"El amor todo lo puede"
El amor todo lo puede
06 Noviembre 2012
Hace varios años conoció a Raúl, que tenía 14 hermanitos y dos de ellos habían muerto por desnutrición. Rosa veía a la mamá de Raúl que pedía ropa, comida y alimentos para sus hijos. Cuando el niño cumplió cuatro años, su madre le pidió a Rosa que fuera su madrina y ella aceptó, junto con su esposo. Así pasó a ser su ahijado. Los fines de semanas Raúl se quedaba con su madrina, que lo vestía, lo bañaba y le compraba ropa y calzado. Así se fueron encariñando, relata la ingeniera Rosa Segovia, docente de la Escuela Técnica N°1 de Tafí Viejo.
El padre de Raúl tomaba mucho e iba a trabajar sólo para pagar sus vicios; había veces que maltrataba a su mujer e hijos. Un día, ellos lo encontraron en el fondo de su casa ahorcado en un árbol.  Esto le causó mucho daño psicológico a Raúl, que, con cuatro años, vio todo.
Cuando Raúl cumplió seis años su madre se volvió más abandónica. Él y sus hermanos estaban desnutridos, sucios, descalzos, con enfermedades en la piel porque algunas veces dormían con los perros. Uno de los niños sufrió una violación. Entonces la Justicia decidió llevar a los más chicos a la Sala Cuna. Cuando sus padrinos se enteraron dónde estaba Raúl fueron a verlo. A los pocos días a su madrina le llegó una citación de un juez para presentarse junto con su esposo. Rosa se presentó con su marido y el juez les preguntó si podrían hacerse cargo de Raúl. Ellos aceptaron ya que también le habían remarcado que la madre no podía quitárselo.
Al tenerlo ya consigo el niño regresa a su jardín con muchos problemas de aprendizaje a causa de su mala alimentación. Fue llevado a una psicóloga que le ayudó a usar el baño, a tener un horario para comer... Así vivió toda su primaria. Muchas veces recibía las visitas de sus hermanos que le pedían que vuelva con ellos. Hasta que lograron llevarlo a la casa materna, pero duró poco, y al poco tiempo terminó en el hogar San Agustín. Allí estuvo dos años y por su propia voluntad volvió a la casa de su madrina, y a la escuela. Al empezar su secundaria en la Escuela Congreso tuvo cambios abruptos de personalidad, y lo tuvieron que cambiar a un colegio privado por su mala conducta.
Un día se fue y no volvió
Un día Raúl se fue al profesor particular para prepararse para rendir una materia y no volvió. Rosa preocupada salió a buscarlo y como no lo encontraba por ningún lado, fue hasta la casa de la madre de Raúl. Allí se encontró con una familia de drogadictos, alcohólicos y delincuentes. Logró llevárselo de vuelta a su casa. Pero después de un tiempo, Raúl hizo lo mismo. Esta vez, se fue directamente a buscarlo a la casa de la madre y lo encontró tirado en una cama con los ojos blancos y la boca abierta. Nunca lo olvidará. Rosa agarró al chico que ya tenía 16 años, lo cargó en su auto y lo llevó al hospital.
Raúl estuvo un tiempo más con ella y se volvió con su madre. Entonces la madrina, cansada de tanto ir y venir, le pregunta qué es lo que quiere. Y él le responde que internarse en el "instituto Reto a la vida" de Buenos Aires para rehabilitarse durante tres años. Nuevamente Rosa lo ayuda a llegar hasta allí, pero él se escapa a los ocho meses y se va a La Plata.
Ya cansada de la situación Rosa le entrega la guarda legal a su madre. Ahora era Raúl el que la visitaba constantemente a su madrina. Hasta que un día Rosa comenzó a verlo cada vez más flaco. Él le explicó que no comía, porque sus hermanos lo obligaban a que robe para comer, y él no quería hacerlo.
Un día le contó a Rosa que quería regresar a "Reto por la Vida". Entonces ella nuevamente lo ayudó. Por suerte, hoy con 18 años, está sano, tranquilo y con esperanzas de terminar su tratamiento y regresar de nuevo a su hogar, pero no a la casa de su madre, sino a la de Rosa, que tanto luchó por él porque el amor todo lo puede.

Los chicos siempre deben saber la verdad sobre su origen
"No todos los niños son abandonados por la misma situación, a veces sus madres lo hacen por el simple motivo de que no pueden darles una buena vida y les dan la posibilidad de tener una mejor. Conozco muchos casos así y todos saben la verdad, porque es algo necesario. Vos le vas diciendo que es tu hijo del corazón, como por ejemplo yo le digo que él no salió de mi panza porque mi panza está enferma, o cosas así", cuenta una señora que adoptó un niño.

 ¿Qué fue lo que te llevó a adoptar?
Ya llevábamos cinco años de casados con mi marido y como no podía embarazarme pasé por muchos tratamientos. Hasta que un día hablé con mi marido y le dije que yo quería ser mamá. Después de muchas charlas decidimos adoptar.

¿Cómo fue el proceso?
Fuimos al lugar correspondiente donde pasamos por pruebas, ya que no se le entrega un niño a cualquiera, pasás por diversos tratamientos psicológicos, entrevistas, investigaciones, etcétera. Hasta que con seis meses de vida llegó el niño a nuestro hogar. Ahí comienza el período de prueba, que duró un año. Luego hicimos trámites para que el niño lleve nuestros apellidos. Ya hace tres años que está con nosotros. Fue un año de prueba recibiendo visitas de la asistente social.

¿Conocen a sus padres biológicos?
Sí los conocemos pero no su historia. Él también en algún momento podrá ver su expediente de adopción.

¿Cómo lo ves a él?
Bueno es un chico tranquilo, normal, él a pesar de tener tres años me entiende. Va a la escuela que le está haciendo re bien y eso, para mí, es muy importante, que se adapte porque aprende a compartir que es fundamental ya que él es hijo único.

¿Algo más que agregar?
Sí quiero recalcar que es importante que ellos siempre sepan la verdad dicha por sus nuevos padres. De esa manera no va a venir nadie de afuera a decirle su verdad. Yo conozco varios casos de chicos que saben que no son hijos biológicos y lo toman con total naturalidad. Y otra cosa más: no se lleven de lo que dicen que no hay chicos para adoptar, porque sí hay muchos chicos que necesitan sentir el calor y cariño que uno en su hogar les puede brindar. También quiero recalcar que la justicia es muy lenta, hay muchos casos de parejas que están años esperando un hijo y aún así siguen luchando y jamás bajan los brazos.

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