Una sociedad sedienta de misericordia

Una sociedad sedienta de misericordia

11 Abril 2012
"Oh inconcebible e insondable misericordia de Dios, ¿quién te puede adorar y exaltar de modo digno? Oh sumo atributo de Dios omnipotente, tú eres la dulce esperanza de los pecadores" (Diario, 951, ed. it. 2001, p. 341).

Amadísimos hijos:

1. Repito hoy estas sencillas y sinceras palabras de santa Faustina para adorar juntamente con ella y con todos ustedes el misterio insondable de la misericordia de Dios. Junto a esta Santa, queremos profesar que, fuera de la misericordia de Dios, no existe otra fuente de esperanza para el hombre. Por ello los invito a que repitamos con fe: Jesús, en vos confío.

De este anuncio, que expresa la confianza en el amor omnipotente de Dios, tenemos particularmente necesidad, en nuestro tiempo en el que el hombre se siente perdido ante las múltiples manifestaciones del mal, ante una sociedad que sólo busca el "ya" y en donde sólo importa lo de uno y nada más. Es preciso que la invocación de la misericordia de Dios brote de lo más íntimo de los corazones llenos de sufrimiento, de temor e incertidumbre, pero, al mismo tiempo, en busca de una fuente infalible de esperanza.

2. Saludo de corazón a todos los devotos de esta hermosa espiritualidad. Pido a Dios que recompense su magnanimidad y su compromiso con su bendición.

3. Sólo en Cristo, vemos el rostro del Padre: de aquel que es "Padre misericordioso y Dios de toda consolación" (2 Co 1, 3). Con los ojos del alma deseamos contemplar los ojos de Jesús Misericordioso, para descubrir en la profundidad de esta mirada el reflejo de su vida, así como la luz de la gracia que hemos recibido ya tantas veces, y que Dios nos reserva para todos los días y para el último día.

4. El Espíritu Santo nos permite ver, siempre mediante la cruz de Cristo, el pecado a la luz del "mysterium pietatis", es decir, del amor misericordioso e indulgente de Dios (cf. Dominum et vivificantem, 32).

Y así, el "convencer en lo referente al pecado", se transforma al mismo tiempo en un convencer de que el pecado puede ser perdonado y el hombre puede corresponder de nuevo a la dignidad de hijo predilecto de Dios. En efecto, la cruz "es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre (...). La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre" (Dives in misericordia, 8).

5. "Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. (Diario, 476, ed. it., p. 193).

De nosotros y del mundo entero... ¡Cuánta necesidad de la misericordia de Dios tiene el mundo de hoy! En todo Tucumán y en todos los continentes, desde lo más profundo del sufrimiento humano parece elevarse la invocación de la misericordia. Donde reinan el odio y la sed de venganza, donde la guerra causa el dolor y la muerte de los inocentes se necesita la gracia de la misericordia para calmar las mentes y los corazones, y hacer que brote la paz. Donde no se respeta la vida y la dignidad del hombre se necesita el amor misericordioso de Dios, a cuya luz se manifiesta el inexpresable valor de todo ser humano. Se necesita la misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo termine en el resplandor de la verdad.

Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad. Les encomiendo esta tarea a ustedes, amadísimos hermanos y hermanas, a la Iglesia que está en Tucumán, y a todos los devotos de la Misericordia divina. ¡Sean testigos de la misericordia!

Comentarios