16 Septiembre 2012
Una de las urgencias de la política educativa es la formación docente. El perfil que busca el Magisterio es el del maestro que no se conforma con la formación que ha recibido en la carrera de cuatro años. Que entienda que lo que está aprendiendo es simplemente el puntapié inicial para iniciar su carrera profesional en el campo de la educación. Y en segundo lugar, buscamos un docente que ha estudiado por vocación y convicción. Muchos aspirantes que han tratado de iniciarse en esta carrera no han podido pasar el examen de ingreso. Tienen que aprobar cuatro materias básicas y el examen es vinculante. Muchos quedan en el camino. Ocurre -es lamentable-, que se sigue pensando que esta carrera es de fácil acceso y que puede facilitar en forma rápida un empleo inmediato dentro del Estado. Esta idea todavía sigue vigente; y persiste aquello de "si no puedo hacer otra cosa, por lo menos seré maestro". En esto tiene mucho que ver la distorsión existente en la vocación. Hace falta que en la secundaria haya un espacio donde se trabaje la orientación vocacional vinculada con el gabinete psicopedagógico. Ese imaginario -de considerar a la docencia solo como una posibilidad laboral- va a costar bastante sacarlo del colectivo social. El Magisterio no será una carrera universitaria, pero tiene un nivel superior, y hay que entender que en este espacio se forman profesionales que tendrán a su cargo la educación de la persona.