26 Agosto 2012
El ser humano es un sujeto de la palabra y es esto lo que lo diferencia en la escala zoológica. La palabra es mediación entre el sujeto y el otro, constituye el lazo social con el semejante. Por medio de la misma somos capaces de expresar nuestro más tierno amor a otra persona, como asimismo es vehículo de nuestra agresividad allí cuando se presenta un mal encuentro con el prójimo. Habitado por la palabra el hombre se encuentra con la ingrata sorpresa que siempre dice más de lo que quería decir, lo que da testimonio de la profunda división que padecemos los humanos, en tanto no hay adecuación entre lo que pensamos y lo que decimos. Duro golpe al narcisismo de la humanidad que nos revela que no somos amos de lo que hacemos o decimos, rebatiendo de este modo el "pienso luego existo", enarbolado por Descartes. El exabrupto es eso que en forma abrupta y repentina se dice y se manifiesta inadecuado al orden social. Se manifiesta en forma de agravio o insulto, constituye una salida de tono que conmociona la escena social y genera un malestar en quien lo recibe. Allí la palabra deja de tener su condición mediadora en el lazo social para constituirse en arma que intenta alcanzar el ser del otro provocando se eliminación subjetiva. Así el destinatario deja de ser un sujeto para convertirse en el insulto mismo que le fue atribuido. Pero, la palabra presenta también la condición de producir la extrañeza respecto de lo que hicimos o dijimos. Nos da lo posibilidad de interrogarnos cuando nos sorprendemos por nuestros actos o palabras. Este desconocimiento acerca de la causa que provocó esa palabra dicha demás, o ese exabrupto que repentinamente nos desbordó, será el que nos conduzca a querer saber sobre su determinación y descubrir la verdad que cada uno portamos sin saberlo.
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