Por Abrehu Carlos
10 Junio 2012
Euforia, confianza, cautela y desilusión signaron el ya lejano junio de 1982.
Una incursión por el territorio de Cronos -el dios del tiempo en la mitología griega- muestra una provincia solidaria con la operación militar del 2 de abril. La desconfianza sobre las intenciones últimas de Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo anidaba en reducidas parcelas de la política.
Nadie imaginaba, sin embargo, que el sexto mes del 82 quedaría marcado para siempre por un doble fracaso:
A.- el revés político-militar de la dictadura procesista.
B.- el descalabro de la selección argentina de fútbol en el Mundial de España.
Lluvia y júbilo
La ocupación de Malvinas empezó rodeada con un masivo apoyo popular. En LA GACETA del 1 de abril se anticipaba la operación. Al día siguiente, el diario tituló "Recuperación de las Malvinas". Ese viernes, gris y lluvioso, fue testigo de una multitudinaria movilización. El gobernador de facto, Antonio Merlo, recibía las felicitaciones de dirigentes sindicales, empresarios y políticos. Tucumán vivió desde entonces en nerviosa espera.
Con pies de barro
Parecía que se abría una nueva etapa en la vida política. En realidad, Galtieri -presidente de facto- había puesto en marcha la profundización del proceso. Lo acosaban la inflación y las tensiones políticas y sociales. La carta en la manga para resolver esos problemas e
ran los planes para invadir Malvinas. Massera había hecho redactar uno. Anaya lo había imitado, y ahora encontraba eco en su par del Ejército
(Marcos Novaro, Historia de la Argentina 1955-2010, Siglo XXI, Buenos Aires).
La iniciativa debía contar con el sí o con la neutralidad de Ronald Reagan para afianzarse. Pero eso no ocurrió. Todo tenía pies de barro. Galtieri habló de la traición de Reagan, cuando en junio se vislumbraba la catástrofe final. Ignorancia geopolítica crasa.
Zafra y desinformación
En los cines, en los bares, en los estadios y en los hogares, los tucumanos pasaban buena parte de su tiempo libre. La televisión en colores era patrimonio de pocos. La información del conflicto era filtrada por ignotas "calificadas fuentes militares", que aducían razones estratégicas. Si hubiera existido internet, el estado de ánimo de la sociedad habría cambiado. El fin de las dictaduras de Medio Oriente sugiere esa hipótesis contrafáctica. La historia, no obstante, discurrió por otro cauce. El desarrollo de la zafra afligía a los cañeros, pero Merlo le aseguraba a UCIT que había financiación para la cosecha, en un mes de bajas temperaturas. El Gran Hotel elevaba su maciza estructura por esos días.
El Fondo Patriótico captó $ 12.000 millones, hubo gestos diplomáticos (ruptura de relaciones de la UNT y la Unsta con Gran Bretaña) y la Marcha de las Malvinas energizaba a los estudiantes.
Sin revueltas
La rendición del lunes 14 de junio de 1982 no desencadenó protestas como las que fulminaron a la junta militar en Buenos Aires.
Merlo, al evaluar el final de la guerra, repitió el reproche a Estados Unidos.
Desde el punto de vista interno hay una nueva Argentina, le dijo a LA GACETA el martes 15.
Tucumán y el país entendieron que el proceso había muerto, pero la herida de Malvinas quedó abierta hasta hoy.
Una incursión por el territorio de Cronos -el dios del tiempo en la mitología griega- muestra una provincia solidaria con la operación militar del 2 de abril. La desconfianza sobre las intenciones últimas de Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo anidaba en reducidas parcelas de la política.
Nadie imaginaba, sin embargo, que el sexto mes del 82 quedaría marcado para siempre por un doble fracaso:
A.- el revés político-militar de la dictadura procesista.
B.- el descalabro de la selección argentina de fútbol en el Mundial de España.
Lluvia y júbilo
La ocupación de Malvinas empezó rodeada con un masivo apoyo popular. En LA GACETA del 1 de abril se anticipaba la operación. Al día siguiente, el diario tituló "Recuperación de las Malvinas". Ese viernes, gris y lluvioso, fue testigo de una multitudinaria movilización. El gobernador de facto, Antonio Merlo, recibía las felicitaciones de dirigentes sindicales, empresarios y políticos. Tucumán vivió desde entonces en nerviosa espera.
Con pies de barro
Parecía que se abría una nueva etapa en la vida política. En realidad, Galtieri -presidente de facto- había puesto en marcha la profundización del proceso. Lo acosaban la inflación y las tensiones políticas y sociales. La carta en la manga para resolver esos problemas e
ran los planes para invadir Malvinas. Massera había hecho redactar uno. Anaya lo había imitado, y ahora encontraba eco en su par del Ejército
(Marcos Novaro, Historia de la Argentina 1955-2010, Siglo XXI, Buenos Aires).
La iniciativa debía contar con el sí o con la neutralidad de Ronald Reagan para afianzarse. Pero eso no ocurrió. Todo tenía pies de barro. Galtieri habló de la traición de Reagan, cuando en junio se vislumbraba la catástrofe final. Ignorancia geopolítica crasa.
Zafra y desinformación
En los cines, en los bares, en los estadios y en los hogares, los tucumanos pasaban buena parte de su tiempo libre. La televisión en colores era patrimonio de pocos. La información del conflicto era filtrada por ignotas "calificadas fuentes militares", que aducían razones estratégicas. Si hubiera existido internet, el estado de ánimo de la sociedad habría cambiado. El fin de las dictaduras de Medio Oriente sugiere esa hipótesis contrafáctica. La historia, no obstante, discurrió por otro cauce. El desarrollo de la zafra afligía a los cañeros, pero Merlo le aseguraba a UCIT que había financiación para la cosecha, en un mes de bajas temperaturas. El Gran Hotel elevaba su maciza estructura por esos días.
El Fondo Patriótico captó $ 12.000 millones, hubo gestos diplomáticos (ruptura de relaciones de la UNT y la Unsta con Gran Bretaña) y la Marcha de las Malvinas energizaba a los estudiantes.
Sin revueltas
La rendición del lunes 14 de junio de 1982 no desencadenó protestas como las que fulminaron a la junta militar en Buenos Aires.
Merlo, al evaluar el final de la guerra, repitió el reproche a Estados Unidos.
Desde el punto de vista interno hay una nueva Argentina, le dijo a LA GACETA el martes 15.
Tucumán y el país entendieron que el proceso había muerto, pero la herida de Malvinas quedó abierta hasta hoy.
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