Por Leo Noli
05 Julio 2012
UNA LOCURA. Emerson enloqueció a todos los defensores de Boca. Franco Sosa lo sufre en esta acción, pero no fue el único. El punta la rompió anoche. REUTERS
Si este nuevo campeón invicto de la Libertadores 2012 gustó o no eso es agua de otro pozo, porque allá en San Pablo el pueblo de Corinthians bailará hasta que las velas no ardan festejando su primer título. Su primer gran título internacional. Y cómo lo consiguió ante un viejo rebelde y bicho de esta competencia como Boca, simplemente siendo más astuto y veloz que un equipo recargado de kilos de lastre de experiencia.
Falló en todo el seis veces campeón. Presionó y ahogó al comienzo de la gran final, pero después se pinchó como un globo y fue cediendo aire, espacios, piernas y cabeza. Y eso que Riquelme tuvo de a ratos voz y mando. De hecho, Román tampoco le encontró el hueco al mate. El 10, siempre venerado por sus pases de artista, por su derecha de dibujante de obras cumbres con estadía en el museo de La Bombonera, ayer no fue ni su sombra. Ni hablar de Silva, Mouche, Somoza, Schiavi y el pobre de Orión, que dejó a sus amigos antes del descanso por culpa de una lesión en la rodilla zurda. Qué golpe de efecto sufrió Boca cuando menos lo pensaba. Es que Corinthians no se caracteriza por hacer del fútbol una ensalada de alegrías, no, no. "O timao" es fan del culto de agazaparse y esperar el momento indicando. Con perdón de la palabra, hace la de la hiena: no enloquece y pega donde más duele en el instante indicado. Dicho y hecho.
Falta de Riquelme. Tiro libre lejano, Jorge Henrique desvía la pelota al medio, taco de apurado y al aire de Danilo, y Emerson, sólo él y su alma, define al medio de un Sosa desesperado. Gol: 1-0. Qué daga.
Si se esperaba una reacción, ésta nunca asomó la ventana "xeneize". Boca fue absorbido por su propia noche negra. Incluso cuando Caruzzo casi encuentra el 1 a 1 con un cabezazo tremendo que Casio le sacó al vuelo atenazándolo. Porque justo después de ese intento, Rolando la pifió feo y le entregó el cuero a Emerson, que corrió en quinta hasta toparse con Sosa y definir al palo lejano.
Toque, palo y adentro. 2-0 y adiós a un sueño que parecía estar ahí de cerquita. A 90 minutos.
Falló en todo el seis veces campeón. Presionó y ahogó al comienzo de la gran final, pero después se pinchó como un globo y fue cediendo aire, espacios, piernas y cabeza. Y eso que Riquelme tuvo de a ratos voz y mando. De hecho, Román tampoco le encontró el hueco al mate. El 10, siempre venerado por sus pases de artista, por su derecha de dibujante de obras cumbres con estadía en el museo de La Bombonera, ayer no fue ni su sombra. Ni hablar de Silva, Mouche, Somoza, Schiavi y el pobre de Orión, que dejó a sus amigos antes del descanso por culpa de una lesión en la rodilla zurda. Qué golpe de efecto sufrió Boca cuando menos lo pensaba. Es que Corinthians no se caracteriza por hacer del fútbol una ensalada de alegrías, no, no. "O timao" es fan del culto de agazaparse y esperar el momento indicando. Con perdón de la palabra, hace la de la hiena: no enloquece y pega donde más duele en el instante indicado. Dicho y hecho.
Falta de Riquelme. Tiro libre lejano, Jorge Henrique desvía la pelota al medio, taco de apurado y al aire de Danilo, y Emerson, sólo él y su alma, define al medio de un Sosa desesperado. Gol: 1-0. Qué daga.
Si se esperaba una reacción, ésta nunca asomó la ventana "xeneize". Boca fue absorbido por su propia noche negra. Incluso cuando Caruzzo casi encuentra el 1 a 1 con un cabezazo tremendo que Casio le sacó al vuelo atenazándolo. Porque justo después de ese intento, Rolando la pifió feo y le entregó el cuero a Emerson, que corrió en quinta hasta toparse con Sosa y definir al palo lejano.
Toque, palo y adentro. 2-0 y adiós a un sueño que parecía estar ahí de cerquita. A 90 minutos.