10 Junio 2012
"Films-libros, libros-films, tal es el engranaje de mi vida…mi amor gemelo por los libros y por los films me ha llevado a rodar Fahrenheit 451, que los engloba a todos."
François Truffaut
Fue uno de los grandes directores de la Nouvelle Vague el que llevó al cine una de las novelas más impactantes de Ray Bradbury. François Truffaut, quien filmó vehementes dramas y sutiles homenajes al cine -como La noche americana-, eligió Fahrenheit 451 para trasladar a la pantalla su pasión interminable por los libros.
Discípulo del crítico André Bazin, Truffaut, heteróclito y beligerante, atacó el cine romántico de sus padres y reconoció que uno de los engranajes de su vida fue filmar sus libros preferidos. Y es quizás Fahrenheit 451 el núcleo desplazado que condesa la estela imborrable de su pasión como lector.
La película toma el argumento de la novela de Bradbury. Hay algunas escenas, incluso, que son devotas emulaciones cinéfilas. Sin embargo, Truffaut, lúcido admirador de Hitchcock, rodó escenas "visuales". Unos bomberos frustrados y díscolos tienen la rara misión de quemar libros. La novela y la película despliegan, en el futuro, ese mal histórico, las peligrosas operaciones funestas de un régimen totalitario. En la versión del francés los cálidos colores del fuego iluminan no solo el orden infausto de Bradbury sino también el modo truffautiano de narrar.
En una secuencia inolvidable, Clarisse se acerca, en el tren, a conversar con el bombero Montag. Le dice que quiere hablar con él porque son vecinos. Montag, huraño, se resiste. Ella, ingenua y rubia, insiste. El bombero le cuenta que se ocupa de quemar libros. Ella le confiesa que todos temen a los bomberos.
Se bajan del tren. Mientras caminan, Clarisse ve, imprevistamente, el 451. Montag le comenta que ese número indica la temperatura en la que se quema el papel. Clarisse le pregunta por la razón de las ridículas hogueras. Él ensaya una explicación inverosímil. Antes de despedirse, ella le hace la pregunta que desenreda la madeja de su mente. Clarisse quiere saber si Montag es feliz con su trabajo. El bombero le dice que sí, pero nadie, ni siquiera el más cándido espectador, le cree.
Ray Bradbury escribió célebres novelas distópicas, inventó aciagos mundos futuros en los que la tecnología provoca una ardua y fatal deshumanización. Truffaut, lector devoto, supo captar el núcleo de la novela y filmó un fiel y lento canto épico, inolvidable y desgarrador.
© LA GACETA Fabián Soberón - Profesor de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine.
Discípulo del crítico André Bazin, Truffaut, heteróclito y beligerante, atacó el cine romántico de sus padres y reconoció que uno de los engranajes de su vida fue filmar sus libros preferidos. Y es quizás Fahrenheit 451 el núcleo desplazado que condesa la estela imborrable de su pasión como lector.
La película toma el argumento de la novela de Bradbury. Hay algunas escenas, incluso, que son devotas emulaciones cinéfilas. Sin embargo, Truffaut, lúcido admirador de Hitchcock, rodó escenas "visuales". Unos bomberos frustrados y díscolos tienen la rara misión de quemar libros. La novela y la película despliegan, en el futuro, ese mal histórico, las peligrosas operaciones funestas de un régimen totalitario. En la versión del francés los cálidos colores del fuego iluminan no solo el orden infausto de Bradbury sino también el modo truffautiano de narrar.
En una secuencia inolvidable, Clarisse se acerca, en el tren, a conversar con el bombero Montag. Le dice que quiere hablar con él porque son vecinos. Montag, huraño, se resiste. Ella, ingenua y rubia, insiste. El bombero le cuenta que se ocupa de quemar libros. Ella le confiesa que todos temen a los bomberos.
Se bajan del tren. Mientras caminan, Clarisse ve, imprevistamente, el 451. Montag le comenta que ese número indica la temperatura en la que se quema el papel. Clarisse le pregunta por la razón de las ridículas hogueras. Él ensaya una explicación inverosímil. Antes de despedirse, ella le hace la pregunta que desenreda la madeja de su mente. Clarisse quiere saber si Montag es feliz con su trabajo. El bombero le dice que sí, pero nadie, ni siquiera el más cándido espectador, le cree.
Ray Bradbury escribió célebres novelas distópicas, inventó aciagos mundos futuros en los que la tecnología provoca una ardua y fatal deshumanización. Truffaut, lector devoto, supo captar el núcleo de la novela y filmó un fiel y lento canto épico, inolvidable y desgarrador.
© LA GACETA Fabián Soberón - Profesor de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine.