11 Marzo 2012
Tan antiguo como el hombre mismo fue su necesidad de recurrir a los dioses en busca de la palabra de comprensión y alivio que les permitiera paliar el dolor de la existencia, la certeza de la muerte, la angustia del desamparo, en suma, en busca de la felicidad. Eso no ha cambiado, sólo han cambiado las fuentes a las que recurre. Ya no son los dioses, ni siquiera es una religión reconocida dónde se busca la palabra salvadora sino, la mayor parte de las veces, en libros de autoayuda que llenan escaparates de librerías. Hay distintos tipos de libros de esta índole que van desde lo esotérico -misteriosos caminos de sabiduría ancestral escondida en unas cuantas páginas- hasta recomendaciones sobre cómo superarse a sí mismo, educar a los hijos, tratar a la pareja o ganar dinero y/o lugar en la empresa. Habitualmente el texto detalla los pasos que deben cumplirse para obtener el resultado deseado; si se hace lo correcto el éxito está asegurado. En líneas generales es mala literatura, o mejor dicho, no es literatura, porque la literatura no es ni mala ni buena, simplemente es literatura. Sin embargo, si alguien dicta una conferencia sobre estos temas fácilmente llena una sala de 500 personas. ¿Inexplicable? No, todo lo contario.
La pregunta
El hombre actual -no importa su nivel cultural o su posición económica-, en medio del vértigo de la vida cotidiana se formula, en algún momento, la pregunta por algo que le es esencial para seguir viviendo: el sentido de su vida. Víctima de celulares, laptops y tablets no siente que la tecnología disponible le de respuestas a ese extraño desasosiego y, en los huecos que le deja la prisa del vivir, se permite la pregunta irreprimible del "para qué", cuya respuesta no es la felicidad -que tan ingenuamente ofrecen los libros de autoayuda- sino algo más profundo, de vital importancia y sin motivo aparente. Este ¿para qué? simple, verdadero y misterioso, al mismo tiempo, no es una pregunta consciente, es una silenciosa búsqueda propia de lo humano.
Entonces, si lo que se necesita son palabras plenas de sentido que nos ayuden a comprender y aceptar el paso del tiempo, la presencia del dolor, el misterio de la muerte, no importa de dónde provengan sino lo que nos dicen, porque de ese decir pletórico de sentido y cargado de esperanzas depende que podamos sobrellevar nuestra existencia. Esas palabras que interpretan los acontecimientos cotidianos dotándolos de sentido pueden encontrarse en la fe religiosa, en la filosofía, en la amistad, en el amor, en la familia y hasta en el sufrimiento y, por qué no, en los libros de autoayuda. Con seguridad, necesitamos de palabras que -cotidianamente- den forma y sentido a la existencia; sin ellas sería imposible la vida.
© LA GACETA
Cristina Bulacio - Escritora, profesora de Filosofía y Antropología de la UNT.
La pregunta
El hombre actual -no importa su nivel cultural o su posición económica-, en medio del vértigo de la vida cotidiana se formula, en algún momento, la pregunta por algo que le es esencial para seguir viviendo: el sentido de su vida. Víctima de celulares, laptops y tablets no siente que la tecnología disponible le de respuestas a ese extraño desasosiego y, en los huecos que le deja la prisa del vivir, se permite la pregunta irreprimible del "para qué", cuya respuesta no es la felicidad -que tan ingenuamente ofrecen los libros de autoayuda- sino algo más profundo, de vital importancia y sin motivo aparente. Este ¿para qué? simple, verdadero y misterioso, al mismo tiempo, no es una pregunta consciente, es una silenciosa búsqueda propia de lo humano.
Entonces, si lo que se necesita son palabras plenas de sentido que nos ayuden a comprender y aceptar el paso del tiempo, la presencia del dolor, el misterio de la muerte, no importa de dónde provengan sino lo que nos dicen, porque de ese decir pletórico de sentido y cargado de esperanzas depende que podamos sobrellevar nuestra existencia. Esas palabras que interpretan los acontecimientos cotidianos dotándolos de sentido pueden encontrarse en la fe religiosa, en la filosofía, en la amistad, en el amor, en la familia y hasta en el sufrimiento y, por qué no, en los libros de autoayuda. Con seguridad, necesitamos de palabras que -cotidianamente- den forma y sentido a la existencia; sin ellas sería imposible la vida.
© LA GACETA
Cristina Bulacio - Escritora, profesora de Filosofía y Antropología de la UNT.