ellos- es la que consagra sin discusiones a Obama. Conviene citar palabras del responsable de la sección "Perspectiva" de El Nuevo Herald (Miami), el medio más importante en español, Andrés Hernández Alende, en su edición de ayer: "Este año, Obama ganó la reelección, pero una gran parte de la nación no lo apoya".
Un equilibrio
El presidente debe tener este dato en cuenta a la hora de formular sus políticas para su segundo y último período en el poder. Deberá buscar un equilibrio entre las dos mitades de la nación para mantener la unidad". El propio Obama, en sus palabras de triunfador anunció que "lo mejor está por venir". Estados Unidos, arrastrando un complejo tramado económico con fuertes implicancias en el sistema capitalista, conforme lo dejaron los ocho años de G. W. Bush, veía en el joven afroamericano Barack Obama la posibilidad del cambio en 2008.
Esa fue su bandera de campaña, entonces, que caló hondo entre quienes se atrevieron a instalar con su voto a un "hombre de color" en la Casa Blanca. Bandera que no deberá olvidar Obama en este nuevo período, conforme surge de su impronta de vencedor. Vuelve la cita de Andrés Hernández Alende, que vale tener presente: "De todas formas, la mayoría del electorado prefirió apostar por la continuación del plan de Obama que por la plataforma conservadora de Romney, porque esta última les dejaba menos esperanzas de progresar, de salir del atolladero".
El voto hispano, el de los que reivindicó Martin Luther King y el de otras minorías contribuyeron a consolidar también la victoria de Obama.