Por Miguel Velardez
28 Febrero 2012
Se comenta en todos lados. En la sobremesa, en el café, en el trabajo, entre amigos, en la cancha y hasta en las iglesias. El caso Marita Verón atrapa la atención de todos. La sociedad opina y, en muchos casos, arriesga una sentencia de condena o de absolución. La gente habla a favor y en contra de Susana Trimarco. Ella sabe que hay muchos ciudadanos que respaldan su lucha, que admiran su tenacidad y que también desean que los jueces dicten una condena para los imputados. Pero también sabe que hay otra parte de la sociedad que descree de su teoría del secuestro, que habla mal de su hija Marita, que prejuzga el entorno de su esposo fallecido y que intenta manchar el apellido Verón.
Desde que Susana Trimarco se sentó frente a los jueces, algunas cosas han comenzado a cambiar o, al menos, a tener otro tipo de repercusiones. En su extenso testimonio (todavía no terminó) ha logrado que la sociedad se involucre en el debate sobre la prostitución forzada. Ha ventilado a los cuatros vientos los vínculos del poder político, con policías corruptos y fiscales inescrupulosos asociados al mundillo de la prostitución.
La madre de Marita arremetió contra Julio Miranda "el atorrante ese", que era gobernador en los tiempos en que se perdió el rastro de Marita Verón. Apuntó contra Ernesto Baaclini "el otro sinvergüenza", que estaba a cargo de la investigación judicial. Sin pelos en la lengua detalló los nexos mafiosos en Tucumán, entre el poder político y la familia Ale, y en La Rioja, entre el entonces gobernador Ángel Mazza y la familia Gómez, encabezada por "La mama Lili" y su hijo "Chenga". Muchos se sorprendieron cuando Susana Trimarco relató que al rescatar a una víctima de la trata de personas, la mujer le dijo "cómo voy a denunciar (a los proxenetas) si, de noche, el juez es cliente del prostíbulo y, de día, toma café con ellos".
En Tucumán, todo el mundo sabe dónde funcionan los prostíbulos. Lo saben los vecinos, la Policía, los dirigentes políticos, los fiscales, los jueces, pero todos prefieren mirar para otro lado. Sin embargo, el testimonio de Susana Trimarco podría generar un cambio de actitud en el futuro. Cada vez que alguien pase por la vereda de un prostíbulo, empiece a mirar con otros ojos a esas puertas pequeñas y oscuras. Tal vez alguien se pregunte si ahí adentro, detrás de ese señor que está sentado esperando, no habrá una menor que está siendo forzada a prostituirse.
Ausencias y suspensiones
Esta semana, el juicio podría empantanarse. Con mañas conocidas y estrategias tan viejas como el viento, habrá más interrupciones. El imputado Gonzalo Gómez, hermano de "Chenga", no llegará a Tucumán para la audiencia de hoy, a las 9.30. Su abogado defensor anticipó que fue internado en La Rioja. Más de uno, no le cree ni media palabra.
Todo parece indicar que los defensores de los imputados apostarán a estirar los tiempos lo mayor posible. Buscarán que se desgaste el ímpetu que mostraba Susana Trimarco en los primeros días. Intentarán que la sociedad empiece a hablar de otros temas de la agenda pública. Es una jugada de alto riesgo la que abrirá el abogado Roberto Flores con el certificado médico de "Chenguita". Y puede enfadar a los jueces, porque la sociedad pondrá la lupa sobre el tribunal. Ellos, en su rol de árbitros, tendrán la presión social de resolver si se suspende el juicio o deciden pisar el acelerador para avanzar, de una vez por todas, con los testimonios del extenso listado de testigos y así poder sacar a relucir las piezas de una estructura clandestina que se oculta en la penumbra de las luces de neón.
Desde que Susana Trimarco se sentó frente a los jueces, algunas cosas han comenzado a cambiar o, al menos, a tener otro tipo de repercusiones. En su extenso testimonio (todavía no terminó) ha logrado que la sociedad se involucre en el debate sobre la prostitución forzada. Ha ventilado a los cuatros vientos los vínculos del poder político, con policías corruptos y fiscales inescrupulosos asociados al mundillo de la prostitución.
La madre de Marita arremetió contra Julio Miranda "el atorrante ese", que era gobernador en los tiempos en que se perdió el rastro de Marita Verón. Apuntó contra Ernesto Baaclini "el otro sinvergüenza", que estaba a cargo de la investigación judicial. Sin pelos en la lengua detalló los nexos mafiosos en Tucumán, entre el poder político y la familia Ale, y en La Rioja, entre el entonces gobernador Ángel Mazza y la familia Gómez, encabezada por "La mama Lili" y su hijo "Chenga". Muchos se sorprendieron cuando Susana Trimarco relató que al rescatar a una víctima de la trata de personas, la mujer le dijo "cómo voy a denunciar (a los proxenetas) si, de noche, el juez es cliente del prostíbulo y, de día, toma café con ellos".
En Tucumán, todo el mundo sabe dónde funcionan los prostíbulos. Lo saben los vecinos, la Policía, los dirigentes políticos, los fiscales, los jueces, pero todos prefieren mirar para otro lado. Sin embargo, el testimonio de Susana Trimarco podría generar un cambio de actitud en el futuro. Cada vez que alguien pase por la vereda de un prostíbulo, empiece a mirar con otros ojos a esas puertas pequeñas y oscuras. Tal vez alguien se pregunte si ahí adentro, detrás de ese señor que está sentado esperando, no habrá una menor que está siendo forzada a prostituirse.
Ausencias y suspensiones
Esta semana, el juicio podría empantanarse. Con mañas conocidas y estrategias tan viejas como el viento, habrá más interrupciones. El imputado Gonzalo Gómez, hermano de "Chenga", no llegará a Tucumán para la audiencia de hoy, a las 9.30. Su abogado defensor anticipó que fue internado en La Rioja. Más de uno, no le cree ni media palabra.
Todo parece indicar que los defensores de los imputados apostarán a estirar los tiempos lo mayor posible. Buscarán que se desgaste el ímpetu que mostraba Susana Trimarco en los primeros días. Intentarán que la sociedad empiece a hablar de otros temas de la agenda pública. Es una jugada de alto riesgo la que abrirá el abogado Roberto Flores con el certificado médico de "Chenguita". Y puede enfadar a los jueces, porque la sociedad pondrá la lupa sobre el tribunal. Ellos, en su rol de árbitros, tendrán la presión social de resolver si se suspende el juicio o deciden pisar el acelerador para avanzar, de una vez por todas, con los testimonios del extenso listado de testigos y así poder sacar a relucir las piezas de una estructura clandestina que se oculta en la penumbra de las luces de neón.
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