Leonardo Favio: el muchacho peronista que revolucionó el cine
El creador de éxitos musicales como "Fuiste mía un verano" o "Ella ya me olvidó" y de las aclamadas películas "Crónica de un niño solo" o "Nazareno Cruz y el lobo" falleció a los 74 años. En su dilatada trayectoria conjugó el arte con la popularidad y la matizó con su militancia política. "Era un buscador del alma, un creador. Definirlo sería maniatarlo", resumió Alfredo Alcón.
Una sala entera de pie aplaudiendo durante largos minutos. Él apoyado en su bastón, tembloroso, emocionado, con el eterno pañuelo en la cabeza. Esta imagen de Leonardo Favio se repitió mucho durante los últimos tres años, en los festivales de San Sebastián y Mar del Plata, o en la Feria del Libro de Buenos Aires. El público y sus compañeros estaban homenajeando al que muchos consideraban el mejor cineasta argentino. Al mismo tiempo, había algo de despedida en esos aplausos. Y es que Favio llevaba mucho tiempo arrastrando la enfermedad que ayer, a los 74 años, acabó con su vida.
"Me muero de dolor, y eso que estoy acostumbrada a la muerte. Creo que no quiero hacer más cine", fue la tremenda expresión de Graciela Borges en Twitter, apenas se conoció la noticia. De hecho, la red explotó de mensajes. Actores, cantantes, directores y personajes vinculados con la cultura expresaron su pesar de mil maneras. "Era un buscador del alma, un creador. Todo lo hacía con pasión. Definirlo sería maniatarlo y él quería ser libre", dijo Alfredo Alcón.
Multifacético
En verdad, todas las facetas de la cultura argentina lo tuvieron como protagonista. Actor, cantante, compositor, guionista, director, militante peronista... Favio era multifacético. Y eso quedó plasmado en su obra.
Nació como Fuad Jorge Jury el 28 de mayo de 1938 en Mendoza y desarrolló su carrera artística a través de dos facetas bien diferenciadas. Con la de cantante triunfó en toda Latinoamérica gracias a baladas románticas como "Fuiste mía un verano" o "Ella ya me olvidó", en los 60 y 70. De hecho, muchos lo consideran el precursor de la balada romántica argentina.
Sin embargo, pasará a la historia como cineasta. Al menos en nuestro país. Y es que detrás de las cámaras Favio se convirtió en un director de culto, dentro un movimiento que en los 60, inspirado en Robert Bresson, renovó el cine argentino junto a los cineastas Leopoldo Torre Nilsson -su mentor- y Fernando Ayala. "Crónica de un niño solo", "El romance del Aniceto y la Francisca" y "Nazareno Cruz y el lobo" son consideradas tres de las mejores películas de la historia del cine argentino.
El exilio
En 1976 llegó a presentar otro filme, "Soñar, soñar", pero ese mismo año, tras amenazas y prohibiciones a causa de su militancia peronista, partió al exilio, en el que permaneció toda la dictadura militar. Se estableció en México, desde donde realizaba giras como cantante.
Cuando volvió a la Argentina en 1987 retomó también el cine, aunque se tomó su tiempo. En 1993 volvió a la pantalla grande con "Gatica, el Mono", que realizó sumido en una profunda depresión.
La militancia peronista de Favio se cristalizó sobre todo en "Perón, sinfonía de un sentimiento", un documental de seis horas de duración que nunca se estrenó comercialmente.
Intuitivo y curioso, de personalidad empírica y autodidacta, su obra priorizó siempre la emoción, la humanidad de sus personajes, la belleza, la poesía y todo aquello que le surgía desde adentro, de lo más hondo de su ser, sin filtros. Para él, ser director era un trabajo parecido al que hacía cuando era pibe: soñar.