A Benjamín Carranza todo el mundo lo conoció como "Payo". Ese alias fue el santo y seña que unió a los contertulios de las reuniones interminables en la antigua casona de la calle San Lorenzo, en Barrio Sur. Después de trabajar en la Justicia, la Caja Popular de Ahorros y el Colegio Nacional, y de militar en la Unión Cívica Radical y el gremialismo profesional, Carranza murió ayer a los 82 años sin jubilarse nunca de la función de anfitrión, oficio que, según sus invitados, desarrolló con excelsitud.
Letrado con espíritu crítico (y verba ácida), presidió el Colegio de Abogados de la Capital durante la última dictadura militar. Antes, en 1966, fue ministro de Gobierno, Justicia e Instrucción Pública de la gestión de Lázaro Barbieri. Además, ocupó la vicepresidencia de la Honorable Comisión Asesora Vitalicia de la Fundación Miguel Lillo. Aunque también se desempeñó como consejero superior de la Universidad Nacional de Tucumán, Carranza se jactaba, sobre todo, de haber sido profesor de Instrucción Cívica en escuelas secundarias, según una entrevista publicada en abril de 2006 en el Suplemento Tribunales de LA GACETA.
"Fue el último caballero de la Belle Époque", recordó el historiador Luis Yanicelli. Luego evocó aquella ocasión en que Carranza se burló del ex dictador Jorge Rafael Videla: "este estaba con su regimiento en Tucumán y en una situación social reprochó al 'Payo' su posición crítica para con el creciente autoritarismo de los militares. 'Nosotros somos muy democráticos', le dijo Videla. Y él le contestó: 'si usted es un demócrata, los tigres son vegetarianos'".
Defensor de la independencia judicial y de la autonomía financiera de los Tribunales, volvía una y otra vez a recrear la república austera que había conocido durante su juventud. Rezongaba: "después vinieron los gobernantes con el signo pesos en los ojos que hablan en nombre del populismo, cuando está probado que el populismo quiere tanto a los pobres que, si accede al poder, sólo los multiplica".