Por Patricia Vega
06 Abril 2012
BUENOS AIRES. - Amado Boudou tiró de la cuerda más de la cuenta y en su afán por revolear una media llena de excrementos destinada a la Justicia en la persona del juez Daniel Rafecas; al grupo Clarín y al resto de los medios no alineados; al gobernador Daniel Scioli por las concesiones de Boldt; al estudio de abogados que hoy llevan adelante el hijo del actual Procurador, Esteban Righi, y su esposa y al titular de la Bolsa de Comercio, entre otros, le pegó de lleno a la presidenta de la Nación.
La gran pregunta a responder es si se dio cuenta del estropicio que terminó haciendo o si todo fue en realidad una puesta en escena dirigida solamente a conformar o a contestarle a una sola persona: Cristina Fernández.
Quizás, exagerando, se podría calificar como un gran papelón la mezcla que hizo de los temas, sus imprecisiones y hasta sus balbuceos o ser algo más contemplativos y estimar que Boudou es nada más que un tierno de la política, pero lo que hizo hoy el vicepresidente en el Congreso fue de un desmanejo monumental.
Lo más notorio del discurso es que desde que lo comenzó siempre el vice buscó quedar pegado a la Presidenta. En primer lugar, porque se presentó como integrante lleno de "alegría" de la fórmula ganadora por 54% de los votos, haciendo casi un llamado a la impunidad institucional ("buscan atacar el voto popular"), y luego porque utilizó a Cristina para ponerla como faro de luz, cuando, meloso, contó la anécdota de El Padrino, aquella que lo "marcó tan fuerte", confesó.
"Las decisiones las toma la presidenta de la Nación", fue la frase más grave de Boudou para terminar de complicar a su mentora. Maliciosamente, podría interpretarse que el vice quiso decir "si yo caigo, no caigo solo", justamente utilizando un mensaje del submundo de las mafias y de los esbirros al cual dedicó su discurso. En el peronismo no se perdona que alguien quiera enmendarle la plana o ser más que el Jefe. En este caso, que la Jefa. A Boudou le faltan pergaminos partidarios, dominio político, estatura intelectual y capacidad histriónica para intentar acercarse siquiera a Cristina Fernández. Es un advenedizo que, además, no conoce las reglas.
En este renglón, la nerviosa sonrisa que impostó durante casi una hora en el soliloquio que ejecutó ante las cámaras de televisión le bajó notoriamente la credibilidad, para afuera, pero mucho más para adentro. Muchas frases marketineras y algunas palabras de todos los días, pero de su parecer, poco y nada. De si hizo denuncias penales por los intentos de aceitar la relación con Comodoro Py, tampoco. De las pruebas que eventualmente tenía para ofrecer sobre el caso en el que lo investiga la Justicia, cero. ¿Preguntas de los medios?, no, para qué. Ni siquiera los de la militancia tuvieron espacio.
Sólo se dio tiempo para acercar algunos consejos a todos aquellos periodistas que no están dispuestos a escribir el "Pravda" que tanto le gustaría leer al vicepresidente. Les pidió que "se resistan a trabajar bajo un libreto (sic), para resguardar la institucionalidad". Too much.
La gran pregunta a responder es si se dio cuenta del estropicio que terminó haciendo o si todo fue en realidad una puesta en escena dirigida solamente a conformar o a contestarle a una sola persona: Cristina Fernández.
Quizás, exagerando, se podría calificar como un gran papelón la mezcla que hizo de los temas, sus imprecisiones y hasta sus balbuceos o ser algo más contemplativos y estimar que Boudou es nada más que un tierno de la política, pero lo que hizo hoy el vicepresidente en el Congreso fue de un desmanejo monumental.
Lo más notorio del discurso es que desde que lo comenzó siempre el vice buscó quedar pegado a la Presidenta. En primer lugar, porque se presentó como integrante lleno de "alegría" de la fórmula ganadora por 54% de los votos, haciendo casi un llamado a la impunidad institucional ("buscan atacar el voto popular"), y luego porque utilizó a Cristina para ponerla como faro de luz, cuando, meloso, contó la anécdota de El Padrino, aquella que lo "marcó tan fuerte", confesó.
"Las decisiones las toma la presidenta de la Nación", fue la frase más grave de Boudou para terminar de complicar a su mentora. Maliciosamente, podría interpretarse que el vice quiso decir "si yo caigo, no caigo solo", justamente utilizando un mensaje del submundo de las mafias y de los esbirros al cual dedicó su discurso. En el peronismo no se perdona que alguien quiera enmendarle la plana o ser más que el Jefe. En este caso, que la Jefa. A Boudou le faltan pergaminos partidarios, dominio político, estatura intelectual y capacidad histriónica para intentar acercarse siquiera a Cristina Fernández. Es un advenedizo que, además, no conoce las reglas.
En este renglón, la nerviosa sonrisa que impostó durante casi una hora en el soliloquio que ejecutó ante las cámaras de televisión le bajó notoriamente la credibilidad, para afuera, pero mucho más para adentro. Muchas frases marketineras y algunas palabras de todos los días, pero de su parecer, poco y nada. De si hizo denuncias penales por los intentos de aceitar la relación con Comodoro Py, tampoco. De las pruebas que eventualmente tenía para ofrecer sobre el caso en el que lo investiga la Justicia, cero. ¿Preguntas de los medios?, no, para qué. Ni siquiera los de la militancia tuvieron espacio.
Sólo se dio tiempo para acercar algunos consejos a todos aquellos periodistas que no están dispuestos a escribir el "Pravda" que tanto le gustaría leer al vicepresidente. Les pidió que "se resistan a trabajar bajo un libreto (sic), para resguardar la institucionalidad". Too much.
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