Ni vías dejaron en Burruyacu

Ni vías dejaron en Burruyacu

La estación se habilitó en 1928 con trenes de carga y dos años después fue inaugurada con formaciones de pasajeros. Funcionó durante medio siglo, el mismo lapso que habían esperado los burruyaqueños para acceder al ferrocarril. El levantamiento de los rieles fue el último acto.

 ERGUIDA. La exestación ferroviaria de La aguada de los burros mantiene su estructura original, con algunas modificaciones en el andén-galería. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL ERGUIDA. La exestación ferroviaria de "La aguada de los burros" mantiene su estructura original, con algunas modificaciones en el andén-galería. LA GACETA / FOTOS DE OSVALDO RIPOLL
Pasaron más de cuatro décadas, pero parecería que fue un siglo. La estación sigue erguida. Aún se puede caminar por el andén. Es el único vestigio de aquel tiempo de campanas, silbatos y chiflidos de vapores y chirridos de ruedas de hierro. También de aglomeraciones, encargos, ilusiones y alegrías. Por ahí flota alguna despedida; por allá un reencuentro de enamorados o la esperada bienvenida de algún pariente cercano o cónyuge arrepentido. En ese traqueteo de esperanzas, de sueños de colores y de progreso constante, Burruyacu era otra cosa.

El otrora curato rural hoy es un municipio. Hay que transitar desde el acceso de la ruta provincial 304 por la avenida Libertador hasta el final del 500 de esa arteria. Girar a la derecha, una cuadra larga y dos cortas, hasta el pasaje David Boullhensen. Allí se desemboca en la antigua estación punta de riel del ex Mitre. El edificio ferroviario más al norte del camino de hierro de trocha ancha, no solo de Tucumán sino también del país.

Casi como un tren
En el extremo sur del andén está la oficina de correo burruyaqueña. Como si fuera una formación ferroviaria, se enganchan las dependencias del ex archivo municipal. Ahí funciona la delegación del Pami, y luego viene la construcción ferroviaria. La playa de maniobras es un campo de pastos. La excepción es un corto tramo de riel. Casi imperceptible. Y se localiza en el sector del tercer o cuarto carril, de los siete o más que existieron.

El predio, alambrado hacia los laterales este y oeste cuando se inauguró, hoy está delimitado por la traza del pasaje Boulhensen y la avenida legislador Mariano Ramos al 600, respectivamente. Al frente del andén, donde los rieles están tapados o se levantaron (y algún durmiente fue hurtado) se erige el camping municipal, entre eucaliptos, álamos, baños públicos y otras dependencias.

Los límites

El límite norte está definido por San Lorenzo al 300. En ese desnivel habías esteros. La zona se anegaba cuando llovía. Hacia el sur, el ancho de la 25 de Mayo separa la estación de los talleres municipales, que alguna vez también fueron ferroviarios. En ese sector aún perduran la bomba de agua, la manga para cargar las locomotoras a vapor y el tanque de elevación que almacena el líquido vital. Toda una obra de arte, en ladrillo a la vista, de la ingeniería inglesa. "Acá había un portón de hierro y madera por el cual ingresaban jardineras, carros, sulkys y hasta las zorras. Los pasajeros, despedidores, bienvenidores y curiosos debían acceder por una especie de molinete", describió a LA GACETA el funcionario municipal Miguel Romano.

"Hasta 2003 la estación Burruyacu fue sede del gobierno municipal. A la fecha esa dependencia posee un moderno edificio al 500 de la calle Legislador Alberto Leal (ex Islas Malvinas)", subrayó Edgardo Rondón, conductor de la FM municipal. Al frente, un bosque de eucaliptos se prolonga hacia la plaza General Manuel Belgrano.

El único transporte
"Durante mucho tiempo el único transporte público de pasajeros era el tren del Mitre. De lunes a sábado corría desde Burruyacu hasta la capital. El primer servicio desde aquí salía a las cinco y media de la mañana. Llegaba a las siete y cuarto a la estación frente a la plaza Alberdi. Desde allí partía a las 6.45 de la mañana. Estaba en Burruyacu a las siete y media. El segundo tren desde aquí a la capital arrancaba la una de la tarde y arribaba a las 14.45. En cambio, desde San Miguel de Tucumán partía a la una y cuarto de la tarde y estaba por aquí a las tres de la tarde. Después demoró 15 minutos más", recordó con notable precisión Graciela Correa (64 años), nacida y criada en el departamento ubicado en el ángulo noreste de la provincia.

"Mi hermano me comentó que en 1929, mientras hacían mantenimiento de vías en el tramo La Ramada-Burruyacu, tres cuadrillas de inmigrantes búlgaros hicieron una huelga y una olla popular en su campamento. Reclamaban la falta de pago de sus jornales", recordó Víctor Silvestre Santillán, jubilado ferroviario del ex Mitre, de 78 años.

Santillán, que hoy disfruta de las travesuras de sus 22 nietos y de un bisnieto, añadió: "el tren brindaba a todos la posibilidad de viajar seguido y rápido a la ciudad. Nos permitía llevar y traer cosas, conocer gente, conectarnos con la civilización y el país, abastecernos, tener acceso a diarios y a revistas. Pero en 1970 dejaron de correr los trenes de carga y de pasajeros del ramal".

El fin
Entre 1979 y 1980 se levantaron todas las vías. Algunas estaciones desaparecieron; otras son casas de familia o de barrio. Apenas la estación y el viaducto aún sobreviven en Burruyacu. El ferrocarril, que en el resto del mundo es progreso y expansión, aquí es pasado y sinónimo de irracionalidad.

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