04 Noviembre 2012
LA PORTADA. Nito Mestre y Charly García en la famosa foto de "Vida".
En noviembre de 1972, hace ya cuatro décadas, las bateas recibieron "Vida". El álbum estreno del dúo Sui Generis fue portador de himnos de la música popular argentina como "Canción para mi muerte", "Necesito" o "Cuando comenzamos a nacer".
Esas canciones se convirtieron luego en foto de una época, pero también en una síntesis posible para un abordaje estético rebelde, soñador, romántico e inconforme que ha logrado trascender las años. En aquellos momentos sacudió a una generación.
Con este primer repertorio como bandera, en septiembre de 1975 y para despedir a Sui Generis en el Luna Park, una multitud demostró que el movimiento rockero argentino dejaba los márgenes para mostrar una popularidad que exigía su institucionalización.
Una foto emblemática
Dos jóvenes tímidos, lampiños y pelilargos están sentados en el suelo, contra una pared sin revocar. Es una foto en blanco y negro centrada en un fondo marrón donde se leen los nombres del dúo y de la placa en cuestión.
Seguramente ni el olfato del productor Jorge Alvarez ni el creciente interés del público por descubrir los primeros pasos del rock local sospecharon que ese disco marcaría el inicio de un grupo esencial del movimiento y el gesto inaugural en la obra prolífica y genial de Charly García.
Sin el bigote bicolor que luego lo caracterizaría y acompañado por la voz potente de Nito Mestre, García exhibió en esas primeras 11 canciones parte del lirismo, la gracia y el don musical que desplegaría desde entonces. Grabado entre agosto y octubre de 1972 en los Estudios Phonalex, la placa -que no disimuló algunos problemas técnicos de realización y de sonido- permitió que la travesura de un par de muchachos que se conocieron en colegios secundarios del barrio porteño de Caballito se convirtiera en un clásico.
Charly ejecutó piano, órgano y guitarra acústica, además de cantar, mientras que Nito puso su característica y privilegiada voz, además de pulsar la guitarra acústica y de ejecutar la flauta traversa. El binomio completó su modesta pero precisa sonoridad con los aportes del violín de Jorge Pinchevsky, la guitarra eléctrica y la armónica de Claudio Gabis, el bajo de Alejandro Medina y la batería de Francisco Pratti.
Joyas
Durante esas mismas sesiones los músicos registraron canciones que no fueron parte de "Vida" pero que sí se incluyeron en otros discos de Sui Generis, tales como "Un hada, un cisne" (para "Confesiones de invierno", de 1973) y "Pequeñas delicias de la vida conyugal" (para "Pequeñas anécdotas sobre las instituciones", editado un año más tarde).
La vitalidad de aquellas jornadas trascendió largamente el tiempo e incluso canciones como "Espejos", "Monoblock" y "Cuando te vayas" le sirvieron a García y a Mestre para incluirlas en "Sinfonías para adolescentes" (2000), disco que testimonió uno de los infructuosos regresos de la dupla.
El cancionero de "Vida", fuertemente influenciado por los aires del folk norteamericano y la sombra de Bob Dylan, se abrió con "Canción para mi muerte", una tristísima y críptica balada de amores, decepciones y ausencias que recuerda que "hubo un tiempo que fue hermoso". Ese tiempo resuena con fuertes ecos en el presente. Pasaron nada menos que 40 años.
Esas canciones se convirtieron luego en foto de una época, pero también en una síntesis posible para un abordaje estético rebelde, soñador, romántico e inconforme que ha logrado trascender las años. En aquellos momentos sacudió a una generación.
Con este primer repertorio como bandera, en septiembre de 1975 y para despedir a Sui Generis en el Luna Park, una multitud demostró que el movimiento rockero argentino dejaba los márgenes para mostrar una popularidad que exigía su institucionalización.
Una foto emblemática
Dos jóvenes tímidos, lampiños y pelilargos están sentados en el suelo, contra una pared sin revocar. Es una foto en blanco y negro centrada en un fondo marrón donde se leen los nombres del dúo y de la placa en cuestión.
Seguramente ni el olfato del productor Jorge Alvarez ni el creciente interés del público por descubrir los primeros pasos del rock local sospecharon que ese disco marcaría el inicio de un grupo esencial del movimiento y el gesto inaugural en la obra prolífica y genial de Charly García.
Sin el bigote bicolor que luego lo caracterizaría y acompañado por la voz potente de Nito Mestre, García exhibió en esas primeras 11 canciones parte del lirismo, la gracia y el don musical que desplegaría desde entonces. Grabado entre agosto y octubre de 1972 en los Estudios Phonalex, la placa -que no disimuló algunos problemas técnicos de realización y de sonido- permitió que la travesura de un par de muchachos que se conocieron en colegios secundarios del barrio porteño de Caballito se convirtiera en un clásico.
Charly ejecutó piano, órgano y guitarra acústica, además de cantar, mientras que Nito puso su característica y privilegiada voz, además de pulsar la guitarra acústica y de ejecutar la flauta traversa. El binomio completó su modesta pero precisa sonoridad con los aportes del violín de Jorge Pinchevsky, la guitarra eléctrica y la armónica de Claudio Gabis, el bajo de Alejandro Medina y la batería de Francisco Pratti.
Joyas
Durante esas mismas sesiones los músicos registraron canciones que no fueron parte de "Vida" pero que sí se incluyeron en otros discos de Sui Generis, tales como "Un hada, un cisne" (para "Confesiones de invierno", de 1973) y "Pequeñas delicias de la vida conyugal" (para "Pequeñas anécdotas sobre las instituciones", editado un año más tarde).
La vitalidad de aquellas jornadas trascendió largamente el tiempo e incluso canciones como "Espejos", "Monoblock" y "Cuando te vayas" le sirvieron a García y a Mestre para incluirlas en "Sinfonías para adolescentes" (2000), disco que testimonió uno de los infructuosos regresos de la dupla.
El cancionero de "Vida", fuertemente influenciado por los aires del folk norteamericano y la sombra de Bob Dylan, se abrió con "Canción para mi muerte", una tristísima y críptica balada de amores, decepciones y ausencias que recuerda que "hubo un tiempo que fue hermoso". Ese tiempo resuena con fuertes ecos en el presente. Pasaron nada menos que 40 años.
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