02 Abril 2012
Nunca más durmieron como antes de los 18
Hace 29 años, Bazán, Bulzoni, Felipe y Zerrizuela visitaron la redacción para contar su paso por la guerra; hoy dicen qué pasó con sus vidas. "Malvinas es un sentimiento muy fuerte, muy profundo", dijeron los veteranos de la guerra de 1982Hace tres décadas dijeron que en igualdad de condiciones volverían a las islas; hoy piensan distinto.
ROSTROS SERIOS, PERO JUVENILES. La imagen que se publicó hace 29 años.
Pasaron 30 años desde la guerra en el Atlántico Sur, muchos presidentes y gobernadores, crisis económicas y conflictos sociales en el medio. A ellos la muerte les sopló muy cerca del rostro, combatieron y se resignaron ante la idea de morir, se avergonzaron de ver cómo oficiales abusaban de soldados en sus propias filas; la derrota les dolió en el alma lo mismo que el tiempo de la rendición; sintieron alivio y desazón cuando el conflicto terminó y padecieron los efectos traumáticos de sobrevivir a un conflicto bélico.
Regresaron a Tucumán, a sus hogares, construyeron familias, pero no pudieron cumplir con algo normal y sencillo en los seres humanos: dormir, hacerlo como antes de los 18 años; nunca más pudieron.
Se trata de cuatro ex combatientes, los mismos que hace 29 años subieron hasta el primer piso por las escaleras del edificio de LA GACETA, en Mendoza 654. Entonces eran adolescentes de menos de 20 años que traían sus historias a cuestas, partes sueltas de la misma tragedia: la guerra de Malvinas. En aquellos días sus miradas habían perdido el brillo propio de la juventud, hoy conservan el color de los recuerdos de 1982.
En abril de 1983, a semanas de haber abandonado la "colimba", Rodolfo Bazán, Juan Felipe, Raúl Bulzoni y Rubén Zerrizuela hablaron de sus experiencias como infantes de Marina para el vespertino LA TARDE. "Claro que hemos cambiado, esta experiencia nos ha hecho crecer y madurar. Podría haber sido peor para nosotros, pero gracias a Dios estamos vivos y sanos", dijo en aquella ocasión Bazán.
La semana pasada, LA GACETA los volvió a reunir, 30 años después del conflicto bélico; sólo el último no pudo concurrir porque vive en Trelew, Chubut, aunque habló con el diario. "Vos nos hiciste aquella nota en el '83", le dijeron al cronista, que les bromeó: "están más gordos, viejos y canosos". "Estos dos se tiñen", contestó uno de ellos. Luego, en la charla, la seriedad apareció sin pedir permiso y a los tres, en algún momento, se les nublaron los ojos.
Mejor, pero con traumas
"Malvinas es un sentimiento fuerte, muy profundo". Coincidieron en el concepto, con emoción. La guerra marcó un punto de inflexión en sus vidas y los marcó en algo simple pero que en ellos cobra una dimensión tremenda: "antes de los 18 dormíamos bien, después de la guerra, nunca más", afirmaron. Sin embargo, reconocen que están mejor que otros ex combatientes que no soportaron la posguerra y adoptaron medidas trágicas. No quedaron exentos de los efectos traumáticos que provoca una guerra y el drama de vivir en un país que no los atendió como correspondía porque no estaba preparado para tratar las secuelas de los ex combatientes.
"Sigo en tratamiento, y me lo pago yo", apunta Bazán haciendo hincapié en un aspecto fundamental. "Once años después de la guerra, amanecí con arritmias y alteraciones de presión, más tarde sentí temor en estar en espacios abiertos. Ahora padezco problemas de sueño, duermo poco. Según los profesionales que me atendieron fue un efecto post-traumático de la guerra, me dijeron que todo guardaba relación con eso. Hasta ahora nadie se hace cargo de nuestro tratamiento", reseñó. Aunque admite que nadie en el país estaba preparado para enfrentar este tipo de sucesos.
Realidad que se padece
Bulzoni acotó que pese a que conocía la situación de crisis de muchos veteranos creía que nada le iba a pasar. Pero le pasó. "Un día, en mi trabajo sentí arritmia, descompensación, hipertensión; el médico me dijo que era producto de la guerra. El insomnio, las pesadillas, están vigentes y es permanente", contó. Aún se mantiene en tratamiento psicológico y está con medicación. "Todo es particular, nadie ayuda, está el plus; hay que sufrir la realidad", acota.
"En cambio -dice Felipe-, yo creía que los problemas que comencé a padecer eran físicos, y que los podía sobrellevar; pero no, ahora estoy con medicación, no volví a dormir en mi cama como antes de los 18 años. Mis ataques de pánico pasaban por querer estar con gente, porque creía que me iba a morir y que no habría nadie alrededor que me pudiera salvar. No quería morir".
Los tres coinciden en que sus padres, parejas e hijos les ayudaron a salir adelante, lo mismo que juntarse con otros ex combatientes. "Cuando estamos con ellos es como un desahogo, nos sentimos cómodos cuando conversamos entre nosotros, porque entienden, nos comprendemos porque vivimos lo mismo. Yo te cuento a vos, pero no sé si me creés; con otro veterano no pasa", dice Bulzoni, que afirma que nunca habló del tema Malvinas con sus hijos porque no quería transmitirles su sufrimiento.
"Es verdad, la familia fue un gran soporte y un buen apoyo psicológico", remarca Bazán, que se casó y trabaja en forma independiente. Felipe pasó por dos matrimonios, y actualmente está desocupado. "El sostén familiar es fundamental", acota. Los tres, con sus familias, se siguen viendo.
Admiten que volverían a las Islas Malvinas, solos o con sus hijos. "Hace 29 años te dijimos que en igualdad de condiciones (con los ingleses), con igual armamento, volveríamos. Pero hoy, si nos preguntás si volveríamos a luchar: no", aseguran. Aquella vez dijeron: "para ellos, cada batalla era un partido de fútbol, nos decían locos porque no nos pagaban y nos miraban con cierta lástima". "Pero Malvinas es un sentimiento y volver es una cuenta pendiente", dice Bazán; y asienten sus dos amigos.
Regresaron a Tucumán, a sus hogares, construyeron familias, pero no pudieron cumplir con algo normal y sencillo en los seres humanos: dormir, hacerlo como antes de los 18 años; nunca más pudieron.
Se trata de cuatro ex combatientes, los mismos que hace 29 años subieron hasta el primer piso por las escaleras del edificio de LA GACETA, en Mendoza 654. Entonces eran adolescentes de menos de 20 años que traían sus historias a cuestas, partes sueltas de la misma tragedia: la guerra de Malvinas. En aquellos días sus miradas habían perdido el brillo propio de la juventud, hoy conservan el color de los recuerdos de 1982.
En abril de 1983, a semanas de haber abandonado la "colimba", Rodolfo Bazán, Juan Felipe, Raúl Bulzoni y Rubén Zerrizuela hablaron de sus experiencias como infantes de Marina para el vespertino LA TARDE. "Claro que hemos cambiado, esta experiencia nos ha hecho crecer y madurar. Podría haber sido peor para nosotros, pero gracias a Dios estamos vivos y sanos", dijo en aquella ocasión Bazán.
La semana pasada, LA GACETA los volvió a reunir, 30 años después del conflicto bélico; sólo el último no pudo concurrir porque vive en Trelew, Chubut, aunque habló con el diario. "Vos nos hiciste aquella nota en el '83", le dijeron al cronista, que les bromeó: "están más gordos, viejos y canosos". "Estos dos se tiñen", contestó uno de ellos. Luego, en la charla, la seriedad apareció sin pedir permiso y a los tres, en algún momento, se les nublaron los ojos.
Mejor, pero con traumas
"Malvinas es un sentimiento fuerte, muy profundo". Coincidieron en el concepto, con emoción. La guerra marcó un punto de inflexión en sus vidas y los marcó en algo simple pero que en ellos cobra una dimensión tremenda: "antes de los 18 dormíamos bien, después de la guerra, nunca más", afirmaron. Sin embargo, reconocen que están mejor que otros ex combatientes que no soportaron la posguerra y adoptaron medidas trágicas. No quedaron exentos de los efectos traumáticos que provoca una guerra y el drama de vivir en un país que no los atendió como correspondía porque no estaba preparado para tratar las secuelas de los ex combatientes.
"Sigo en tratamiento, y me lo pago yo", apunta Bazán haciendo hincapié en un aspecto fundamental. "Once años después de la guerra, amanecí con arritmias y alteraciones de presión, más tarde sentí temor en estar en espacios abiertos. Ahora padezco problemas de sueño, duermo poco. Según los profesionales que me atendieron fue un efecto post-traumático de la guerra, me dijeron que todo guardaba relación con eso. Hasta ahora nadie se hace cargo de nuestro tratamiento", reseñó. Aunque admite que nadie en el país estaba preparado para enfrentar este tipo de sucesos.
Realidad que se padece
Bulzoni acotó que pese a que conocía la situación de crisis de muchos veteranos creía que nada le iba a pasar. Pero le pasó. "Un día, en mi trabajo sentí arritmia, descompensación, hipertensión; el médico me dijo que era producto de la guerra. El insomnio, las pesadillas, están vigentes y es permanente", contó. Aún se mantiene en tratamiento psicológico y está con medicación. "Todo es particular, nadie ayuda, está el plus; hay que sufrir la realidad", acota.
"En cambio -dice Felipe-, yo creía que los problemas que comencé a padecer eran físicos, y que los podía sobrellevar; pero no, ahora estoy con medicación, no volví a dormir en mi cama como antes de los 18 años. Mis ataques de pánico pasaban por querer estar con gente, porque creía que me iba a morir y que no habría nadie alrededor que me pudiera salvar. No quería morir".
Los tres coinciden en que sus padres, parejas e hijos les ayudaron a salir adelante, lo mismo que juntarse con otros ex combatientes. "Cuando estamos con ellos es como un desahogo, nos sentimos cómodos cuando conversamos entre nosotros, porque entienden, nos comprendemos porque vivimos lo mismo. Yo te cuento a vos, pero no sé si me creés; con otro veterano no pasa", dice Bulzoni, que afirma que nunca habló del tema Malvinas con sus hijos porque no quería transmitirles su sufrimiento.
"Es verdad, la familia fue un gran soporte y un buen apoyo psicológico", remarca Bazán, que se casó y trabaja en forma independiente. Felipe pasó por dos matrimonios, y actualmente está desocupado. "El sostén familiar es fundamental", acota. Los tres, con sus familias, se siguen viendo.
Admiten que volverían a las Islas Malvinas, solos o con sus hijos. "Hace 29 años te dijimos que en igualdad de condiciones (con los ingleses), con igual armamento, volveríamos. Pero hoy, si nos preguntás si volveríamos a luchar: no", aseguran. Aquella vez dijeron: "para ellos, cada batalla era un partido de fútbol, nos decían locos porque no nos pagaban y nos miraban con cierta lástima". "Pero Malvinas es un sentimiento y volver es una cuenta pendiente", dice Bazán; y asienten sus dos amigos.
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