Cuando las palabras destruyen la moral

Cuando las palabras destruyen la moral

Cada vez que se escucha un insulto de boca de un político, se sufre vergüenza ajena por el nivel de educación de quienes gobiernan. Los tucumanos fueron sorprendidos por una batalla verbal protagonizada por dos legisladores que avergonzaron hasta el más tímido de los mortales. Especialistas del idioma y del inconsciente opinan sobre la función del lenguaje como instrumento mediador de la comunicación, o cuando se convierte en un arma, al alejarse de la cortesía comunicativa

Acerca del término "exabrupto", dice el Diccionario de la Real Academia Española:
salida de tono, como dicho o ademán inconveniente e inesperado, manifestado con viveza.

En la vida cotidiana, en la comunicación con los otros, suelen colarse frases no queridas, términos peyorativos, palabras que no queremos decir, pero que se escapan de la boca incontroladamente y que causan, por lo general, malestar en quienes las escuchan. Pero si hay algo que caracteriza a los seres humanos es justamente la capacidad de poner filtros a las pasiones, y ubicarse como interlocutores genuinos ante los escuchas. ¿No es acaso lo que se pregona sobre el respeto por las diferencias, por el que piensa distinto, más allá de las ideologías y partidismos?

La semana que pasó, la Legislatura provincial fue escenario de una guerra verbal con muy pocos precedentes que dejó atónitos a los tucumanos. Sucedió el miércoles, cuando los legisladores debatían la Ley de "Prostíbulos Cero". Fue un debate acalorado, y el vicepresidente segundo de la Cámara, Manuel Fernández reaccionó contra el legislador Ricardo Bussi gritándole: "¡Maricón!", y se llevó la mano a la boca e hizo gestos de manera sugestiva, mientras lanzaba nuevos insultos: "¡Puto! ¡No tenés autoridad moral para hablar! ¡Ni vos ni tu familia!".

Bussi le contestó haciendo alusión a la teoría de la proyección, de Sigmund Freud: "No la voy a explicar en términos científicos, porque dudo que Fernández los entienda, pero en términos populares funcionaría así: cuando Juan habla mucho de Pedro, en realidad, Juan está hablando de Juan, no de Pedro".

Insólito, mordaz, vergonzoso, una cachetada a las buenas costumbres, irresponsable, irrespetuoso, mediocre, fueron algunos de los calificativos empleados por la gente en los comentarios de los diarios y páginas on line, sobre lo sucedido. Muchos coincidieron en que la dirigencia tucumana "se está contagiando o poniéndose a tono con las formas de expresar opinión de muchos de los integrantes del gabinete nacional, con la presidenta Cristina Fernández viuda de Kirchner , a la cabeza".

De Sodoma al recinto
Respecto de la palabra "maricón", usada por Fernández para insultar a su contrincante (esto ya se había transformado en una pelea), el Diccionario refiere a la palabra como sinónimo de sodomita: hombre que practica sodomía. El término viene de Sodoma, antigua ciudad de Palestina, donde se practicaba todo género de actos deshonestos. En su primera acepción se refiere a la práctica del coito anal (pero no especifica género). Cuando Bussi demandó a Fernández ante Regino Amado, presidente de la Cámara, este le contestó que no había escuchado esas expresiones. "No veo que lo estén agraviando", dijo desde el estrado. El opositor, sin embargo, impulsó una cuestión de privilegio. Aunque Fernández reconoció su exabrupto y se disculpó ante la sociedad, ya advirtió que no lo hará con Bussi. Y opinó que ese tipo de situaciones debería quedar dentro del recinto, como si el recinto ya fuera un lugar privado, no público. Supuestamente, allí, el pueblo, a través de sus representantes, debate y vota las mejores leyes que lo harán crecer como sociedad. Lo que ocurrió, inevitablemente, generó comparaciones con el pasado, y trajo a la memoria aquellos discursos y debates que eran ejemplos de máxima oratoria.

El sociólogo Raúl Arué dice que una de las cualidades que distinguía al dirigente político en el imaginario social unas décadas atrás, era su elocuencia. Y no son pocos los recordados por su oratoria: "por cómo usaban las palabras, por cómo defendían sus ideas, conmoviendo estructuras y convenciendo a propios y ajenos", explicó.

"Desgraciadamente esa cualidad se ha perdido; nuestros representantes no parecen atraer ni convencer con su palabras; incluso, en algunos casos hasta se hace arduo escucharlos", aseveró.

El capital simbólico
Para el sociólogo habría dos hipótesis que permitirían explicar la falta de "capital simbólico" de la dirigencia política. Opinó que, por un lado, es innegable que esa cualidad, antes tan valorada, ya no sea una condición necesaria en el político actual. "Simplemente por la composición de la Cámara con mayoría automática, que no necesita la confrontación discursiva. Y por la forma de Gobierno con fuerte hegemonía del Ejecutivo, que convierte a los diputados en simples legitimadores de iniciativas que, rara vez, les son propias", puntualizó.

Por otro lado, reconoció que la formación del dirigente político, y de la ciudadanía en general, "no ha sido una prioridad en nuestra sociedad: durante tres décadas el militante político, primero ha sido perseguido y desaparecido -en el período de dictadura- y luego, ha sido asociado a la corrupción, al negociado y a la avivada -en el período neoliberal-", justificó. "Todo esto ha repercutido en el conjunto de la sociedad. En las escuelas, por ejemplo, al alumno no se lo acostumbra a debatir ni a argumentar para defender sus ideas. Y existe la creencia que debatir es sinónimo de pelear, y no un ejercicio básico de la democracia", agregó.

En los medios de comunicación, si bien los exabruptos de políticos suelen ser explotados hasta el cansancio para titular tapas de diarios, o informativos televisivos y radiales, no es menos cierto que con el actual gobierno, los más taquilleros suelen ser aquellos dirigidos contra la prensa llamada "opositora".

A propósito, Arué sentenció: "Cuando no se tienen las herramientas para convencer, el exabrupto, la agresión verbal, el insulto y la violencia entran en escena; así se demuestra la incapacidad de jugar el juego político. Por eso qué importante es la educación".

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