23 Febrero 2012
INTENTO DESESPERADO. Era un chico con ropa de gimnasia, desplomado sobre una camilla. FOTO TOMADA DE LANACION.COM
BUENOS AIRES.- "¡Código rojo!, ¡código rojo!". Para los médicos y rescatistas, esa frase es una forma de discriminar a los heridos. En este caso, se trata de riesgo de muerte. Y los que gritaban eran paramédicos del Sistema de Atención Médica de Emergencia de la Ciudad de Buenos Aires (SAME), que acompañaban a un chico con ropa de gimnasia, desplomado sobre una camilla.
Ocurrió en el hall central de la estación, alrededor de las 11 de la mañana, tras el choque de un tren de la línea Sarmiento en la estación de Once. El lugar estaba prácticamente liberado para dejar trabajar a los más de 100 agentes de la Policía y otras instituciones. Estaban sacando, por un hueco abierto en el techo, a los que ocupaban el lugar más dañado: la parte delantera del segundo vagón. De allí habían sacado a ese chico, de unos siete años, del que hasta hace unas horas no se sabía el nombre, casi desvanecido, según la crónica publicada hoy en Lanacion.com.
Antes de que pudieran llegar al final del hall, los gritos cambiaron de intensidad. Estaba perdiendo los signos vitales. Frenaron ahí mismo y empezaron a hacerle una resucitación. El propio Alberto Crescenti, director del SAME, coordinó las tareas. Pero después de algunos minutos, el médico se incorporó y e hizo un "no" con la cabeza. Un no definitivo. Prestos, le cubrieron el cuerpo con una manta negra. Los cientos de pasajeros heridos no permitían más demoras.
Varios paramédicos quedaron visiblemente afectados luego del fallecimiento del pequeño. Incluso, una coordinadora del SAME felicitó públicamente a uno de ellos por las tareas de resucitación. El hombre tenía los ojos vidriosos, con lágrimas... (Lanacion.com)
Ocurrió en el hall central de la estación, alrededor de las 11 de la mañana, tras el choque de un tren de la línea Sarmiento en la estación de Once. El lugar estaba prácticamente liberado para dejar trabajar a los más de 100 agentes de la Policía y otras instituciones. Estaban sacando, por un hueco abierto en el techo, a los que ocupaban el lugar más dañado: la parte delantera del segundo vagón. De allí habían sacado a ese chico, de unos siete años, del que hasta hace unas horas no se sabía el nombre, casi desvanecido, según la crónica publicada hoy en Lanacion.com.
Antes de que pudieran llegar al final del hall, los gritos cambiaron de intensidad. Estaba perdiendo los signos vitales. Frenaron ahí mismo y empezaron a hacerle una resucitación. El propio Alberto Crescenti, director del SAME, coordinó las tareas. Pero después de algunos minutos, el médico se incorporó y e hizo un "no" con la cabeza. Un no definitivo. Prestos, le cubrieron el cuerpo con una manta negra. Los cientos de pasajeros heridos no permitían más demoras.
Varios paramédicos quedaron visiblemente afectados luego del fallecimiento del pequeño. Incluso, una coordinadora del SAME felicitó públicamente a uno de ellos por las tareas de resucitación. El hombre tenía los ojos vidriosos, con lágrimas... (Lanacion.com)
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