11 Marzo 2012
Este domingo nos presenta a Jesús expulsando a los mercaderes del templo. Nadie se atreve a hacerle frente: ni los mercaderes, ni los peregrinos y guardianes del templo. Cuando los judíos le preguntan ¿qué signo nos das para obrar así?, Jesús les respondió con dos señales para que crean en Él: "destruid este templo y en tres días volveré a levantarlo".
A Dios no se le contenta con bueyes, ovejas o palomas, sino con un corazón contrito y humillado. Lo fácil es convertir la religión en un culto externo donde no se compromete nuestra vida. Es mucho más fácil dar cosas a Dios que darse a sí mismo. El ejemplo lo da el mismo Cristo; Él vino a entregarse por la salvación de los hombres, entregó su vida por nosotros.
Cristo con su encarnación redentora vino a transformar el corazón de los hombres y a cambiar las estructuras, vino a desterrar la rutina del culto a Dios y a formar hombres y mujeres que sean capaces de ser verdaderos adoradores.
La Cuaresma es tiempo de conversión y renovación. Pero no existe una verdadera y eficaz conversión sin una verdadera renovación de la propia vida y de la oración. "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc.1,15) es el llamamiento de Cristo que pide reducir a polvo el "corazón de piedra" (Ex. 11,19) para ser transformado en un corazón de carne capaz de Amar a Dios en espíritu y verdad.
Reflexionemos
Veamos una clara imagen en la expulsión de los mercaderes para que nosotros en esta Cuaresma también expulsemos a tantos "vendedores" que se han asentado dentro de nuestro corazón, que con su ruido, con sus negocios, impiden al alma descubrir a Cristo crucificado. Desde la Cruz, en esta Cuaresma Él quiere grabar a fuego en el alma estas palabras: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí".
A Dios no se le contenta con bueyes, ovejas o palomas, sino con un corazón contrito y humillado. Lo fácil es convertir la religión en un culto externo donde no se compromete nuestra vida. Es mucho más fácil dar cosas a Dios que darse a sí mismo. El ejemplo lo da el mismo Cristo; Él vino a entregarse por la salvación de los hombres, entregó su vida por nosotros.
Cristo con su encarnación redentora vino a transformar el corazón de los hombres y a cambiar las estructuras, vino a desterrar la rutina del culto a Dios y a formar hombres y mujeres que sean capaces de ser verdaderos adoradores.
La Cuaresma es tiempo de conversión y renovación. Pero no existe una verdadera y eficaz conversión sin una verdadera renovación de la propia vida y de la oración. "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc.1,15) es el llamamiento de Cristo que pide reducir a polvo el "corazón de piedra" (Ex. 11,19) para ser transformado en un corazón de carne capaz de Amar a Dios en espíritu y verdad.
Reflexionemos
Veamos una clara imagen en la expulsión de los mercaderes para que nosotros en esta Cuaresma también expulsemos a tantos "vendedores" que se han asentado dentro de nuestro corazón, que con su ruido, con sus negocios, impiden al alma descubrir a Cristo crucificado. Desde la Cruz, en esta Cuaresma Él quiere grabar a fuego en el alma estas palabras: "Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí".