Los Pumas también tienen que aplaudir

Los Pumas también tienen que aplaudir

Fue una paliza. No hace falta tratar de suavizar los adjetivos. Los argentinos vieron en vivo y en directo al Barcelona del rugby. Un equipo invencible. Un equipo que hace todo bien. El tempranero y excelente try de Landajo nos arrancó una sonrisa. Pero para ellos, para esa máquina perfecta vestida de negro, el partido no había comenzado.

Fue un festival de Nueva Zelanda. Los Pumas pusieron lo de siempre, garra y amor propio, pero eso, ante estos mounstros, no sirve de nada. Me disculparán si uno dice que no se puede dejar de admirar a los visitantes. Es que son extraordinarios, y Los Pumas sólo pudieron hacer, en algunos momentos, de parteneire. No alcanzaron ni los tackles de la tercera línea, ni la velocidad y el cambio de paso de González Amorosino, ni las corridas de Bosh, ni la estrategia de Hernández, ni la sangre caliente de Roncero.

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Argentinos, como somos, muchos se subieron a la euforia de tener en casa al equipo capitaneado por Richie McCaw y creyeron que había alguna posibilidad de vencerlos. El estadio colmado, el abrazo Puma, la emoción del himno... Estaba todo listo para vivir una fiesta. Pero no fue nuestra fiesta. Al menos pudimos meternos dos veces en su ingoal. Landajo y Camacho podrán contarles a sus nietos que le hicieron tries a los mejores del mundo, como ya lo hizo el tucumano Julio Farías en el último mundial. No hay demasiado lugar para el análisis. No hay comparación entre ambos equipos. En realidad, a los All Blacks no se los puede comparar con nadie. Cada uno de sus jugadores forma parte de una maquinaria perfecta, y todo lo hacen bien. Están quienes dicen que llegaron a Argentina relajados. Que entrenaron poco. Que pasearon, se sacaron fotos, fueron a bailar y parecían desconcentrados. Pero cuando estos tipos cantan el Haka se transforman. Ya no son terrenales y barren con los que tienen delante. Lo sufrieron Los Pumas. Y para que la noche fuera más negra aún, dieron la vuelta olímpica. Se transformaron en campeones de la primera edición del Ruhby Championship cuando aún falta una fecha. No hace falta hacer nombres. Cualquiera de los 15 que entraron a la cancha, o los que entraron desde el banco, puede estar en el podio. En cada uno de sus puestos, son los mejores del mundo. No hay nadie que les haga sombra.

Los Pumas intentaron. No pudieron. La diferencia fue de 30. Podría haber sido de 50. El tanteador se clavó en 54 a 15. Dio la sensación de que hasta los de negro apretaron el acelerador cuando les convino, y descansaron cuando quisieron. La próxima semana los argentinos tendrán revancha. Llegará a Argentina un seleccionado australiano muy disminuido por lesiones. Allí sí habrá posibilidades reales de obtener la primera victoria del torneo. Los Pumas hoy no deben sentirse tristes. Compartieron la cancha en la que jugaron los gladiadores maoríes. No se puede decir que jugaron. Los únicos que lo hicieron fueron los visitantes. Y nadie puede dudar a la hora de aplaudir a los mejores.

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