13 Marzo 2012
MISIVAS. Escrita a máquina y con firma, la carta de Victoria. Detrás, enmarcada con felpa roja, la carta de Alejandra. LA GACETA / FOTO DE JOSé NUNO
En estos tiempos, en que podemos llevar la tecnología en la palma de la mano, escribir cartas puede ser considerada una actividad añeja. Pero hubo un tiempo en que las misivas manuscritas eran casi una necesidad.
Eso es lo que le sucedía a la poeta Alejandra Pizarnik, que solía escribir cartas tortuosas pero repletas de poesía. Como la que le mandó a la filósofa tucumana María Eugenia Valentié el 4 de septiembre de 1971. En ella, la poeta le cuenta que estaba internada en un psiquiátrico a causa de su primer intento de suicidio y le agradece a Valentié el comentario que hizo en LA GACETA Literaria sobre el que sería su último libro. "Cercanísima y tiernamente pensada Jenny: mil gracias por tu precioso y apreciadísimo regalo. Y como si fuera poco -quiero decir: que hayas escrito una nota acerca de algo mío-, agregás el doble regalo de tu lectura perfecta; adamantina, de mi librito", escribió Pizarnik con letra temblorosa y birome azul. La carta, que la poeta adornó con felpa color roja, está repleta de giros lingüisticos. Por ejemplo: el sobrenombre de la filósofa era "Génie"-como apócope del nombre en francés, Eugénie- pero curiosamente Pizarnik lo transforma al inglés. En otro tramo de la misiva, la poeta dice: "sucede que estoy desde hace tres meses en el hospital (primer motivo: intento de suicidio) y esto es algo duro -no mucho pero algo- de modo que recibir algo hecho (sentido, creado) por vos para mí es -perdón por el lenguaje psicoanalítico- más que gratificante". Exactamente un año después de escribir esta carta, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica siquiátrica donde estaba internada, Pizarnik se suicidó tomando una dosis letal de seconal.
Desde Villa Ocampo
Entre la correspondencia que Valentié atesoró hasta su muerte se encuentra también un par de cartas escritas por la famosa Victoria Ocampo. Una de ellas, fechada el 16 de agosto de 1957, está escrita a máquina y tiene incluso el membrete de la Villa Ocampo. En esa misiva, Victoria le da a Valentié algunos consejos sobre cómo tratar al famoso filósofo y poeta Giuseppe Lanza del Vasto, que iba a visitar ese año Tucumán. "Me parece muy bien que alojen a Lanza del Vasto en la casa del señor Sacriste, si es que todos están de acuerdo en que así se haga. Su régimen alimentario es el de los vegetarianos, verduras, huevos, queso, leche, frutas. El mismo hace su cama y lava su ropa (en caso de necesitar hacerlo)", se lee.
Eso es lo que le sucedía a la poeta Alejandra Pizarnik, que solía escribir cartas tortuosas pero repletas de poesía. Como la que le mandó a la filósofa tucumana María Eugenia Valentié el 4 de septiembre de 1971. En ella, la poeta le cuenta que estaba internada en un psiquiátrico a causa de su primer intento de suicidio y le agradece a Valentié el comentario que hizo en LA GACETA Literaria sobre el que sería su último libro. "Cercanísima y tiernamente pensada Jenny: mil gracias por tu precioso y apreciadísimo regalo. Y como si fuera poco -quiero decir: que hayas escrito una nota acerca de algo mío-, agregás el doble regalo de tu lectura perfecta; adamantina, de mi librito", escribió Pizarnik con letra temblorosa y birome azul. La carta, que la poeta adornó con felpa color roja, está repleta de giros lingüisticos. Por ejemplo: el sobrenombre de la filósofa era "Génie"-como apócope del nombre en francés, Eugénie- pero curiosamente Pizarnik lo transforma al inglés. En otro tramo de la misiva, la poeta dice: "sucede que estoy desde hace tres meses en el hospital (primer motivo: intento de suicidio) y esto es algo duro -no mucho pero algo- de modo que recibir algo hecho (sentido, creado) por vos para mí es -perdón por el lenguaje psicoanalítico- más que gratificante". Exactamente un año después de escribir esta carta, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica siquiátrica donde estaba internada, Pizarnik se suicidó tomando una dosis letal de seconal.
Desde Villa Ocampo
Entre la correspondencia que Valentié atesoró hasta su muerte se encuentra también un par de cartas escritas por la famosa Victoria Ocampo. Una de ellas, fechada el 16 de agosto de 1957, está escrita a máquina y tiene incluso el membrete de la Villa Ocampo. En esa misiva, Victoria le da a Valentié algunos consejos sobre cómo tratar al famoso filósofo y poeta Giuseppe Lanza del Vasto, que iba a visitar ese año Tucumán. "Me parece muy bien que alojen a Lanza del Vasto en la casa del señor Sacriste, si es que todos están de acuerdo en que así se haga. Su régimen alimentario es el de los vegetarianos, verduras, huevos, queso, leche, frutas. El mismo hace su cama y lava su ropa (en caso de necesitar hacerlo)", se lee.
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