25 Marzo 2012
¿Qué pensaría usted si alguien le contara que el matemático más importante del mundo es un joven extremadamente pobre, que apenas ha podido asistir a la escuela secundaria y nunca a la universidad, que vive en una pequeña casa junto a sus padres y hermanos, con lo justo para alimentarse y sobrevivir? Posiblemente dudaría de semejante aseveración. Sin embargo, lejos de la ficción que todos podríamos imaginar, esta historia es real. A comienzos del siglo XX, un joven empleado de comercio hindú, llamado Srinivasa Ramanujan, envió varias cartas a los matemáticos más importantes de Inglaterra con alrededor de cien teoremas que, afirmaba, había descubierto por su propia cuenta. Como era de esperarse, aquellas cartas fueron a parar a los respectivos papeleros de los encumbrados matemáticos ingleses. Todas, salvo una, que había sido dirigida a Godfrey Harold Hardy, uno de los más prestigiosos catedráticos de Cambridge, miembro de la Royal Society, profesor del Trinity College y activo integrante de una sociedad secreta denominada Los Apósteles, donde confluían los científicos, filósofos, matemáticos y hombres de letras más destacados de Inglaterra.
La carta que Ramanujan enviara a Hardy es el punto de partida de la novela El contable hindú (Editorial Anagrama), del norteamericano David Leavitt.
Tras una ardua investigación que, según cuenta él mismo, le llevó tres años, la novela fue publicada en inglés en 2007 y traducida al español en 2011. Está centrada en la relación entre Hardy y Ramanujan y los años de colaboración que, a partir de 1916, tuvieron en Cambridge, durante la Primera Guerra Mundial. Con el respaldo de Hardy y Littlewood, Ramanujan obtuvo su licenciatura, fue nombrado Fellow de la Royal Society y catedrático del Trinity College, todo ello en un lapso de apenas tres años, antes de que volviera a la India para morir de una extraña enfermedad que los médicos no pudieron diagnosticar.
Ramanujan llevó una vida enigmática. La única biografía existente, The man who knew infinity, de Robert Kanigel, fue publicada en 1991 (lamentablemente, no existe traducción al español).
En sus cuadernos, Ramanujan se limitó a anotar sus descubrimientos matemáticos, pero nunca llevó algo parecido a un diario que pudiera echar luz sobre su vida privada. Leavitt debe apelar a su imaginación para crear una trama que atrape al lector. Se apoya en la vida de Hardy, mucho más documentada; condimenta acertadamente la homosexualidad encubierta de varios apóstoles y lleva a buen puerto una historia real ficcionalizada. (Expresamente ha dicho que no le gusta el término "novela histórica" aunque le agrada indagar en el pasado para obtener el material de sus ficciones).
La presencia de Ramaujan es constante en toda la novela. Aún cuando no está en escena, notamos que todo gira en torno a él. Leavitt se atreve a incluir algunas complicadas ecuaciones que, sin embargo, no distraen a los lectores ávidos por saber más sobre este genio que se formó a sí mismo.
Queremos conocer los detalles de sus descubrimientos aunque no comprendamos cuán profundos fueron para el desarrollo de la matemática. Podemos no haber oído hablar de la hipótesis de Riemman, ni conocer absolutamente nada sobre su función zeta. No importa si estamos enterados de que tal hipótesis es el problema sin resolución más importante de la actualidad y que a cientos de mentes brillantes se les ha escapado su demostración. El hecho es que los trabajos de Hardy y Ramanujan sobre dichas cuestiones permiten, por ejemplo, que usted y yo hagamos transacciones seguras en internet con nuestras tarjetas de crédito.
Sin interés aparente
En El contable hindú, vemos a Ramanujan preocupado por preparar su "rasam" (sopa de lentejas agria típica de la India), ya que era un vegetariano estricto, afirmando que sus descubrimientos son escritos en sueños por la diosa Namagiri, angustiado por la lejanía en que se encuentra su esposa adolescente, imposibilitado por la Gran Guerra de volver a su casa y afectado por una dolencia que, finalmente, lo llevará a la muerte. En medio de todo, los desarrollos matemáticos que realiza con Hardy son una especie de oasis.
Leavitt espera hasta el final para contar la anécdota más conocida: Hardy visita a Ramanujan en el hospital donde está internado y, para romper el hielo, comenta que ha llegado hasta allí en un taxi con un número sin ningún interés, el 1729. Ramanujan lo disuade diciéndole que es el menor número que puede expresarse como la suma de dos cubos, de dos maneras diferentes. Toma su anotador y escribe: 1729 = 13 + 123 = 93 + 103. ¿Estaba al tanto del resultado o lo "descubrió" en aquel momento? No podemos saberlo, lo que sí queda claro es que Ramanujan no era un simple "niño calculadora" sino un genio incuestionable: el hombre que conocía el infinito.
© LA GACETA Julio Estefan - Escritor y editor.
La carta que Ramanujan enviara a Hardy es el punto de partida de la novela El contable hindú (Editorial Anagrama), del norteamericano David Leavitt.
Tras una ardua investigación que, según cuenta él mismo, le llevó tres años, la novela fue publicada en inglés en 2007 y traducida al español en 2011. Está centrada en la relación entre Hardy y Ramanujan y los años de colaboración que, a partir de 1916, tuvieron en Cambridge, durante la Primera Guerra Mundial. Con el respaldo de Hardy y Littlewood, Ramanujan obtuvo su licenciatura, fue nombrado Fellow de la Royal Society y catedrático del Trinity College, todo ello en un lapso de apenas tres años, antes de que volviera a la India para morir de una extraña enfermedad que los médicos no pudieron diagnosticar.
Ramanujan llevó una vida enigmática. La única biografía existente, The man who knew infinity, de Robert Kanigel, fue publicada en 1991 (lamentablemente, no existe traducción al español).
En sus cuadernos, Ramanujan se limitó a anotar sus descubrimientos matemáticos, pero nunca llevó algo parecido a un diario que pudiera echar luz sobre su vida privada. Leavitt debe apelar a su imaginación para crear una trama que atrape al lector. Se apoya en la vida de Hardy, mucho más documentada; condimenta acertadamente la homosexualidad encubierta de varios apóstoles y lleva a buen puerto una historia real ficcionalizada. (Expresamente ha dicho que no le gusta el término "novela histórica" aunque le agrada indagar en el pasado para obtener el material de sus ficciones).
La presencia de Ramaujan es constante en toda la novela. Aún cuando no está en escena, notamos que todo gira en torno a él. Leavitt se atreve a incluir algunas complicadas ecuaciones que, sin embargo, no distraen a los lectores ávidos por saber más sobre este genio que se formó a sí mismo.
Queremos conocer los detalles de sus descubrimientos aunque no comprendamos cuán profundos fueron para el desarrollo de la matemática. Podemos no haber oído hablar de la hipótesis de Riemman, ni conocer absolutamente nada sobre su función zeta. No importa si estamos enterados de que tal hipótesis es el problema sin resolución más importante de la actualidad y que a cientos de mentes brillantes se les ha escapado su demostración. El hecho es que los trabajos de Hardy y Ramanujan sobre dichas cuestiones permiten, por ejemplo, que usted y yo hagamos transacciones seguras en internet con nuestras tarjetas de crédito.
Sin interés aparente
En El contable hindú, vemos a Ramanujan preocupado por preparar su "rasam" (sopa de lentejas agria típica de la India), ya que era un vegetariano estricto, afirmando que sus descubrimientos son escritos en sueños por la diosa Namagiri, angustiado por la lejanía en que se encuentra su esposa adolescente, imposibilitado por la Gran Guerra de volver a su casa y afectado por una dolencia que, finalmente, lo llevará a la muerte. En medio de todo, los desarrollos matemáticos que realiza con Hardy son una especie de oasis.
Leavitt espera hasta el final para contar la anécdota más conocida: Hardy visita a Ramanujan en el hospital donde está internado y, para romper el hielo, comenta que ha llegado hasta allí en un taxi con un número sin ningún interés, el 1729. Ramanujan lo disuade diciéndole que es el menor número que puede expresarse como la suma de dos cubos, de dos maneras diferentes. Toma su anotador y escribe: 1729 = 13 + 123 = 93 + 103. ¿Estaba al tanto del resultado o lo "descubrió" en aquel momento? No podemos saberlo, lo que sí queda claro es que Ramanujan no era un simple "niño calculadora" sino un genio incuestionable: el hombre que conocía el infinito.
© LA GACETA Julio Estefan - Escritor y editor.
Lo más popular